martes, 30 de noviembre de 2010

Día XLII

Son las cuatro y media de la tarde de este martes treinta de noviembre con el que se pone punto y final a este mes, cuando comienzo a escribir el Blog. Mañana comenzaremos diciembre, un mes muy significativo por muchos aspectos.

La primera noche en casa ha sido sin duda muy buena. Habré dormido casi ocho horas sin despertar muchas veces. Después del partido de fútbol entre catalanes y madrileños, y que como gran parte de los espectadores de este país, no dejamos de ver, nos fuimos a dormir pero tuve tiempo aún de leer unos cuantos capítulos del libro que tengo entre manos. Quería disfrutar además cuanto más tiempo mejor de aquellos minutos de regreso a mi cama, donde por unas cuestiones u otras, no había vuelto a dormir desde mediados del mes de octubre.

Antes, una cena basada en arroz blanco y algo de merluza hervida. Al mediodía el plato principal había sido también arroz, en este caso con un poco de pechuga de pollo. Es lo que he repetido este mediodía y lo que toca durante los próximos días hasta que de forma definitiva se solucionen mis problemas estomacales, que dicho sea de paso, aun no veo toda la mejoría que quisiera. Parece que sí, pero al mismo tiempo parece que no. Y es que si algo empiezo a tener claro es que cualquier afección, por mínima que pueda ser, en mi caso requiere siempre de un tiempo mayor para su recuperación. El cuerpo está como está, y cualquier nimiedad a veces le supone un escollo que de otro modo ni sería digno de consideración.

La dermatitis tampoco acaba de ceder. Esta mañana a eso de las siete me desperté que no aguantaba de picores. Me levanté a echarme la pomada que me habían recetado y eso sirvió para aliviarme en parte y para que pudiera dormir hasta cerca de las nueve. Esta noche tomaré de nuevo el antihistamínico oral para ver si al menos no va a más.

Ahora sin embargo, tal vez lo que más me preocupe sea el dolor que ha empezado también esta mañana en mi brazo izquierdo, concretamente en uno de los puntos donde me colocaron una de las tres vías que me tomaron durante mi estancia en el hospital. Noto la zona algo inflamada, además de dolorida, y no me extrañaría que tuviera una ligera infección por cómo se ve la cabecita de la herida. Estoy limpiándola con algo de betadine y a ver si no me da mucha guerra. De todas formas la médico, quien me ha llamado a casa este mediodía para ver qué tal me iba, al comentarle el tema, me ha dicho que como siempre mientras no haya fiebre podemos estar tranquilos. En caso contrario debería inmediatamente acudir al hospital.

Así que nada, ya veis: cada día una aventura nueva. Si os soy sincero, a fuerza de llevar meses de tratamiento, y sobre todo después de estas últimas semanas, casi me he acostumbrado a este estado de permanente tensión, pero echo de menos un día de esos en los que no pase nada, de los que tenía durante el primer tratamiento, donde todo parecía un coser y cantar.

En fin, que ahora sólo siento el deseo de que al menos todo siga igual, que no empeore nada, que pueda tirar otro día más, que el jueves vaya a la revisión sin grandes novedades, que pasen las semanas, y que cuando quiera darme cuenta podamos estar hablando del trasplante. Porque ahí será cuando de verdad tocará apretar los dientes y todo esto me parecerán fuegos de artificio.

