domingo, 31 de octubre de 2010

Día XII

Son las once y cuarto de la mañana de este domingo, treinta y uno de octubre, con el que despedimos el mes y damos la bienvenida a noviembre, cuando comienzo a escribir el Blog.

Esta noche he dormido más o menos bien, a pesar del cambio de hora. Para empezar lo que he tratado es de aguantar despierto hasta más tarde de lo habitual. De hecho ayer estuve leyendo un buen rato en la cama, de modo que para cuando apagué la luz serían casi la una y media de la mañana, hora antigua. Cambié el reloj en ese momento, puse por tanto las doce y media y me dispuse a dormir. Creo que tanto fútbol primero por la tele –estuve viendo prácticamente los tres partidos que desde las seis comenzaron- y luego también tanta lectura hizo que descansara algo mejor que otras noches. Ahora sí que puedo decir que estoy enganchado al libro que os comentaba en días pasados, Africanus. Estoy todavía en el primer tercio del mismo, pero las batallas entre Aníbal y los romanos me tienen ya hipnotizado y trato de recreear en mi mente aquellos momentos que pasaron a la Historia. ¡Qué tiempos! Ejércitos de miles y miles de soldados que se enfrentaban sin más armas que su propia fuerza bruta y en la que la estrategia de cada uno de los generales al mando muchas veces significaba la diferencia entre una victoria gloriosa o la más ignominiosa de las derrotas. Por no hablar de las luchas políticas en aquella Roma donde muchos anteponían más su gloria personal que el beneficio del pueblo que se suponía representaban. En eso no es que haya cambiado mucho la política, ¿verdad?

De modo que al final hoy me he levantado cerca de las ocho y media –hora actual-, con lo que puedo decir que el cambio más o menos no ha sido muy “traumático”. Ya veremos esta noche.

En estos momentos en los que os escribo, puedo transmitiros que me siento de verdad prácticamente igual que ayer; de bien quiero decir. Lo único que quizás he notado esta mañana es un poco más de fatiga al moverme por casa, supongo que por la anemia. Eso hace que mis pulsaciones se eleven con más facilidad de lo normal. Así que en cuanto acabe este Blog, me iré un poco a reposar al sofá, aprovechando que empezarán las carreras de motos que hoy se disputan en Estoril –Portugal-, si el tiempo lo permite claro está, porque ayer fue impresionante el aguacero que cayó sobre la ciudad lusa y que imposibilitó la realización de los entrenamientos de calificación.

Da gusto estar tan bien cuidado como me encuentro. Si es que hasta diría que estoy engordando. Ayer os ponía los dientes largos con la lasagna que tuvimos para comer, y justo ahora estoy escuchando ya por el pasillo el sonido de la sartén friendo en la cocina. Para este mediodía tenemos nada más y nada menos que un espectacular pitu de caleya, cortesía de mi tía, que como echa de menos el cocinarme sus espectaculares arroces con verduras, chuletones y pescados varios, le ha traído a mi madre un pollo que no sé cómo van a poder meterlo en una pota de lo enorme que es. ¡Ya estoy salivando sólo de imaginarme esa pedazo zanca de carne oscura cubierta de patatas fritas y pimientos rojos! Pero bueno, que todavía queda para eso más de dos horas…

Y para esta tarde tengo todo preparado para poder ver al Sporting. Como en casa de mi padre no tenemos decodificador de Telecable para poder comprar por PPV los partidos, lo que he hecho es adquirirlo por GolTV en su modalidad de visionado por Internet. Nunca antes lo había hecho, así que ya os contaré qué tal. Conectaremos eso sí unos cables del portátil a la televisión del salón para verlo por ésta a buen tamaño. Aunque no sé si merecerá más la pena no verlo tan grande. Bueno, confío en que hoy nuestro equipo nos dé una alegría porque de lo contrario la situación comenzaría de verdad a ser preocupante, y más si tenemos en cuenta que el próximo equipo que nos visitará será nada menos que el Real Madrid.

Bueno, disfrutad del domingo, que además siempre da un gustillo especial eso de saber que mañana es fiesta, aunque sea Todos los Santos, que siempre es sinónimo un poco de recuerdos y tristeza. Pero bueno, nosotros seguiremos a lo nuestro, así que recordad que sea como sea,,,“y mañana más”.

sábado, 30 de octubre de 2010

Día XI

Son de nuevo las doce del mediodía, cuando al igual que ayer, comienzo a escribir el Blog. Hoy tenemos un sábado treinta de octubre algo pasado por agua. El día está un poco oscuro y mientras pienso qué contaros, en mi portátil suena Non Me Lo Sò Spiegare –No me lo sé explicar- de Tiziano Ferro, gracias a la emisora online de RadioItalia a la que paso muchas horas conectado. La música: otra de mis pasiones y que como a la mayoría, creo, ha servido para acompañarnos en los momentos más felices, pero también en los que no lo han sido tanto.

Hoy he pasado una noche aceptable dentro de lo regular que duermo. Despierto muchas veces y sueño constantemente cosas que no me permiten descansar lo que debiera. Pero si a veces es imposible controlar los pensamientos estando uno despierto, ¿cómo hacerlo cuando se duerme? Lo que ha sido curioso es que después de contaros ayer la historia de mis recreos en el colegio, con los balones yendo y viniendo por el patio, he soñado con ello. ¡Qué caos que teníamos montado y qué esfuerzo intentando avanzar hacia la portería contraria! El balón parecía incontrolable y habría cientos de niños de por medio. Todo exagerado como sólo puede darse en un sueño. Pero al final éste se acababa conmigo colgado casi del larguero y voleando con rabia el balón dentro de la porteria. ¡Goooool! Y despertaba. Parece casi como una moraleja que mi cabeza quisiera transmitirme.

Lo que está claro es que no puedo en absoluto quejarme sobre cómo llevo hasta ahora este primer ciclo, aunque ya hemos comentado que a partir de hoy se esperan los días más complicados. Apenas tengo unas molestias abdominales que me dan un poco la lata, seguramente provocadas por la inflamación tanto del bazo como del hígado detectada en el TAC, pero que a medida que la quimioterapia haga su trabajo, seguro que irán mejorando. Sigo también con la garganta tocada, de modo que no puedo hablar demasiado, pero hasta en esto creo que he progresado desde que salí del hospital. Lo que más noto es una sensación general extraña, de que algo se está revolviendo en mi interior, pero sin que de momento me impida hacer vida “normal”. Tengo claro que tengo que aprovechar estos días en los que puedo comer bien y moverme por casa, para cuando a lo mejor esté un poco más bajo.

De hecho para hoy tenemos programada para el mediodía una espectacular lasagna, especialidad de mi madre. Os aseguro que un solo plato es capaz de llenar el estómago más voraz. Lo de la pasta es algo para analizar, pero de verdad que algunos parece que lo llevamos en los genes. Recuerdo cuando alguna vez mis padres se iban de viaje y yo “sobrevivía” a base de pasta. Nada del otro mundo, no os vayáis a pensar: la mayoría de las veces no dejaba de ser simple pasta blanca a la que eso sí, rociaba de un buen aceite y enterraba bajo una montaña de queso molido, parmesano por supuesto. Y si tenía por ahí una de esas pastas frescas rellenas entonces la fiesta estaba garantizada: se supone que son para dos o tres raciones, pero vamos, no dudéis que conmigo se iba el paquete entero.

De la pasta quizás el recuerdo más entrañable que tengo es cuando la hacíamos en Italia con mis abuelos. Veo así todavía la imagen de mi abuela –la nonna- “fabricando” uno a uno cada uno de los gnocchi. Y cuando nos trajimos la típica macchinetta para hacer nosotros la pasta en casa. Preparábamos la masa y luego la pasábamos una y otra vez por aquellos rodillos metálicos que yo me encargaba de mover cuando me dejaban hacerme cargo de la manivela. Era como un ritual. La macchinetta por ahí estará; no la hemos vuelto a utilizar, pero aun así todavía de vez en cuando mi padre se anima a preparar él la pasta como base para una buena pizza napoletana.

Bueno, os dejo, que hoy es sábado y tendréis muchas cosas que hacer. No os olvidéis que esta noche tenemos una hora más para dormir, para pasarlo bien, o simplemente para soñar con que… “y mañana más”.

viernes, 29 de octubre de 2010

Día X

Son las doce del mediodía cuando comienzo hoy a escribir el Blog, en este viernes –dejadme que me asegure en el calendario- veintinueve de octubre. Por lo que parece se nos ha acabado el sol y nos espera un fin de semana con nubes y lluvia. Y encima este sábado nos cambian la hora, con lo que siempre fastidia luego el que oscurezca tan pronto por la tarde. Escuchaba ayer por la radio que un porcentaje muy alto de personas quedan un poco mustias con este cambio horario invernal. Lógico: al final yo creo que a todos nos encanta la luz y que los días sean cuanto más largos mejor.

Escribo cuando no hace una hora que habré vuelto de Cabueñes, donde como sabíais tenía que pasar para un primer control después de mi estancia ingresado la semana pasada. Todo ha resultado muy sencillo, en gran medida por las grandes facilidades que me han prestado tanto las personas de Hematología como las del Hospital de Día, que han sido las que hoy me han atendido. Se acordaban todavía de mí, de cuando iba cada quince días a poner los famoso CHOP14, y mientras estuvieron hoy conmigo no dejaron de darme ánimos para que en esta segunda intentona vaya todo perfecto.

