sábado, 1 de octubre de 2011

Génesis Día 92

No son las cuatro de la mañana cuando comienzo a escribir el Blog en este primero de Octubre, que como los días anteriores, parece que vendrá marcado por el sol y las altas temperaturas. Sé que algunos de vosotros estáis un tanto perplejos y también por qué no, preocupados, por esta especie de anorexia de sueño que estoy experimentando desde que empecé con el tratamiento con corticoides. Os aseguro que no tenéis motivos para alarmaros, porque los médicos insisten en que todo volverá a la normalidad según vayamos disminuyendo la dosis. Hoy por ejemplo, paso a 30 mg, cuando si recordáis, comenzamos en 65 mg diarios. La idea es ir bajando 10 mg cada tres días. Además, durante el día sí que consigo echar mis pequeñas cabezadas, que me recargan con la misma rapidez que un microondas calienta un vaso de leche.

En realidad esta noche creo que también ha influido un ligero dolor estomacal, que a estas horas todavía me está dando fastidio. Puede que la comida de ayer fuera demasiado copiosa, porque la cena en absoluto lo fue. Lo que espero es que ningún bichillo, de esos que te obsequian con una gastroenteritis esté llamando a mi puerta. No lo creo porque no tengo en absoluto los síntomas, pero habrá que estar alerta, porque la temporada en los colegios parece ser que ha empezado con fuerza en ese aspecto. Cruzaremos los dedos, y de acera si hace falta si vemos demasiados infantes juntos.

Volviendo ya mis pensamientos al día de ayer, nuevamente aproveché la larga mañana para un montón de cosas -entre ellas sacar las entradas para el partido del domingo, donde el Barcelona tendrá el honor de pisar el mejor estadio de Primera-. Después, hacia las doce, me fui para Oviedo, donde tenía como sabéis cita para una resonancia a la una. No me sorpendió tener que esperar algo más de media hora, porque menos sería lo anormal, pero sí me extrañé de que para una resonancia de una zona tan localizada como se trataba en mi caso, echáramos tanto tiempo. Porque fueron más de cuarenta y cinco minutos ahí metido, con una especie de máscara puesta que parecía el protagonista de El Silencio de Los Corderos. A pesar del ruido que produce -muchos lo habréis conocido- la maquinita en cuestión, os confieso que me quedé frito durante gran parte de la prueba. Los resultados habrá que esperar hasta la semana que viene para conocerlos.

Nada más salir del hospital, salí a mil por hora en dirección a Quintes, donde me aguardaba una sardinada a la plancha, con la que ciertamente recobré todas mis fuerzas y de hecho me sirvió de catalizador para una placentera siesta de algo más de una hora.

De vuelta al mundo de los despiertos, tuve la enorme satisfacción de poder hablar con el que sin duda fue mi profesor preferido durante mi estancia en el Codema. Me habían soplado que ayer era su cumpleaños y no dudé en llamarle para darle mi más cariñosa felicitación. El Padre Emilio, que así se llama mi buen amigo, es una persona realmente especial para mí. Él siempre ha sido, y sigue siendo, muy comprensivo con mis creencias un tanto particulares, que nunca fueron impedimento para que mantuviéramos una gran relación. Recuerdo siempre ese viaje de estudios en octavo donde le conocí viniendo él como monitor, y la alegría que me causó saber que al año siguiente sería tutor en mi clase. Que nadie piense ni por asomo que luego me dispensaba trato preferente; al contrario, me exigía siempre más y pobre de mí si armaba alguna de las mías: la llamada a casa estaba entonces garantizada. ¡Qué grandes recuerdos guardo del Codema! Y muy especialmente de aquel Primero de BUP, primer año mixto en el colegio. ¡Las que llegamos a liar!: de un lado once niñas que ya mentalmente eran mujeres, y del otro, treinta niños, asilvestrados como no podéis imaginaros. Aunque suene a rancio, eran de verdad otros tiempos y aunque por supuesto hubo algún que otro amorío pasajero, digamos que no se superaban los niveles hormonales que ahora a esa edad parecen desbocados. Fue como digo, un año muy divertido que nunca olvidaré.