Esta mañana miraba un catálogo de no recuerdo qué supermercado. Siempre me detengo en la página dedicada a los helados, aunque ahora por la época en la que estamos apenas se anuncian y lo que cobra protagonismo son los anuncios de dulces y postres navideños. Recordé entonces los helados que solía tomarme de crío. Mis primeras imágenes evocan al parque de Sama, a una vieja furgoneta color vainilla con letras de colores en el lateral, aparcada siempre en el mismo lugar y a la que acudíamos para comprar desde una de sus ventanillas laterales, además golosinas de todo tipo, unos helados que venían en cucurucho de dos bolas. Si no me equivoco eran cinco pesetas lo que costaba. Recuerdo que cuando luego nos fuimos a vivir en Gijón, me costaba bastante encontrar aquellos cucuruchos tan particulares, y tenía que conformarme con el de una bola, aunque al final, era prácticamente la misma cantidad de helado. Solíamos comprar los helados como es lógico en el puesto instalado en la Escalera de San Lorenzo a la que íbamos, la número quince. Del propietario, que año tras año era el mismo, sí que guardo en mi memoria perfectamente la imagen. Era un señor alto, delgado, con bigote, con su mandil puesto como si él mismo preparara los helados y siempre con una sonrisa para nosotros. Tenía aquel señor una máquina que nos maravillaba: la que ofrecía helados más cremosos, casi líquidos, con sabor a fresa, vainilla o ambos mezclados. Nosotros los llamábamos los “helados de máquina”. Era en realidad un depósito metálico del que salían tres manivelas que según accionara, hacía que cayera el helado del sabor que tú eligieras. Lo bueno de aquellos helados es que mientras caía aquella crema helada se iba llenando el cucurucho desde la misma base hasta el final de la bola que el heladero formaba girando el cucurucho a medida que el helado iba ascendiendo por el mismo. Lo que más nos gustaba luego era comernos la pica del cucurucho y chupar por ésta todo el helado para quedarnos al final con una galleta vacía, pero todavía impregnada del sabor del helado, y que devorábamos como el mejor de los placeres. Con el paso de los años, el tamaño del cucurucho que nos compraban nuestros padres, íbamos consiguiendo que fuera cada vez mayor, y nuestro sueño era el de poder llegar algún día a comprarnos unos que el heladero tenía casi a modo de exposición, porque prácticamente nadie se atrevía a comprar aquel tamaño extra grande.

La verdad es que no éramos de helados prefabricados, pero sí que alguno de aquellos clásicos de nuestra niñez tuvieron su protagonismo en algunos momentos. De todos quizás el que más recuerdo es el Torpedo, aquel helado que venía en una tarrina transparente con forma más que de torpedo, de pirámide de base redonda pronunciada, y que escondía en su punta una bola de chicle a la que llegabas una vez dabas cuenta del resto del helado.

Pensando en aquellos días, en las veces que con mi primo saltábamos desde lo alto de esa Escalera 15 a la arena, como si fuéramos paracaidistas lanzándose desde un avión, me despido de vosotros por hoy. Os envío un afectuoso abrazo… “y mañana más”…

lunes, 29 de noviembre de 2010

Día XLI

Son las cinco y cuarto de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este último lunes de noviembre, día veintinueve. Lo hago ya desde mi casa, después de que los médicos me dieran el alta esta misma mañana. Y digo desde mi casa, no desde la de mis padres, porque me he sentido con las fuerzas suficientes para subir hasta este precioso tercero sin ascensor. Ha sido entrar por la puerta, después de casi cuarenta días sin pisar la casa, y darme un subidón. En casa de mis padres estaba genial, pero necesitaba pasar también un tiempo tranquilo en mi pisín, en nuestro pisín.

Esta noche ha vuelto a ser bastante buena. Las molestias estomacales siguen, pero se mantienen controladas y ahora supongo que lo que toca es que poco a poco vaya mejorando. Ayer ya había merendado y cenado un yogurt y esta mañana desayuné además unas galletas tostadas. Hoy al llegar a casa hemos comido un arroz blanco –que durante unos días será la base de mi dieta- con algo de pechuga de pollo y zanahoria. Y de momento parece que lo he asimilado bien.

Lo que me ha dado algo más la lata es esta dermatitis o urticaria que me ha salido como reacción a la quimio. Por más que lo intento a veces se me va la mano y me rasco, lo que no hace sino aumentar los picores. Además, al tener las plaquetas tan bajas, no es conveniente que lo haga, porque me provoco mini moratones. Para evitar tomar más corticoides, me han recetado unos antihistamínicos, tanto en pomada, como en pastilla para ver si así me alivia algo. De todas formas yo creo que esto también se irá pasando a medida que continúe expulsando paulatinamente la quimio de mi cuerpo.

Esta mañana vino la médico sobre las diez y media a darme la noticia del alta. Ella me preguntó qué tal iba y si tenía ganas de marchar. Podéis imaginaros mi respuesta; básicamente que si era antes de mediodía mejor que después. Arregló así el informe para tenerlo cuanto antes y a las doce y media mi mujer y yo entrábamos por la puerta de nuestra casa.

De los valores analíticos pocas novedades: la hemoglobina se mantiene en unos niveles aceptables, sobre todo si tenemos en cuenta que no hemos realizado transfusiones desde hace unos días; las plaquetas siguen por los suelos, pero mientras no haya sangrados tampoco tenemos de qué preocuparnos; y por último las defensas ya comienzan a caer como consecuencia del efecto de la quimioterapia. Así que me han pedido que nuevamente sea muy estricto con todo lo que se refiere a la higiene y que minimice al máximo las visitas. Como a mí no me gusta minimizar a nadie, he decidido como en anteriores ocasiones continuar con mi enclaustramiento monacal de cero visitas.