Lo primero que hicieron fue asignarme una habitación para que estuviera echado tranquilamente viendo la tele mientras llevaban la muestra de sangre a analizar. Después, mi mujer estuvo en Consultas esperando por los resultados, que serían los que dictaminaran lo siguiente a hacer. Finalmente sólo ha sido necesario realizar transfusión de plaquetas, que aun así estaban un pelín más altas de cuando dejé el hospital. No hizo falta por tanto transfusión de sangre porque mi hemoglobina se ha recuperado en parte y se encuentra en un nivel de seguridad que no requiere de hematíes adicionales. Lo que ya tengo son las defensas a cero, así que como comentábamos, los próximos días serán los más críticos a la hora de que algún bichillo quiera montar una fiesta a mi costa. Esperemos que no sea así y que el Neulasta que pusieron al inicio del tratamiento –que sirve para estimular el crecimiento de glóbulos blancos "sanos" en la médula ósea después de la quimio- y que en definitiva ayuda al cuerpo a combatir las infecciones, comience a trabajar si hace falta. Es curioso porque me han explicado que el Neulasta, únicamente actúa cuando detecta que no hay defensas. En caso de que éstas estén presentes en un número aceptable, el Neulasta permanece como aletargado, por decirlo así. Muy listo él: no se molesta en trabajar si no hace falta.

Por tanto ahora no nos queda más que esperar que estos próximos días sean tranquilos, y si así fuera, no volveríamos a Cabueñes hasta el martes, para repetir entonces la misma jugada de hoy.

Hoy, mientras veía la tele en el hospital, me llamó sorprendentemente una noticia: según parece La Comisión de Igualdad de la Cámara baja aprobó el martes una iniciativa que pide al Gobierno medidas para eliminar los "juegos sexistas" y los "estereotipos" de los patios de los colegios, implantando protocolos que fomenten un juego infantil que no distinga por género. No sé, pero a mí esto de que se pongan a vigilar y dirigir a lo que los niños y niñas juegan en el pasillo me chirría un poco.

Y esta noticia me trajo a la mente aquellos recreos de mi infancia en el colegio, con sus juegos. Para empezar por supuesto el entretenimiento general era el fútbol. Cada clase teníamos nuestras porterías marcadas en la pared donde en ocasiones pintábamos con tiza el nombre de la clase, de modo que podíamos juntarnos perfectamente cuatro o cinco partidos al mismo tiempo, todos entremezclados. Para quien lo viera desde fuera, aquello debía ser una locura, todo un espectáculo, pero nosotros nos apañábamos, y aunque alguna vez recibías un balonazo inesperado de la clase de al lado, seguíamos jugando como si tal cosa. Y como siempre las mejores ubicaciones en el patio exterior, o quién podía jugar en el que había bajo sótano lleno de columnas que había que esquivar, o quien en el de arriba, con sus porterías de verdad, era cuestión de edades.

Fuera ya del recreo matutino, lo que solíamos hacer luego a la tarde, era anticiparnos media hora a la entrada y dedicarnos por ejemplo al intercambio de cromos, otro de los clásicos de aquella época. Llegábamos así con nuestro taco de cromos repetidos –cuanto más gordo más importante te sentías- y con la lista de los números que nos faltaban -por si había alguna duda-; de este modo en el patio se multiplicaban los corrillos donde sólo se oían sipis y nopis según tuvieras o no el cromo que te mostraran. ¡Y qué orgullo te daba aparecer luego con el álbum completo para mostrárselo a los demás! Con ese cromo que todos codiciaban tener pero que sólo tú tenías.

Con los cromos competían las cánicas, con variaciones en los juegos, pero en los que básicamente el objetivo era limpiar a tu rival o rivales, todas las que pudieras. Ahí cada uno lo que llevaba era su bolsita con sus mejores armas escondidas en ella.

Y luego, cuando ya eras un poco mayor, llegaban los típicos juegos que supongo que entran dentro de los que ahora se quieren controlar. Aquel mítico ojo de buey, cuchillo y tijera por ejemplo, donde por equipos nos íbamos colocando en fila contra una pared, metiendo nuestra cabeza por entre las piernas del que teníamos delante y entrelazando nuestras manos formando así una hilera. El objetivo del equipo rival era saltar por encima de aquella columna de espaldas e intentar hundirla abajo. No sé cómo más de uno no acabamos con la espalda rota, pero lo cierto es que salvo alguna lesión sin importancia, nunca sufrimos baja de consideración.

Otro de los recuerdos que me han venido a la cabeza han sido las vueltas del colegio con mi hermano, ya cuando mi madre no bajaba a buscarnos. Teníamos que ascender todo General Suárez y siempre que llegábamos a la altura del antiguo Cuartel de Simancas repetíamos el mismo ritual. Al iniciar la acera él se paraba, me dejaba que echara a correr dándome unos metros de ventaja, calculando siempre de modo que terminaba por cazarme antes de que se acabara la acera. Para mí era un reto diario y que como ahora, pasito a pasito, conseguí que esa ventaja que me dejaba cada vez fuera más pequeña hasta que un día, pasados los años, de forma casi natural, fui yo el primero al final de nuestra particular carrera. Curiosa esta vida que me reencuentra de nuevo otra vez con mi hermano corriendo mano a mano. Esta vez llegaremos sin embargo los dos juntos.

Bueno, pues nada más; os deseo a todos un muy buen fin de semana, y ni hace falta que os recuerde que… “y mañana más”.

jueves, 28 de octubre de 2010

Día IX

Son las cinco y media de la tarde de este jueves veintiocho de octubre cuando empiezo a escribir el Blog. No sé por qué tengo metido hoy en la cabeza que es viernes, y hasta acabo de volver a escribirlo antes de tener de nuevo que rectificarlo. Supongo que serán las ganas de que los días pudieran pasar de dos en dos.

Este primer día en casa de mis padres ha sido la mejor medicina que podía recibir en estos momentos. Buena comida y todo el cariño del mundo para hacerme sentir de verdad muy contento y lleno de esperanza por lo que vendrá a partir de ahora.

Por supuesto no extrañé para nada mi cama; tantos años durmiendo en ella. Pero la verdad es que me había hecho a no escuchar la calle Feijoo, siempre tan concurrida de coches por la noche, con alguno que pasa en mitad de la madrugada golpeando con sus bajos en el cruce con General Suárez, haciendo que despiertes acordándote de toda su familia y deseando que al menos tenga que pasar por el taller para una buena revisión de bajos. O a no tener vecinos que se levantan y los oyes caminar por encima como si los tuvieras dentro de tu habitación. Me había acostumbrado a vivir sin nadie encima y entre calles por las que apenas pasan los gatos de noche, y eso sí que lo he notado. Pero será cuestión de acostumbrarse hasta que pueda volver a mi viejo piso sin ascensor. Mientras, lo dicho: a seguir disfrutando de la compañía de mi familia.

Para mañana nos toca subir a Cabueñes a primera hora, donde me esperan un par de transfusiones: la de glóbulos rojos y la de plaquetas. Haremos el correspondiente análisis sanguíneo de control y vuelta a casa. No creo que eche demasiado tiempo, aunque nunca se sabe. Las plaquetas son muy sencillas de infundir y en apenas media hora te han metido toda la bolsa. La sangre es más compleja porque en primer lugar va más lenta para evitar reacciones y porque además previamente la tienen que radiar. Mientras a mí me toque estar en el Hospital de Día donde me puedan tener aislado –provisto en cualquier caso de mi fiel mascarilla-, mi mujer irá a Consultas para que le den un nuevo volante para la siguiente sesión de transfusiones, que sería a priori el martes. -¡Recordad que el lunes es fiesta!-. Y tal vez puedan saber algo ya de los resultados de la analítica, aunque tampoco se espera que vayan a aportar nada nuevo.

Hay que ver la de comentarios en forma de mails o en el propio Blog que me estáis haciendo llegar con mi particular Cuéntame Cómo Pasó. Todos con su anécdota y con sus recuerdos llenos de ternura y nostalgia. Estáis dejando el listón muy alto y me lo paso en grande leyéndolos. Hasta me pedís por ejemplo que comente algún día esas maravillosas series que veíamos y que nos tenían a todos enganchados. Ahora mismo lo que se me viene a la cabeza era esa imagen al empezar alguna de ellas y en la que se podía ver un río con un enorme puente: era la sigla de introducción que tenía por aquel entonces la BBC, que se corresponde si no me equivoco a una vista del Tower Bridge. No sé, lo mismo me equivoco. Viene esto porque una de aquellas primeras series que casi tenía que suplicar ver era Los Roper. ¡Anda que no ha llovido! El problema es que de aquella funcionaban los famosos rombos -bueno, funcionaban los rombos y los padres, claro- y en función de que a los de la programación de turno les diera por poner uno o dos, me tocaba irme a la cama o poder ver la serie. Y lo mismo ocurría luego con los de Starsky y Hutch. Me hace gracia echar un vistazo a la televisión que podemos ver hoy a las cinco de la tarde y la que teníamos por aquel entonces. No sé si los de aquella época, los de La Cometa Blanca, Un Globo Dos Globos Tres Globos o Barrio Sésamo seremos mejores o tal vez somos menos tolerantes; lo mismo no somos más que un cúmulo de complejos fruto de aquel tipo de educación, pero veo, leo y escucho y diría que en general no vamos en el buen camino. Afortunadamente como en mi caso, nunca faltarán buenos padres para que crezcan buenos hijos. No tengo más que veros a alguno de vosotros para estar convencido de ello.