Por eso ayer me sorpendió encontrarme por pura casualida con un Blog de un antiguo alumno quevescribe en El Comercio, al que no conozco, y que parece que cursó estudios cinco años por delante de mí, hablando exclusivamente de las palizas que recibían a diario de los profesores, y casi tildando a éstos de auténticos sádicos. Bueno, entiendo la visión que cada cual pueda tener de una época de su vida, pero leyendo a esta persona, a uno le da la sensación de que verdaderamente tuvo que pasarlo mal para que siga en él ese rencor con el que adorna sus escritos. ¿Que los curas eran exigentes -ojo no sólo ellos sino también el profesorado laico- y que te podía caer de vez en cuando alguna colleja? Pues sí. A mí me cayeron menos de las que hubiera merecido. Pero no guardo ningún trauma ni menos rencor por ello, ni se ha desarrollado en mí ningún germen anticlericalista como el autor del Blog mencionado, afirma haber incubado. Quizás sea haya tragado una sobredosis de La Mala Educación de Almodóvar y como un Quijote, confunda molinos con gigantes. O quizás no. Tampoco perdamos más el tiempo con el tema, pues no lo merece.

Ya de noche, Mónica y yo teníamos una cita muy especial: nuestro primer concierto juntos desde que caí enfermo. ¡Y qué mejor que música de alta escuela y un marco incomparable para semejante acontecimiento! Asistimos así en el coqueto Teatro de la Universidad Laboral al concierto Sopranísimas, que como su nombre refleja a la perfección, reunía a cuatro de las mejores sopranos nacionales que interpretaron piezas muy reconocidas, no sólo de Ópera, sino también de Zarzuela, populares o incluso actuales. No estuvo nada mal, aunque eché en falta alguna pieza en concreto. Lo que me maravilló como siempre fue el acompañamiento, que consistía únicamente en un precioso piano de cola, eso sí, magníficamente domado por una virtuosa artista. Ya os he dicho en más de una ocasión que de los muchos errores que he cometido en estos ya casi cuarenta años danzando por el mundo, del que más me arrepiento es del de haber abandonado mis estudios de piano al primer fracaso.

Y poco más que añadir, salvo que espero que se me pase el dolor de tripa con un buen desayuno, para poder así disfrutar de una comida que para hoy tenemos en la agenda con unos buenos amigos. Un fuerte abrazo, o mejor a estas horas, felices sueños, buen finde... "y mañana más".

1 comentario:

  1. Yo tengo buenísimos recuerdos del CODEMA en relación con sus alumnos, pero no tan buenos con los valores que se imponían en él. Era un colegio demasiado competitivo para mi gusto y donde el que tenía dificultades se le machacaba para que poco a poco fuera abandonando. Por dificultades me refiero a todo tipo de ellas: escolares o familiares... Pero evidentemente en aquella época era un colegio privado que tenía perfecto derecho a seleccionar su alumnado (de hecho las 11 alumnas que entramos en el colegio fuimos seleccionadas por expediente académico) y estábamos allí por expreso deseo de nuestras familias. Me entristecía cómo a las mujeres se nos veía como una mezcla de tontas pervertidoras. Asi nos trataron en ocasiones, no todos pero si algunos de los docentes que nos encontramos en el camino. Otras veces tuvimos docentes muy buenos que sin embargo no pudieron ofrecer todo lo que podían por el estricto control que tenían desde arriba. De todas maneras en general guardo muy buenos recuerdos de ese primero y más aún del segundo de BUP. Tampoco eramos mujeres, la verdad Fili, éramos unas niñas, salvo excepciones, casi todas éramos unas niñas. El verano de primero fue hermoso. De esos veranos que se quedan para los recuerdos de niñez. Luego directamente nos convertimos todos en miniadultos de golpe y a lo bestia. Tengo mucho cariño a ciertas personas que me encontré allí pero como te comento, los valores competitivos no son los que me han servido en la vida. Para mi la facultad y el colegio hasta 8º me educó mucho más que los cuatro años del CODEMA. Y yo si vi pegar, no palizas, pero si tortas bestias a reventar a niños que nada habían hecho para merecerlas. No lo veo como ejemplo a seguir. Eran clases demasiado académicas. Salvo algunas. Emilio tuvo una pedagogía más libre y por ejemplo tengo gratos recuerdos de la clase de Griego en 3º. Muy buenos. Era un gran motivador de alumnos. Caótico en ocasiones. Y él y Muiño nos llevaron a Italia, que es lo más maravilloso que me pasó a mi en toda mi adolescencia. Asi, que eso aunque pagado a tocateja por mis padres (porque menudo viaje), se lo debo a ellos dos, que se aventuraran a llevarnos a todos recorriendo Europa. Fue fantástico. Pero de la pedagogía y las clases en sí, no guardo buenos recuerdos, excepto de algunos profesores en concreto. En general eran anticuados y machistas. Creo que ahora la cosa ha cambiado bastante.

    ResponderEliminar