Hoy al bajar del Hospital, dimos un rodeo viniendo por Somió. Ahí vinieron a mi cabeza tantos recuerdos: los vermouths en Casa Suncia –antes de la reforma, claro-, los bocatas en el Pilu, las noches por algún antro oculto que ahora no sabría acertar a llegar, los sábados en el Jardín… O más recientemente las noches de verano en la terraza del Geografic, los vinos en Villamanín… La verdad es que fue una vuelta a casa muy agradable por aquellos lugares tan familiares para mí.

Bueno, esta noche no hace ni falta que os diga que tenemos un nuevo partido del siglo entre Barcelona y Madrid. A mí de verdad que me da igual lo que hoy suceda. El partido que me importaba era el de ayer, el que el Sporting perdió en casa contra la Real Sociedad. Pero tampoco os voy a negar que hoy seré uno de los millones que verán el gran duelo. En realidad es el único duelo existente en esta Liga que han transformado en un duopolio para aburrimiento de los espectadores.

El día comienza a oscurecer, aunque la alegría que me produce estar en casa hace que yo siga viendo lucir el mismo sol de este mediodía cuando abandoné el hospital. “Y mañana más”…

domingo, 28 de noviembre de 2010

Día XL

Son las tres de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este domingo veintiocho de noviembre. Ahora mismo afuera hace sol, pero seguimos con una temperatura bastante baja para lo que son estas latitudes.

He pasado una noche sorprendentemente buena teniendo en cuenta como había resultado la anterior. Sin embargo ya ayer por la tarde comencé a notar cierta mejoría en la barriga, de modo que parece que la cosa poco a poco se va solucionando. o como mínimo, no va a más. Conseguí así dormir sin problemas, despertando incluso menos de lo habitual, puesto que no tuvieron que entrar en la habitación desde la una de la madrugada que me cambiaron los sueros, hasta esta misma mañana a las ocho para comenzar con las pruebas rutinarias de tensión, temperatura, etc. Hoy lo que no tocaba era analítica.

Así que anoche después de ver el partido de tenis entre Federer y Djokovic, me pasé al fútbol, con un Atlético Espanyol, que me tuvo entretenido hasta que acabó cerca de las doce. Luego, tanto mi madre como yo nos pusimos a leer, porque ninguno de los dos teníamos mucho sueño y ya de paso, esperábamos a que vinieran a cambiar los sueros a la una y no correr el riesgo de quedar desvelado si me dormía a las doce y media pero a la una me volvían a despertar. La jugada por lo que se ve nos salió bien. De hecho todavía esta mañana estuve dormitando un poco hasta cerca de las once. Se ve que aún hay sueño de por medio atrasado.

Esta mañana pasó de nuevo la médico a ver qué tal iba, sobre todo por lo de la tripa. En ese sentido como os digo, la cosa va mejor, y esta misma tarde es probable incluso que me tomé un yogurt para la merienda, que si tolerara sin problemas, podría invitarme a cenar una sopa ligera con otro yogurt. El tema es que para darme el alta necesitan estar convencidos de que ya tolero alimentos sólidos. Así que si quisiera tener opciones de largarme mañana, hoy debería empezar a comer algo de sólido. En caso contrario, si decido seguir hoy con la dieta absoluta, y empezar mañana con la ingesta de sólidos, el alta como es lógico no me lo podrían dar hasta el martes. Yo creo que el yogurt de la merienda por lo menos me lo voy a tomar. Casi noto el cuerpo que me está pidiendo algo de comida, y eso es la mejor de la señales para intentarlo.

Como está visto que no todo podían ser mejorías, ayer comencé a notar unos picores por la tripilla y el pecho. Al inspeccionar la zona vi cómo tenía una pequeña dermatitis que desde entonces ha ido a más. No es que me pique demasiado, pero sí que a veces te da un poco de fastidio. Me coge varias partes del cuerpo -cuello, barriga, pecho, brazos...-, y yo lo asocio como todo al tratamiento. De hecho cuando había estado ingresado en la Unidad de Trasplantes, ya me había producido una reacción –aunque mucho mayor que esta y de la que conservo algunas marcas- uno de los medicamentos de la quimioterapia. Me han dado una crema para aliviar el escozor, pero como lleva corticoide, prefiero no echarla mientras aguante, que bastante corticoide estoy tomando por vía oral. Además, si la cosa fuera a más, sería cuestión entonces más bien de proporcionarme un antihistamínico, porque esto no deja de ser una reacción alérgica. Pero vamos, que me preocupa más el tema de la tripa que el de los picores, aunque sé que las dos cosas acabarán por remitir más tarde o más temprano.