Bueno, a otra cosa, que esto corre el riesgo de transformarse en una Educación para la Ciudadanía, y nosotros ya estamos muy bien educaditos todos. Que lo que no quería olvidarme es de una buena amiga que hoy mismo me hizo llegar unas pulseras de colores, de esas que luce tanto el famoseo -justo ese de las cinco de la tarde-, hechas a mano por su madre, que la debe tener a destajo. Ya las llevo puestas en mi muñeca izquierda. Son tres pulseras, cada una de un color distinto que ni os voy a decir cuáles son porque me juego lo que sea a que el 90% de vosotros los acertaréis sin necesidad de mi ayuda. Ya veis: uno tiene que mantenerse a la moda, para que cuando vuelva a la vida normal, no parezca que venga de una caverna. ¡Muchas gracias!

Bueno, con el último sorbo del café –en realidad descafeinado- de la merienda, os envío un fuerte abrazo a todos… “y mañana más”.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Día VIII

Son las cinco de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este miércoles veintisiete de octubre. Y lo hago desde la habitación donde tantas horas pasé estudiando años atrás. Bueno, bien pasado creo que podía haber estudiado unas cuantas más y haber dedicado menos a mis fantasías y sueños. Lo cierto es que os escribo desde la casa de mis padres donde pasaré unos días mientras me recupero un poco. El hecho de no tener ascensor en mi casa nos ha hecho ser precavidos porque las últimas veces que había tenido que subir por ellas –y eso que únicamente es un tercero- me fatigaba enormemente. Así que veremos qué tal paso estos próximos días y luego ya decidiremos. De momento, ¡qué mejor sitio para estar que en casa de tus padres! Lo malo es que aquí sí que tengo recuerdos para dar y tomar, así que no os vais a poder librar de mis historietas de cuasi cuarentón. Con deciros que delante de mis narices tengo mi orla de la promoción del 89/90 del Codema. ¡Vaya caretos!

Vamos por partes: esta mañana la médico nos confirmó que lo mejor dado ya mi estado, y sobre todo teniendo en cuenta la fase de aplasia en la que entraré, era que dejara el hospital. En casa estaré mucho más protegido, pero eso sí, me advirtió de extremar todas las precauciones, por lo que no podré recibir visita alguna. Habrá que vigilar que no sufra sangrados y estar atentos a que no me suba la fiebre. Y ante cualquier síntoma extraño tocaría coger el petate e irse al hospital. Pero vamos a ser positivos y pensar que todo irá bien. Si es así -que será-, la primera cita la tengo para este mismo viernes en el Hospital de Día para que me infundan plaquetas y hematíes con el fin de mantener estables los valores sanguíneos. Será todo lo rápido que pueda ser para no tenerme por ahí deambulando mucho rato. Aprovecharán por supuesto para hacerme la correspondiente analítica y valorar de paso si procediera administrarme alguna dosis extra de defensas en forma de inyección de Neupogen o Neulasta. Luego no debería volver hasta el martes siguiente. Así que ese es el planning: que pasen los días e ir cumpliendo los pasos a recorrer.

Para ver luego en realidad si el tratamiento está funcionando o no habrá que esperar probablemente un par de semanas, y sería entonces cuando entraran a valorar la fecha para el segundo chute de quimio. Ahí dependerá todo de cómo mi cuerpo haya reaccionado y asimilado este primer envite y de si está listo o no para otro arreón. Si por mí fuera no esperaría ni un día más de lo preciso, pero sé que estas cosas no son como uno quiere. Lo importante es que esta vez sea la buena y lo que toca ahora en primer lugar es cargar de nuevo mis pilas de la paciencia y aprender a ver cada día como un pequeño éxito hacia el objetivo. Mirar más allá no hace sino llenarme de frustración y ansiedad.

Os hablaba al principio de la habitación donde os escribo. No sé ni las horas que pasaríamos mi hermano y yo jugando en ella de niños -y no tan niños- al Scalextric. Que llegaran las vacaciones de Navidad por ejemplo, era sinónimo de poner a montarnos aquellos circuitos que inventábamos, uno nuevo cada día. Porque el Scalextric –sin duda mi juego favorito de la infancia- comenzaba así: por un pequeño circuito circular que un día te regalaban tus padres, pero al que luego casi a cuentagotas, ibas añadiendo unas rectas, unas curvas, una chicane, un nuevo puente,,, nuevos coches. ¡Hasta un cuentavueltas mecánico rojo que a los dos días ya fallaba! Y así hasta que cuando te dabas cuentas no te cogía todo aquello en la habitación. Mi hermano y no nos dedicábamos por supuesto también a armar y desarmar coches, a cambiar escobillas, intercambiar motores, poner o quitar ruedas… Y por si todo esto fuera poco todavía se nos unían muchas veces nuestros primos que venían con su coche recién comprado o con más utensilios para pasar con nosotros la tarde. No sé, lo mismo un día le echo un vistazo al viejo Scalextric, aunque me imagino cómo estará. ¡Quién sabe! Igual me da una sorpresa y funciona. Ya se sabe que como los juguetes de antes ninguno.

Bueno, que me toca la merienda. Es una de esas pocas cosas buenas que tienen los hospitales, así que habrá que mantenerla.

Hoy no tengo la hermosa vista de Cabueñes, pero sin duda me encuentro igualmente mucho más feliz y tranquilo en mi habitación de siempre. Un fuerte abrazo a todos… “y mañana más”.

martes, 26 de octubre de 2010

Día VII

Son las seis menos cuarto de la tarde cuando comienzo a escribir hoy el Blog, en este martes veintiséis de octubre. Como todos los días me encuentro sentado frente a la mesita de mi cama, mirando por la ventana el paisaje que me permite contemplar la ubicación de la habitación. De vez en cuando atisbo a lo lejos un coche que aparece y desaparece conforme va ascendiendo entre los árboles que bordean la carretera que desde Somió llega al Infanzón.

De momento todavía me tocará pasar esta noche en el hospital. A mediodía la médico me comentó que si todo fuera bien es probable que mañana o a más tardar el jueves, pudiera irme para casa. Todo dependerá de que no surja ahora ninguna fiebre o complicación imprevista. Hoy los análisis han mostrado una pequeña mejora en el nivel de hemoglobina, aunque las plaquetas siguen muy justitas, por lo que todavía a estas horas estoy a la espera de una transfusión prevista para esta tarde. La prueba más clara de que las plaquetas están bajas la hemos tenido hoy al quitar una de las vías que tenía en mi brazo, al resultar un poco más laborioso de lo que sería normal el detener el sangrado. Pero bueno, la noticia también es esa: ya me han retirado todos los goteros y me hidrato sin más bebiendo agua, mientras que la medicación es por vía oral. Me quedan de todos modos todavía dos vías por retirar, una probablemente lo hagan esta misma noche después de infundirme las plaquetas para darles tiempo a actuar. La otra, más fina, la dejarán para cuando me vaya y así no tener que volver a pincharme si necesitaran de ella.

Lo que está pendiente de organizar es el tema de mis traslados al hospital. Al parecer van a intentar el que puedan venir a pincharme a mi domicilio para las correspondientes analíticas, de modo que únicamente tuviera que acudir al hospital para las transfusiones. Con ello reducimos a la mitad el número de salidas de casa, que no es poco, y por tanto, el cansancio que ello pueda provocarme, además de minimizar los riesgos de pillar cualquier bicho indeseable, que en los próximos días será lo más crítico. Lamentablemente eso es algo que nunca sabes dónde puedes encontrarlo, y hace que estés en un estado de permanente alerta. Pero habrá que volver a aprender a convivir con ello. Al final te sientes como una hojita que el viento mueve a su antojo y sólo puedes confiar en que éste sea benévolo contigo y caigas siempre en lugar seguro. Hasta ahora ha sido así y no tiene por qué cambiar.

Hace bien poco que he acabado de ver la película de vaqueros que todos los días echan por la TPA, y así, por hablar un poco de televisión, hoy se me ocurre contaros que ayer por la noche esperaba con curiosidad la nueva serie que en Antena3 se estrenaba bajo el título de Hispania. Siempre me ha apasionado la novela y el cine histórico, y mucho más si tenía que ver con la Historia -con mayúsculas- de Roma. Si embargo tengo que confesaros que no aguanté aquello ni media hora. No sé si eran los actores, la puesta en escena o lo que fuera, pero ¡por Dios!, si aquello rozaba lo ridículo: es que escuchabas hablar a los hispanos y romanos que parecía que fueran del mismo centro de Carabanchel... Por no hablar de su estética, que había uno que era clavadito a Hugo Silva, el actor que diera vida a Lucas en Los Hombres de Paco, con su media melena lisa y barba perfectamente cuidada. ¿De verdad iban tan arregladitos en aquella época los hispanos? Bueno, supongo que también tendrá que ver el hecho de que estando enfermo, uno es más exigente con todo. Y no dudo en absoluto que haya un montón de gente que la habrá visto también y que le haya encantado. Pero para mí no es. En cuanto vuelva a casa seguiré con el libro que estaba leyendo, Africanus, el primero de una trilogía que creo que os había ya contado, y que narra las andanzas de Publio Cornelio Escipión, el más grande de los generales de la antigua Roma. Lo bueno de un libro es que todos podemos fantasear con el aspecto de los personajes, con los paisajes, y podemos malearlo a nuestro antojo.

¡Vaya!, ahora no sé por qué pensando en esto de la televisión he recordado el día en que la tele de color llegó a mi casa. ¿Sabéis qué programa fue el primero que vi por aquella pantalla mágica? Uno en el que salía el popular presentador Iñigo. ¿Os acordáis de él? Con su bigote que parecía que no tenía labio ¡Qué emoción que sentimos todos en casa con aquella tele! Bueno, sobre todo supongo que mi hermano y yo, como críos que éramos. Hasta entonces habíamos estado con una televisión suiza en blanco y negro que mis padres habían traído con ellos al trasladarse a España. Y todavía creo recordar que alguna vez nos dio servicio cuando la nueva tuvo algún problema. Lo que les costaría aquel televisor a mis padres ¡Cómo ha cambiado todo! Ahora que sólo nos falta tener una televisión en el cuarto de baño. A veces es bueno recordar cuando un simple Lego te hacía sonreír y crear historias durante horas y horas. No necesitábamos para nada de PSPs, ¿no os parece?

Bueno, hoy no os doy mucho más la lata, que esto parece el baúl de los recuerdos. Deciros que me encuentro feliz por poder seguir cada día contándoos lo primero que se me venga a la cabeza y saber que vosotros estáis ahí para leerlo.

Un fuerte abrazo a todos… “y mañana más”.

lunes, 25 de octubre de 2010

Día VI

Son las seis de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este lunes veinticinco de octubre. Fuera ahora mismo hace sol aunque veo las hojas de los árboles moverse y da la sensación de que el día está más bien fresco. Afortunadamente yo aquí tengo calefacción central que arranco en cuanto noto que la habitación está un poco por debajo de la temperatura que a mí me gustaría. Es de esos sistemas antiguos formados por un único radiador enorme, de fundición, y que a poco que lo tienes encendido aguanta el calor durante un buen rato.

Esta mañana no he tenido novedad alguna ya que no tocaba hacer análisis. De todos modos tampoco habrán cambiado mucho las cosas. Ayer como sabéis fue el último de quimio y ahora es el turno de que ésta haga su trabajo. Tocará esperar así que pasen los días para ir viendo entonces cómo los parámetros sanguíneos evolucionan, aunque en realidad no sé cuánto tiempo habrá de transcurrir para que sepamos si está habiendo respuesta. Lo que ocurrirá en primer lugar será que mis valores sigan estancados por la propia acción de la quimio y que tendré que realizar más transfusiones para que no bajen aún más. A partir de un cierto día, si todo fuera bien, es probable que la médula comience a trabajar por sí misma, haciendo más espaciadas dichas transfusiones. Quizás lo que más me irrita de todo esto sea precisamente esa relativa aleatoriedad, ese no poder tener marcados los pasos que iremos dando con mayor claridad, esa falta de respuestas y ese sentirme controlado por la enfermedad y no poder ser yo quien la controle a ella. Cada persona es un mundo y cada uno de nosotros reaccionaríamos de forma distinta a un tratamiento como este, y no digamos ya cuando entran en juego otros factores como el hecho de que hace apenas dos meses que salí de la Unidad de Trasplantes de Oviedo. Es imposible establecer qué va a pasar mañana y eso a veces resulta muy frustrante. Tengo que hacerme a esa idea cuanto antes. Lo contrario es engañarme.

De lo único que puedo estar por el momento más que satisfecho es que he pasado esta semana en el hospital sin apenas molestias y eso es algo que hubiera firmado cuando ingresé el sábado pasado con la fiebre tan alta. No he tenido revolturas con la quimio y he mantenido intacto en todo momento mi apetito, algo que siempre es buena señal. De hecho hasta tengo la cara más regordeta de lo habitual, aunque eso tiene su explicación en los corticoides que me han ido administrando durante el tratamiento.

Volviendo al pasado y por recordar tiempos mejores, siempre quedarán grabados en mí aquellos días de verano en Perlora, cuando la ciudad fantasma en la que ahora se ha transformado la localidad vecina a Carreño, era un hervidero de gente. Recuerdo cómo mis padres se levantaban a primerísima hora para prepararlo todo: comida, nevera, toallas, ropa… Eran los tiempos de aquellos recipientes de metal, en los que en la parte de arriba colocabas la tortilla y en la de abajo los filetes empanados. Y luego que no faltara tampoco la ensaladilla rusa. De Gijón a Perlora tardábamos como media hora en llegar, y lo hacíamos casi de los primeros, porque de lo contrario era imposible aparcar y sobre todo encontrar un buen lugar donde asentar el campamento. Pero al final éramos casi siempre los mismos y la gente poco menos que respetaba tu sitio porque sabía que acabarías por llegar. Nosotros solíamos situarnos junto a las pistas de tenis, donde mis primos y yo pasábamos horas y horas jugando, mientras que mis padres y mis tíos se entretenían cada uno con lo suyo: casi siempre los hombres yéndose a pescar y las mujeres jugando a las cartas o dando un paseo.

Aquellos días parecían no acabarse nunca: por la mañana nos íbamos a bañar a La Isla, una especie de balsa, próxima a la Iglesia de Perlora, donde la mar estaba por lo general mucho más calmada que en la siempre revuelta Playa de Carranques. Luego lo mismo nos íbamos a dar un paseo hasta cualquiera de los merenderos que en Perlora había, como comprábamos en las tiendas del centro un helado, jugábamos en aquellas primerísimas máquinas de videojuegos a cinco duros y para cuando nos dábamos cuenta estábamos todos comiendo bajo una sombrilla. Después, nada de siesta: a volver a jugar. Daba igual si tenis, baloncesto, fútbol, o incluso andar en bici si alguno de nosotros la había llevado. Todavía nos dábamos otro baño por la tarde, éste por lo general en la playa que estaba situada justo debajo de La Cabaña, otro merendero, donde recuerdo que llegó a haber una bolera. Y luego a seguir haciendo diabluras hasta que nos reclamaban para la cena. Porque cenar incluso cenábamos allí antes de volvernos completamente agotados cuando ya casi no quedaba ni un rayo de sol. Y así un sábado y un domingo, uno tras otro, y siempre con la misma ilusión por ver que al despertar hiciera sol y sentir desde la cama el olor de aquellos filetes empanados. Quería decir que nos íbamos a Perlora.

Bueno, ahora os dejo, que voy a ver si echo una partidilla a las cartas, que no hay que perder las buenas costumbres. El Parchís lo dejaremos para cuando estemos en casa, ya veremos cuándo. Lo importante es que todo siga como hasta ahora; o mejor, claro.

Un fuerte abrazo a todos… “y mañana más”.

domingo, 24 de octubre de 2010

Día V

Son casi las siete y media de la tarde de este domingo, veinticuatro de octubre, cuando comienzo a escribir el Blog. Hace apenas unos minutos que hemos acabado ya con la última sesión de quimio. Ahora sólo queda esperar a ver qué tal la tolero y si no hay complicaciones, puesto que ésta fue la que me dio una reacción bastante fuerte cuando me la administraron en la Unidad de Trasplante. Mañana tocará seguir con análisis rutinarios y con los antibióticos para hacia el miércoles poder irme a casa.

Los análisis que me hicieron esta mañana siguen mostrando que estoy bajo mínimos. De todos modos hoy no me han transfundido sangre, aunque sí plaquetas. Lo normal y esperado es que en los próximos días tengamos que mantenernos a base de trasfusiones ya que la quimio será la causante de ese estado de aplasia, que sin ser tan radical como cuando me prepararon para el trasplante, sí que será bastante agresivo. Confiaremos en poder superar esos siete o diez días críticos en los que los sangrados e infecciones podrían aparecer sin previo aviso.

La mañana la empecé viendo la F1, o más bien intuyéndola, porque como muchos de vosotros sabréis a las ocho no se pudo tomar la salida, con lo que dejé la tele encendida sin apenas voz, y para cuando me desperté de nuevo, ahí seguían todavía. Al final entre aplazamientos y coches de seguridad la carrera acabó rayando las doce del mediodía, así que estuve entretenido, y sin encima pudimos disfrutar de una victoria de Ferrari que pone el mundial en bandeja, pues miel sobre hojuelas.

La victoria de Alonso arroja una moraleja que hoy me sirve de inspiración: que es necesario estar siempre ahí, perseverar sin desánimo aunque por momentos las cosas parezcan torcerse, porque si estás ahí, a veces pueden ocurrir cosas, y cuando menos lo esperas te encuentras con que algo que parecía casi imposible se transforma en realidad. Pero para ello lo primero es creer que puede suceder.

Una pena que la tarde me la estropeó un poco el ridículo del Sporting en Getafe donde caímos por un contundente tres a cero. Parece que va a ser una temporada marcada una vez más por la irregularidad. Creo que todos ahora firmaríamos con lograr la salvación aunque sea en el último suspiro.