Lo que más rabia me ha dado de todos modos de no poder estar hoy en casa, es que otra vez me perderé de ver el partido del Sporting. Aquí con el módem USB es ciencia ficción el engancharse a una señal mínimamente buena a través del portátil o del Ipad como para ver algo sin continuos cortes. Por eso espero al menos que mañana sí que pueda estar en casa para el Barcelona Madrid, que en el hospital como podéis imaginaros no hay GolTV. Aunque por supuesto si pudiera elegir, me quedaría con el partido del Sporting, que de los grandes, ni me va ni me viene lo que puedan hacer. Bastante nos lo meten ya por todas partes que parece que no existen nada más que dos equipos en la Liga.

Bueno os dejo, que es domingo y hay que apurar estas últimas horas del fin de semana. Yo por mi parte nada más que pido pasar una tarde tranquila como hasta ahora, una noche si puede ser como la pasada… “y mañana más”.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Día XXXIX

Son las tres menos cuarto de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este sábado veintisiete de noviembre. No tenía demasiadas ganas de hacerlo, porque no me gusta escribir si no estoy de buen humor o con buenas vibraciones, pero me he obligado porque puede que de este modo, también logre distraer un poco la cabeza.

Y es que hoy he pasado la peor noche desde que estoy ingresado y lo que llevo de día no está siendo mucho mejor. La diarrea se ha agudizado y la primera consecuencia es que esta mañana como es lógico no me han dado el alta. Ha sido como digo una noche realmente mala con continuas idas y venidas al baño que me han impedido dormir siquiera unas horas. A las cinco estaba tan desesperado que hemos solicitado que viniera el médico de guardia para ver si podían darme algo al menos para calmar los dolores. Supongo que no lo vería necesario o justificado, porque a pesar de recibir el aviso no apareció. Finalmente ha sido la médico que entraba en el turno de mañana, la que en teoría debería haberme traído el alta, quien ha valorado conmigo la situación.

De mano vamos a pasar a dieta absoluta, o lo que es lo mismo, nada de ingesta de sólidos. Para compensarlo añadirán algunos sueros con glucosa y otros elementos de modo que me mantenga igualmente alimentado. Mañana volverá a revisar mi estado y sin descartar que pudiera incluso darme el alta si hubiera una mejoría notable, lo más probable según su punto de vista es que me toque todavía pasar unos cuantos días por aquí.

En principio todo indica que es uno de los medicamentos de la quimio el que me ha producido este desagradable efecto secundario, pero lo que no pueden saber es por cuánto tiempo estaré así. El medicamento debería irse expulsando progresivamente, pero tanto eso como la recuperación posterior, como siempre dicen, depende de cada persona. Yo que antes del ingreso sabéis que era cauto y me planteaba la posibilidad de pasar aquí este fin de semana, ahora del mismo modo pienso que mi estado no puede cambiar drásticamente de la noche a la mañana, y que lo más normal es que pase aquí buena parte de la próxima semana. Lo contrario sería una sorpresa.

Además del Fortasec que ya estaba tomando, y que no produce en mí ningún efecto, la médico me ha añadido Buscapina, un antiespasmódico que por lo menos debería aliviarme los dolores intestinales, que son casi lo que peor llevo, más que la diarrea en sí misma.

La conversación con la médico ha sido en todo caso muy provechosa, porque me ha servido para situarme de nuevo con los pies en el suelo. Nadie dijo que esto iba a ser un camino de rosas. Lo que pasa es que a veces cuando te ves bien te olvidas hasta de que estás enfermo. Estas cosas no hacen sino recordarte que no es así, y que todavía queda un largo camino por recorrer. Pero hemos de vivir el día a día y conformarnos con él. Pensar ahora en lo que queda, con todo un trasplante alogénico de por medio, no hará sino añadir un stress emocional innecesario y una angustia que no producirá en mí ningún beneficio. Todavía me queda mucho para lograr ese control sobre mis emociones, pero tal vez, a base de escribirlo y repetírmelo, algún día pueda conseguirlo.