A veces trato de recordar cómo nació en mí esta afición tan fuerte hacia el fútbol. Todo empezó como en casi todos los niños, dándole patadas a un balón de plástico en un parque, porque de aquella, lo de los balones de reglamento –como así se llamaban a los de cuero- eran casi un objeto de lujo. Tengo fotos por casa en las que se me ve luciendo esa primera equipación del Sporting que me regalaron cuando tendría ocho años, con el nueve a la espalda, como tenía que ser. Curiosamente fue al llevar esas fotos a revelar al fotógrafo cuando éste, animó a mis padres a que me llevaran a entrenar con El Arenal, un club en el que aquel fotógrafo conocía gente que seguro que estaría encantado de que pudiera probar con ellos. Y así fue: los peques no teníamos campo de entrenamiento, y nos ejercitábamos justo en los terrenos que rodeaban a la Plaza de Toros. Comencé jugando como central, más que nada porque era un poco más grande que el resto de compañeros, y seguramente porque también tenía menos calidad que ellos para ejercer otros menesteres, pero en mi segundo año gracias a un partido en el que conseguí un par de goletes, el entrenador decidió que mi posición natural era la de ariete. Fueron así dos años los que jugué en El Arenal. Luego, cuando llegó la edad de pasar al equipo alevín, recuerdo que nos llevaron el primer día a entrenar a la Playa de San Lorenzo y que el entrenador en cuestión, pasó olímpicamente de los nuevos, centrándose únicamente en los niños que eran de segundo año. Aquello me disgustó muchísimo y al llegar a casa dije que no quería volver a entrenar en aquel equipo. Seguramente fue un berrinche de un niño de nueve años, pero eso hizo que durante una temporada no jugara nada más que en el patio del Corazón de María. Eso sí que no me lo iba a quitar nadie. De nuevo animado por uno de los curas que nos veía jugar en los recreos, me decidí a realizar una prueba para el nuevo equipo alevín que se iba a formar en el colegio. Éramos unos cincuenta niños los que fuimos durante un par de días los campos de Claret de Contrueces. El entrenador, con el que todavía mantengo una espléndida relación, me preguntó de qué jugaba. Le dije que arriba. Me puso de delantero centro aunque le advertí que me gustaba más por banda –más que nada porque nunca supe rematar de cabeza-, pero en apenas un partido le convencí con unos cuantos goles. Cuando me llamó al banquillo me dijo que estaba fichado. Fue uno de los días más felices de mi niñez. Era todo tan sencillo.

Bueno, que basta por hoy de batallitas. Si eso otro día sigo con alguna que otra aventura como cuando en juveniles nos tuvieron que sacar de Llanes la Guardia Civil escoltados o cuando le metimos veintiocho a uno al Coinma, con ocho goles de quien firma el Blog. Pero lo dicho: basta por hoy, que no quiero cansaros.

Como siempre os envío un fuerte abrazo a todos y con la seguridad de que … “y mañana más”.

sábado, 23 de octubre de 2010

Día IV

Son las cinco y cuarto de la tarde de este sábado veintitrés de octubre cuando comienzo a escribir el Blog. Hoy las cosas están yendo mejor que ayer en lo que a horarios se refiere, y de esta forma, al menos ya tengo una mano libre de goteros –la izquierda-, mientras que mantengo la derecha como de costumbre unida a la quimio a través del palo de peregrino con el comparto vida, y que más bien parece un árbol de Navidad dada la cantidad de frascos –hasta seis- que a veces cuelgan de él. Si se mantiene el programa establecido mañana únicamente tendría una sesión de quimio con lo que acabaríamos este primer ciclo. A partir de ahí tocaría esperar la evolución del tratamiento y reponerse de la mejor forma posible a la espera del segundo que podría ser en unas cuatro semanas.

Mi estado de ánimo sigue asemejándose al de una noria, aunque intento por todos los medios estar el mayor tiempo posible en lo más alto; pero inevitablemente son muchas horas las que pasas metido en esta habitación y creo que es lógico que haya momentos no tan buenos. Esta mañana ha pasado la médico de guardia, a la que ya conocía de cuando me tocaba venir al Hospital de Día en Cabueñes, y me ha dado muchos ánimos. Además me ha transmitido todo el cariño de parte del servicio de la Unidad de Trasplantes de Oviedo, con los que ayer mismo mantuvo una conversación al llamarles éstos para interesarse por mi estado. Sé que están muy pendientes de mí y eso me tranquiliza y me da fuerza para seguir luchando. Desgraciadamente –o a veces quién sabe si afortunadamente- aunque la medicina no es una ciencia exacta, la Dra. que llevó todo mi trasplante y posteriores revisiones, se muestra convencida de que a pesar de las dificultades podemos lograrlo.

Estos días en los que lo que sobran son las horas para pensar de todo, volvía a mi cabeza una vieja teoría mía, que no llega ni a rango de filosofía, con la que en alguna ocasión he atormentado a quienes han tenido que padecer el escucharla, normalmente eso sí, mitigados en parte sus efectos dañinos para la mente gracias a la ingesta de unas buenas pintas de cerveza. Intentaré ahora aprovecharme de vuestra compasión para en cuatro líneas explicaros en qué consiste mi teoría de los eslabones, que es como la denomino. En realidad podía haberla llamado de cualquier otro modo. Y que me disculpen quienes ya la conocen, y más aún quienes a partir de ahora formarán parte de este sufrido club.

En realidad todo parte de una premisa -que lo mismo no es cierta y me hunde todo el cotarro pero aceptémosla igualmente-: cada uno de nosotros estuvimos de algún modo u otro en el primer instante de vida humana que hubo en este planeta. Fácil de entender, ¿no? Según mi punto de vista no somos más que un eslabón en una cadena que desde ese instante se fue generando -en realidad fueron millones de cadenas distintas- y que por una serie de casualidades nunca ha llegado a romperse. Si por ejemplo mi antepasado prehistórico que gustaba de salir a cazar con los amigotes en las noches de luna llena, se hubiera despeñado por cualquier acantilado antes de tener a su prole -en concreto al miembro que habría de continuar con mi cadena-, a estas horas yo no estaría aquí sentado escribiendo estos disparates. O si a mi no sé cuántas veces tatarabuelo romano, metido en guerras todo el día contra quien hiciera falta, lo hubiera mandado al limbo un resfríado en plena campaña por las Galias antes de perpetuar su estirpe, otro tanto podríamos decir. Y así una y otra vez durante cientos y cientos de generaciones en los que la cadena pudo llegar a estar tirante, a punto de romperse, pero nunca acabó por ceder. Sería fantástico tener esa máquina del tiempo con la que todos en alguna ocasión hemos soñado para ver una a una todas esas vicisitudes en las que por puro azar la cadena no llegó a quebrarse.

¿Que a qué viene esta tontería de los eslabones? ¡Qué sé yo! Supongo que será tanta medicación. Pero lo cierto es que me he planteado un objetivo por encima de todos: que no seré yo el último eslabón de mi particular cadena. Así que para lograrlo ya sabemos qué toca.

Mañana de verdad que os prometo que si la quimio lo permite, volvemos a mis recuerdos, tal vez con alguna historieta de la universidad, como cuando me dedicaba a escribir de pe a pa la revista que luego vendía para sacar unas pelillas. O del colegio cuando fuimos la primera clase mixta en una edad tan “apropiada” para ello como Primero de BUP. O mis andanzas por el barrio de El Coto con la cárcel y el cuartel en pleno apogeo. Treinta y ocho años dan para muchas historias. Y tenemos mucho tiempo por delante.

Disfrutad de este fin de semana y a ver si nos llevamos alguna alegría con el Sporting y con Ferrari. Como siempre os envío un fuerte abrazo a todos y con la certeza de que … “y mañana más”.

viernes, 22 de octubre de 2010

Día III

Son nueve y veinte de la noche cuando comienzo hoy a escribir el Blog. Aunque no lo creáis me ha sido del todo imposible ponerme antes. Ahora mismo acabo de cenar en un día en el que se han ido acumulando retrasos tras retrasos, primero con la quimio, luego con las plaquetas y para acabar con la transfusión de sangre, de modo que he tenido que estar en la cama prácticamente sin moverme desde poco antes de las doce de la mañana, un auténtico suplicio.

Así que hoy simplemente os escribo para contaros que dentro de lo mal que llevo el estar encerrado en esta habitación y el cabreo que a veces me hace rozar la desesperación, lo gracioso es que no puedo quejarme: sigo sin fiebre y la quimio por el momento no me está dando problemas. Sin embargo los médicos ya me advierten que en realidad lo peor vendrá precisamente cuando pasen estos días de tratamiento, pues a partir de ese momento es cuando irán progresivamente cayendo las defensas, hemoglobina y plaquetas, y por tanto, cuando podrán surgir los principales problemas. Habrá que confiar en que mi médula reaccione y pueda reponer en parte ese déficit que en cualquier caso compensaremos también a base de transfusiones e inyecciones.

Para mañana el planning será más o menos el mismo, es decir, quimioterapia por partida doble y transfusiones de plaquetas y sangre, junto con la correspondiente inyección de Neupogen. Espero que por lo menos no sea tan pesado el día y pueda tener un poco de tiempo para moverme con el palo por la habitación, que si no las piernas se van cargando.

Ahora en cuanto publique este miniblog, me pondré a ver un poco la tele. Creo que por La Primera ponen una película de acción “facilona”, de esas que no hace falta seguir con mucha atención para saber por dónde van y cómo acabarán. A ver si hoy duermo algo mejor, porque esta noche la verdad es que entre las veces que me despertaron para cambiarme frascos y las que desperté yo, no debí dormir más de hora y media seguida en ningún caso. Menos mal que por la tarde pude echar una pequeña siesta.

En fin, que un día más que ha pasado y como siempre os envío un fuerte abrazo a todos y con la seguridad de que … “y mañana más”.

jueves, 21 de octubre de 2010

Día II

Son las cinco menos cuarto de este jueves veintiuno de octubre cuando comienzo a escribir el Blog. En breve, sobre las cinco, me traerán la merienda como todos los días. No es que tenga mucha hambre porque hoy he comido algo tarde ya que tenía que esperar a que se acabara uno de los medicamentos de quimio que me infunden, el que dura dos horas, para poder al menos tener un brazo un poco liberado y comer de este modo un poco más a gusto. De todos modos la merienda no es que sea para tirar voladores, que seguro que la conocéis de alguna visita al hospital: un café o té según se escoja y un paquete de galletas tostadas. Yo en cualquier caso tengo por ahí escondido para estados de emergencia “complementos vitamínicos” en forma de napolitanas rellenas de chocolate y alguna que otra barrita de muesli, que no es plan tampoco de pasar hambre.

Hoy he leído en la prensa regional que una de las compañías que operan en nuestro ya de por sí mal comunicado aeropuerto, ha decidido eliminar alguna de sus conexiones directas, entre ellas la que unía Asturias con Bruselas, algo que me irrita muy especialmente por motivos personales. No sé qué pasa con nuestra región pero a las malas comunicaciones por carretera y tren, parece que ni siquiera se quiere poner remedio con un aeropuerto aceptablemente comunicado y con unos precios de billete razonable. Al contrario: los billetes son de lo más caro en el horizonte nacional y las conexiones cada vez son menores en número. Es el precio que paga una región sin ningún tipo de peso político a nivel nacional. A fin de cuentas, ¿de cuántos diputados estamos hablando? Ridículo. No interesamos.

Todo este asunto de las comunicaciones me retrae a mis recuerdos de infancia cuando en verano, casi siempre en Agosto, nos íbamos a Italia a ver a mis abuelos y resto de familia. Las primeras veces lo hicimos en tren, y dado lo pequeño que yo era, prácticamente no recuerdo nada de aquellas ocasiones, salvo que eran viajes muy largos, con varios trasbordos de por medio, con mis padres cargando con maletas como porteadores y encima con un par de niños bajo el brazo, que afortunadamente para ellos no eran demasiado traviesos. Eran horas y horas en tren, metidos en compartimentos incómodos y rebosantes de gente, algunas más agradables que otras. Sí que recuerdo las barritas de Toblerone que mis padres nos compraban para endulzarnos la pesadez de permanecer tanto tiempo enclaustrados en aquellos compartimentos. ¡Qué bien sabían!

Luego llegaron los viajes en coche. Teníamos para la ocasión un SEAT 127 color marrón que nunca nos dio un problema. Eran los finales de los setenta e inicios de los ochenta. Recuerdo que salíamos de sábado hacia las seis de la mañana, hacíamos una primera parada en San Vicente de la Barquera para desayunar y comprar pan, y más o menos comíamos ya en las inmediaciones de la frontera con Francia. De aquella lo de la Autovía del Cantábrico era ciencia ficción y hasta Bilbao lo único que encontrabas era una nacional infernal como pocas. Desde ahí la cosa cambiaba bastante, y una vez que te adentrabas en territorio francés prácticamente salvo algún tramo, el resto era todo autopista. De hecho, una vez que alcanzábamos Marsella, no abandonábamos la autopista hasta la salida que nos dejaba en nuestro pueblo, después de atravesar Italia de norte a sur. En total recorríamos dos mil trescientos kilómetros. La primera noche la hacíamos en Francia, por la zona de Toulouse mientras que la segunda ya era pasada Génova y sus cientos y cientos de túneles por aquella impresionante autopista alpina. La llegada era por tanto de lunes, a la hora de la comida. Aquello debieron ser las dos o tres primeras veces, porque luego los tiempos se fueron recortando, en parte por las mejoras de la carretera en España, en parte por el cambio de automóvil, de modo que las últimas veces que fuimos en coche conseguimos plantarnos en día y medio, lo que no estaba ya nada mal. No sabría decir las veces que en total iríamos a Italia en coche, pero seguro que no fueron menos de diez veces. Toda una aventura.

De aquel mes que luego pasábamos en el pueblo no tengo nada más que muy felices recuerdos: los lunes el mercado, las fiestas –Il Festone- a finales de agosto, los helados de limón en la plaza del pueblo, las tertulias inacabables delante de la casa de mis abuelos… El pueblo no es que fuera gran cosa –y sigue sin serlo por lo que pude comprobar la última vez que estuve ahí hace tres años-, pero tenía ese encanto de los pueblos del sur de Italia, con sus colores característicos y su gente extremadamente alegre y expresiva. La alegría de vivir conformándose con lo que se tiene en cada momento y disfrutando al compartirlo con los uno más quiere.

Sobre el idioma no sabría deciros cómo aprendí italiano. En mi casa nunca se habló otra cosa que no fuera castellano. Pero debieron bastar los cuentos que mi padre me narraba en italiano en la cama, para que mi oído se fuera haciendo al idioma, de modo que luego con aquellas estancias veraniegas no me resultó complicado y fue en cierto modo un aprendizaje natural para un niño. De hecho no sólo entendía y hablaba italiano, sino que también comprendía con cierta soltura el napolitano, el dialecto que se hablaba en la zona, y que por supuesto era lo que utilizaba la gente mayor como mis abuelos.

En fin, que otro día os cuento más de mis veranos por Grottaminarda, que es como se llama el pueblo, y que se encuentra cercano a la provincia de Avellino, en plena región de La Campania, a unos noventa kilómetros de la gran Napoli. Como me he autoimpuesto objetivos para cuando finalice mi curación, uno de ellos será volver a revivir uno de aquellos Festone a finales de Agosto, saboreando un bel gelato al limone en pleno centro, en las terrazas del Ciotola.

Volviendo a la tranquilidad de mi habitación, hoy ha vuelto a ser un día bastante llevadero. De momento llevo bien la segunda jornada de quimioterapia, aunque los médicos siguen advirtiéndome de que la situación es complicada por los bajos parámetros sanguíneos y que en cualquier momento podrían aparecer problemas en formas de infecciones y sangrados, aunque por supuesto tampoco es que sea algo seguro. Dependerá muy mucho de la fortaleza de mi cuerpo y como siempre de la suerte. Esta mañana me han vuelto a infundir plaquetas, ahora con la merienda me han inyectado el Neupogen para las defensas y creo que luego vendrán con la bolsa de sangre para tratar de compensar en la medida de lo posible la anemia que sufro. Mañana volveremos a hacer análisis de sangre para ver cómo está la situación.

En fin, que esto no acaba sino de empezar y aunque he tenido días mejores estoy convencido de que a medida que pasen los días iré ganando confianza. Luego, si todo va bien y recibo el alta, supongo que en casa todo será más fácil, aunque tendremos que seguir extremando las precauciones porque el estado de aplasia al que me va a conducir este tratamiento de quimio, me dejará un poco vulnerable sobre todo las primeras dos semanas. Pero no hay otro camino y ahora que hemos decido tomarlo no nos queda sino seguir avanzando, aunque sea pasito a pasito.

Bueno, nada más por hoy. Como siempre un fuerte abrazo a todos, muchísimas gracias por vuestros mensajes de ánimo… “y mañana más”.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Día I

Son las seis de la tarde de este veinte de septiembre cuando comienzo a escribir el Blog. Lo hago sentado en mi cama del hospital donde estaré “alojado” al menos hasta el lunes, de cara a la ventana, desde donde puedo ver la hermosa ladera de Cabueñes donde a estas horas el sol todavía ilumina las privilegiadas casas que ocupan esta zona privilegiada de Gijón.

Hoy cuando me disponía a escribiros pensaba en qué podía hacer para que a la vez que este Blog os sirva de información sobre cómo van las cosas, me resulte también útil a mí –más aún de lo que siempre lo ha sido- para afrontar con el mejor de los ánimos posibles este reto que tengo delante de mí. Vuestros mensajes de apoyo han sido la mejor de las medicinas posibles y estoy seguro que sin ellos no habría llegado tan lejos. Lo que pasa es que cuando pensábamos que estábamos llegando a la meta nos han dicho por sorpresa que tenemos que dar una vuelta más. Así que os voy a contar un secreto: cuando salía a correr y por mi cabeza aparecía la tentación de pararme y abandonar, lo que hacía era liberar mi mente y fugarme a lugares o recuerdos donde me sentía feliz. De este modo me olvidaba de la sensación de esfuerzo y seguía avanzando. Para cuando quería darme cuenta había alcanzado la meta. Y eso es lo que voy a hacer en estos próximos capítulos del blog: os iré narrando pequeños flashes de mi vida, sin pretender en absoluto transformar esto en unas memorias –que para eso hay que ser alguien muy importante o estar próximo al final y yo no cumplo ninguno de los dos requisitos-, pero que seguro que más de una os resultará curiosa y os ayudará tal vez a conocer un poco más sobre mi carácter un poco peculiar.

¿Por dónde empezamos? Bueno, en esta ocasión y sin que sirva de precedente seré ordenado y comenzaré por el principio. Muchos de vosotros sabéis que para mi desgracia –que nadie se ofenda, sabéis que lo digo en broma- nací en Oviedo. Mis padres habían llegado de Suiza donde ya habían tenido a mi hermano, pero una vez que decidieron trasladarse a España a vivir, ya con mi madre embarazada de mí, prefirieron hacerlo antes de que yo naciera para facilitar las cosas. ¡Lo que yo les hubiera agradecido que se hubieran esperado a que como mi hermano hubiera nacido en Suiza! ¡Eso sí que luce! Por aquellos años la zona de la Cuenca era un buen lugar para asentarse, y además ahí vivían mis abuelos maternos, así que los tres primeros años de mi vida transcurrieron en Sama de Langreo, justo delante del parque. Como por aquel entonces no existía el Hospital de Villa, fue por ese motivo por el que fui a nacer en Oviedo, un secreto que he tratado de mantener con poco éxito en secreto. Afortunadamente mi carnet de identidad italiano no hace referencia a ese hecho.

De esos tres primeros años como supondréis apenas tengo recuerdos. Sé que mis primeros meses fueron complicados y que pasé algunos de ellos en el hospital por culpa de problemas estomacales. Sin embargo ya por aquel entonces mi cuerpo demostró que hacía falta mucho para poder conmigo y conseguí salir adelante. Lo poco que guardo en mi mente son como fotografías aisladas en las que corro por el parque de Sama, persiguiendo las palomas y las hojas. Mi vicio además por lo que me han contado era el ir todos los días al kiosco ambulante del parque con una peseta en la mano para que el kiosquero nada más verme llegar me diera una galleta de chocolate que sí recuerdo envuelta en su papel de plata de color rojizo por fuera. El problema de comunicación surgió el día que yo no quería ya la galleta de chocolate y aquel buen hombre se empeñaba una y otra vez en dármela ante mi desesperación y las risas de mis padres.

Volviendo al presente comentaros que hoy hemos iniciado la quimio. De momento a parte de los líquidos normales para hidratar mi cuerpo me están administrando dos tipos de quimioterapia que mantendré durante los próximos cuatro días. Es un poco complejo porque mientras que una de ellas es una bolsa que tarda dos horas en ser administrada, la otra es para tenerla veinticuatro horas al día. Es decir, que tengo una máquina infusora permanentemente funcionando y que gotita a gotita va introduciendo el medicamento en mi cuerpo. Así que tengo que andar con el palo del gotero todo el día a cuestas, pero evitando moverme demasiado para que la máquina no se obture y tengan que venir a solucionar el problema. Cuando acabemos el domingo con estos dos medicamentos, cerraremos el ciclo con la administración de un tercer componente de la quimio, con lo que si todo fuera bien, tal vez el lunes o el martes pudiera recibir el alta. A partir de ahí tocarían los análisis oportunos para ir vigilando mi evolución y de este modo determinar cuándo realizaríamos el segundo ciclo, que sería idéntico a éste, es decir, con ingreso de unos cinco o siete días aproximadamente.

Al mismo tiempo que me van poniendo la quimio me siguen realizando transfusiones puntuales de sangre y plaquetas, además de continuar con las inyecciones de Neupogen para mantener las defensas en cifras seguras.

Y nada más por hoy. De momento está siendo un día muy tranquilo y sólo pido que siga así porque sin duda me ayudará a ir recuperando cada vez más confianza. Un fuerte abrazo a todos… “y mañana más”.

martes, 19 de octubre de 2010

Extra Once

Son las cinco y cuarto de este martes diecinueve de septiembre. Os escribo este Blog extra desde una habitación del Hospital de Cabueñes donde ingresé el sábado por la tarde debido a unas fiebres muy altas. Tras las pertinentes pruebas analíticas se determinó que era necesario que quedara ingresado puesto que los valores hematológicos que presentaba hacían del todo necesario que estuviera bajo control médico y aislado. De este modo la habitación en la que me encuentro, es de acceso restringido a las visitas, y como ocurría en Oviedo, quienes entran –sólo visitas indispensables y por corto espacio de tiempo- ha de hacerlo con máscara, bata y guantes. El motivo son las defensas que una vez más las tengo muy bajas. Además la hemoglobina ha caído también considerablemente, lo mismo que las plaquetas, lo que no hacía sino reforzar la explicación de una recaída que hoy se ha confirmado definitivamente con los primeros resultados de la biopsia y con el escáner que he hecho esta mañana y que muestra de nuevo que tanto mi bazo como mi hígado se encuentran inflamados por la enfermedad. Afortunadamente han permitido que mi mujer se quede al menos estos primeros días de ingreso a dormir conmigo. Para mí sigue siendo mi principal fuente de ayuda y apoyo. Sin ella creo que esto ya sería imposible de sobrellevar.

Ahora mismo me encuentro algo más tranquilo y mucho mejor de la fiebre que han controlado a base de paracetamol. Además han empezado ya desde el mismo sábado administrarme antibiótico intravenoso. Además estoy recibiendo transfusiones de sangre y esta misma tarde comenzarán también con las plaquetas, todo ello para subir los valores sanguíneos para poder afrontar con más garantías la quimioterapia que mañana habré de comenzar. De igual manera me están volviendo a inyectar Neupogen para que se recuperen las defensas.

La verdad es que el sábado y aún hoy estaba muy abatido y desmoralizado. Sabía que existía esta posibilidad; creo que en realidad yo era el que menos dudas tenía sobre la complejidad de lo que estábamos llevando a cabo, pero a medida que íbamos cumpliendo los pasos y sobre todo, ya después del trasplante, a medida que iba recuperando mi vida normal, sentía que de verdad lo habíamos conseguido. Lo único que pedía era al menos unos meses, un año, para disfrutar después de todo el sufrimiento con el que hemos tenido que bregar durante los meses anteriores. Pero la enfermedad no entiende de sentimientos y es cruel por naturaleza, y ni tan siquiera me ha permitido eso.

Es muy duro saber que tienes que empezar no ya de cero, sino desde más atrás. La situación no es nada fácil puesto que para empezar el cuerpo no está en plenas condiciones precisamente por el primer tratamiento que ha causado sus lógicos daños de los que todavía me estaba recuperando. Y si el cuerpo está afectado, la mente lo está aún más y quizás sea lo más complicado de recuperar. Sobre todo cuando no hay apenas tiempo para ello. Es ya o ya. Los médicos además me han advertido de los riesgos que puede entrañar comenzar el tratamiento en los valores actuales sanguíneos que presento. Pero sencillamente no hay otra opción.

Como digo mañana mismo comenzaremos con la quimio. Esta tarde han empezado a hidratarme con sueros para preparar el cuerpo. En esta ocasión se utilizarán medicamentos que los médicos denominan de segunda línea, es decir, no emplearemos los mismos de la primera vez puesto que a éstos el linfoma ya puede ser inmune. Estos segundos medicamentos son más fuertes si cabe que los primeros y no sabemos cómo será mi respuesta. En total pasaré al menos otros cinco días en el hospital esperando que no surjan complicaciones en forma de infecciones o sangrados por lo bajo de las defensas y plaquetas. Después, si todo fuera bien me iría para casa hasta el siguiente ciclo que podríamos hacerlo en aproximadamente un mes si mi cuerpo para entonces se ha repuesto. Lo normal es que necesite entre dos y cuatro ciclos para volver a estar en disposición de afrontar un nuevo trasplante, en este caso el alogénico, aprovechando la compatibilidad de mi hermano. Pero de eso ya hablaremos, porque por delante todavía queda mucho.

La decisión ya está tomada: lucharé hasta que tenga fuerzas para ello. No os voy a ocultar que he estado a punto de arrojar la toalla, de dejarme ir. Pero no puedo hacerlo por toda la gente que tanto me quiere. Se lo debo a ellos. Y por ellos lo haré. Empieza de nuevo la lucha.

Así que miradlo por el lado bueno: tendréis nuevamente blog, no sé si todos los días –depende de cómo me encuentre y de lo que tenga que contaros-. Espero, que no me falle el módem USB, porque aquí en Cabueñes lo de la zona wifi en la habitación suena a ciencia ficción. Hasta entonces me despido de vosotros, pero recordad: “y mañana más”.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Extra Diez

Son las cuatro menos diez de la tarde cuando comienzo a escribir este Blog. Esta mañana he estado de nuevo en Oviedo y lo cierto es que las noticias no son demasiado tranquilizadoras. Mañana mismo me realizarán una biopsia de médula ósea puesto que a la vista de los análisis realizados hoy y de los síntomas que llevo experimentando en los últimos días, existe una duda más que razonable de que pueda haber una recaída en la enfermedad. Como digo es una duda, que aunque razonable, no resolveremos hasta que no tengamos los resultados de la biopsia, que tardarán aproximadamente una semana.

¿Qué pasará ahora? Bueno, lo primero es por supuesto esperar esos resultados, pero ya he estado hablando con al doctora sobre los pasos a seguir en el caso de que el diagnóstico se confirme. Tendríamos que volver a la quimio, aunque de otro tipo, durante los ciclos necesarios para lograr una remisión completa que permitiera afrontar un nuevo trasplante de médula, en este caso alogénico, aprovechando la compatibilidad de mi hermano.

En fin, hoy como es lógico me encuentro un poco confuso y decepcionado, por lo que os agradecería que nos permitierais a mi mujer y a mí estar un poco tranquilos estos próximos días que prometen ser largos. Sabemos que en cualquier caso contamos con todo vuestro apoyo y fuerza como siempre.

Prometo teneros informados en cuanto tenga novedades. Hasta entonces me despido de vosotros con un más fuerte que nunca: “y mañana más”.

domingo, 10 de octubre de 2010

Extra Nueve

Son las doce de la mañana de este domingo, diez de octubre, cuando escribo las primeras líneas de este Blog. Como ya habréis adivinado, la razón de este nuevo Extra es que ayer me tocó otra visita a Oviedo. Y es que desde el miércoles cuando había estado por primera vez, la fiebre había ido disminuyendo poquito a poquito, así que parecía que la tendencia era positiva, pero ayer después de levantarme bien, a media tarde comencé a notar cómo me subía la fiebre de forma rápida. Cuando volví a pasar de treinta y ocho, hacia las cinco y media, llamamos al hospital para ver qué hacíamos, y la médico de guardia nos indicó que lo mejor era que fuéramos.

Me volvieron a realizar las mismas pruebas con los mismos resultados. No hay infección y parece más claro si cabe que se trata de un virus puesto que ahora sí se ve que tengo las amígdalas inflamadas, aunque sin placas. En esta ocasión lo único que no repetimos fue la radiografía del tórax porque en Rayos iban con bastante retraso y para no alargar demasiado mi estancia en el hospital, y teniendo en cuenta que ya la habíamos hecho el miércoles sin que mostrara nada, la médico decidió ahorrarme la espera, cosa que agradezco enormemente porque tampoco me hace demasiada gracia el que me estén radiando de forma constante.

Para bajarme la fiebre me administraron un paracetamol intravenoso, con lo que para cuando nos fuimos del hospital, hacia las ocho y media, ya me había bajado la temperatura casi un grado.

La médico insistió una y otra vez que no hay motivo para la preocupación; supongo que me vería un poco cabizbajo por el hecho de repetir visita en apenas tres días. Pero para mi tranquilidad las defensas están en buenas cifras para prevenir cualquier infección –que de momento no hay- y además seguiré tomando los antibióticos como profilaxis. Lo que han bajado otro poco son las plaquetas pero aquí parece que la razón es la propia fiebre, que las devora. De todos modos tampoco sería nada raro ni inusual el que llegado el momento pudiera tener todavía que realizar alguna transfusión de plaquetas. Todo este tipo de incidencias tengo que hacerme a la idea de que pueden darse en cualquier momento en estos primeros seis meses. Y a partir del año será cuando más o menos debería quedar todo esto atrás. Así que toca armarse de paciencia porque aún vamos por el segundo mes.

La fiebre por lo que me han comentado lo normal será que me acompañe dos o tres días más. Para el miércoles me han pedido que acuda de nuevo al hospital para un control rutinario, pero no es necesario que vaya ni a primera hora ni en ayunas, porque simplemente quieren verme un poco a ver cómo voy. Lo que tendré que cuidar mucho estos días será la garganta, que es verdad que ayer por la mañana ya noté un poco tocada. Beber mucho, no coger frío y evitar andar demasiado por ahí serán las pautas a seguir.

Así que nada, entre una cosa y la otra llegamos a casa hacia las nueve. Cenamos y después para despejar un poco la cabeza estuvimos viendo Robin Hood, con Russell Crowe. Muy entretenida y distinta a las otras películas que había visto sobre el personaje. En esta ocasión toda la acción se centra en la época justo antes de que Robin Hood se transformara en un proscrito.

Bueno, pues lo dicho, que a ver qué me dicen el miércoles y sobre todo a ver cómo paso estos días. Ya os iré contando: “y mañana más”.

jueves, 7 de octubre de 2010

Extra Ocho

Son las diez y media de la mañana de este jueves, siete de octubre, cuando comienzo a escribir el Blog. En principio no tenía previsto ningún Extra hasta la próxima revisión, pero os prometí que os mantendría informados de cualquier novedad o cambio, así que cumpliendo mi palabra os comento que ayer por la noche me tocó ir a Oviedo por un pequeño pico de fiebre por encima de los 38 grados. Al final estuvimos mi mujer y yo en el HUCA desde las diez hasta la una menos cuarto de la madrugada, más o menos.

El tema es que ya desde el lunes por la tarde, precisamente el día que estuve en la revisión, había notado que me subía la temperatura por encima de esas dos o tres décimas con las que normalmente ando "jugando". Pensé que podría ser incluso la inyección de EPO, así que no le di mayor importancia. Sin embargo, el martes la temperatura ya alcanzó los 37,6 y ayer por la noche, llegó a 38,1. Así que después de llamar a Oviedo para avisar que nos íbamos para allá, cogimos el coche y nos fuimos al hospital.

No tuve que entrar por urgencias, sino que directamente acudí a la planta donde realizo las revisiones. Allí ya tenía todo preparado para las pruebas pertinentes. Básicamente análisis sanguíneos, electrocardiograma y muestras de la mucosa nasal y de la garganta. Luego me acompañaron para hacer también una placa del tórax, para ver si tenía alguna infección que pudiera mostrarse a través de los rayosX.

Todas las pruebas salieron normales, y los análisis se mantienen prácticamente en los mismos valores que el lunes, quizás un poco más bajas las plaquetas, aunque por lo que me dijeron es normal cuando hay algún proceso vírico o bacteriano de por medio, que finalmente es lo que parece que puede ser el motivo de mi fiebre, aunque en ningún caso nada de importancia, puesto que no tengo ningún otro síntoma asociado.

Me recetaron en cualquier caso un par de antibióticos de espectro general que habré de tomar durante diez días. Además puntualmente podré tomar algo de Paracetamol para la fiebre, aunque sin abusar, puesto que podría enmascarar cualquier afección que pudiera mostrarse a través de la fiebre.

Esta mañana he vuelto a hablar con Oviedo, tal y como me indicó que hiciera la médico de guardia que me atendió. La doctora que lleva mi caso confirmó de nuevo que no había nada por lo que preocuparse, y que cumpliera con el tratamiento prescrito. De todos modos, si por lo que fuera, aparecieran nuevos síntomas o la fiebre se desmadrara, tendría que acudir de nuevo. Espero que no sea necesario.

Bueno, pues espero de verdad que ahora sí que no tenga que escribir nada más hasta el lunes de la revisión, dentro de diez días. Eso sería muy buena señal. Hasta entonces como siempre me despido de vosotros: “y mañana más”.

lunes, 4 de octubre de 2010

Extra Siete

Son casi las seis menos cuarto de la tarde de este lunes 4 de Octubre, cuando comienzo a escribir el Blog. Han pasado ya sesenta días desde el Día Cero y por tanto nos quedan otros treinta para realizar la biopsia de médula ósea que determinará a ciencia cierta el resultado del trasplante. Supongo que a medida que se acerque la fecha –primera semana de noviembre- aparecerá algo de nerviosismo, pero será cuestión de seguir siendo positivos y confiar en que todo vaya bien. Una semana antes, es decir, en la última de octubre, haré el escáner -éste en Cabueñes- como complemento a la biopsia.

Esta mañana he tenido revisión en Oviedo después de quince días sin pasarme por el hospital. Lo cierto es que han pasado más rápido de lo que pensaba. Las rayitas con las que voy marcando en la pizarra magnética de la nevera los días que pasan van aumentando casi sin darme cuenta y lo más importante de todo, sin que haya habido ninguna novedad digna de mención.

Hoy hemos tenido mucha suerte con la revisión, porque fue llegar y atendernos según entrábamos por la puerta mi mujer y yo, así que ni tan siquiera tuvimos tiempo de sentarnos en la sala de espera. Así da gusto.

Los parámetros siguen más o menos en los mismos valores que hace dos semanas. Si recordáis por aquel entonces ya me habían detectado algo de anemia y parece que sigo con ella. No me ha sorprendido porque sobre todo esta semana, me notaba quizás más cansado de lo habitual, pero tampoco le daba excesiva importancia porque caminaba todos los días entorno a la hora y media, así que tan mal no tenía que estar. De todos modos, y volviendo la médico a confirmarme que lo de la anemia es bastante normal y que no hay motivos para preocuparse, me ha recetado igualmente un par de inyecciones de EPO, igualito a lo que se meten los ciclistas para subir su hematocrito. Veremos si son tan efectivas como dicen. Me veo corriendo en dos días mejor que antes del trasplante.

Por lo demás lo único que sigo teniendo un poco peor es la garganta, que la noto que se me resiente a nada que la fuerzo. La sequedad por las noches se mantiene, aunque afortunadamente gracias al spray que me había recetado el otorrino, al menos ya no se me congestionan las fosas nasales, con lo que duermo bastante mejor si bien sigo despertando mis tres o cuatro veces por noche. Pero con la misma facilidad con la que despierto me vuelvo a dormir.

La semana pasada tuve la oportunidad de estrenar la bicicleta que me había comprado. ¡Hay que ver qué diferencia con caminar! Ahí sí que noté que todavía estoy bastante falto de forma. A poco que se empinaba la carretera se me ponía el corazón a mil. Iremos con calma, aunque tampoco creo que la voy a utilizar mucho ahora que llegan las lluvias y el fresco. Como dice el título de aquella obra de teatro –después película-, las bicicletas son para el verano. O como poco para la primavera -esto ya lo digo yo-.

Por otra parte sigo comiendo con buen apetito y de este modo habré recuperado unos seis kilos desde que salí del hospital. Mantengo por tanto más o menos la dinámica de un kilo por semana. Será cuestión de no pasarse, que luego cuesta más quitarlos.

Bueno, pues poco más ya que contaros; así que seguimos en contacto para quienes lo queráis a través del Blog y de mi correo electrónico. Me despido como siempre de vosotros hasta entonces con un sincero: “y mañana más”.