Así que no puedo decir que mi moral sea hoy la mejor de todas -tampoco os voy a engañar, aparte de que podéis perfectamente imaginarlo sin falta que yo os lo diga-. Por momentos me desespero y desearía lanzar este palo del suero contra la pared o golpear con mis propias manos ésta, si no fuera porque me haría un derrame teniendo las plaquetas como las tengo. Es todo así de patético; pero al mismo tiempo tan real.

Hablando de plaquetas al final no me realizarán hoy transfusión alguna. No han bajado demasiado y recurrir continuamente a las transfusiones hace que luego disminuya su rendimiento, por lo que es preferible no hacerlas si no es estrictamente necesario. El nivel de hematíes también se mantiene en un nivel aceptable, del mismo modo que mis defensas. Esto último me da un poquito más de tranquilidad de cara a tener que pasar ingresado en el hospital algunos días más.

Ahora mientras escribo está mi padre conmigo. Luego volverá mi mujer quien ya estuvo por la mañana. Para la noche será mi madre quien se quede otra vez. La verdad es que esta pasada madrugada estoy seguro de que ella durmió todavía menos que yo. Y encima en agradecimiento tuvo que lidiar mi mal humor.

Antes de cambiar el turno -lo hacen a las tres- la médico ha vuelto a pasar para interesarse por mi estado. Será ella quien esté mañana de guardia así que en ese sentido estoy tranquilo porque de verdad que la he encontrado una persona muy agradable y cercana para ser la primera vez que me trataba.

En fin, como siempre quiero ser positivo, aunque a veces sea algo complicado, quiero pensar que en algún momento por narices comenzaré a mejorar. A ver si con un poco de suerte puede ser ya mismo… “y mañana más”.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Día XXXVIII

Son las tres y media de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog en este viernes veintiséis de noviembre. Hoy hemos tenido un día sin lluvia, incluso con algo de sol, aunque afuera por lo que me han dicho hace un frío que rasca. Bueno, frío para lo que estamos aquí acostumbrados, porque puedo imaginarme lo que pensarán en otros lugares si con nueve grados que tenemos hoy les hablamos de frío. No tengo tampoco que imaginármelo mucho, porque todavía recuerdo el año pasado cuando me tocaba visitar Palencia, Ávila, Segovia, Salamanca, Zamora… y me encontraba alguna vez con hasta menos siete grados al salir de hotel. Aquello sí que despertaba al más soñoliento.

Hoy la noche fue llevadera. Estuve toda la tarde con la tripa bastante revuelta pero al echarme me dieron un antidiarreico -el socorrido Fortasec- que me ayudó a pasar una noche relajada dentro de lo que cabe. Pude recuperar así parte del sueño perdido del día anterior. Lo malo fue que al despertar esta mañana me he encontrado con que el problema persiste, y a estas alturas de la tarde lejos de atisbar síntomas de mejoría, casi noto que va incluso a más, lo que empieza ya a preocuparme.

La médico no obstante no le da demasiada importancia al tema, y únicamente esperará a los análisis de mañana para confirmar si me puede dar el alta. Hoy hemos puesto una bolsa de sangre por la mañana y para la tarde tengo prevista una de plaquetas. Con eso debería ser suficiente para que pueda alcanzar unos valores de seguridad que me permitan irme a casa. Pero lo dicho: mañana lo sabremos. Lo que me ha gustado es saber que en principio no hay intención de que me pase por el hospital hasta el próximo jueves para un nuevo control. Eso me daría unos cuantos días de tranquilidad en casa. Estoy con ello valorando seriamente la idea de aprovechar este inpass para que nos vayamos a nuestra casa. Luego, si viéramos que me encuentro fatigado, o que con lo aplasia, surge alguna complicación, siempre estaríamos a punto de volver con mis padres. Pero es que creo que a mi mujer y a mí nos van a venir muy bien el poder volver, aunque sea en una mínima expresión, a nuestra “vida normal”.

Os había comentado que ayer se quedaba mi madre a dormir conmigo en el hospital, que es la ventaja que te ofrece el tener una habitación reservada en exclusiva para ti, para que luego hablemos mal de la seguridad social. Si mi hermano había dejado el pabellón muy alto como cuidador, mi madre, como no podía ser de otra forma, lo bordó. La verdad es que no sé lo que dormiría, porque cada vez que yo despertaba porque o entraban a la habitación o me daban ganas de ir al baño, ella estaba ahí ya levantada y hasta que no me cubría con la mantita de vuelta en la cama, no se echaba de nuevo. Si es que madre solo hay una.

Para hoy está previsto en principio que sea ella quien se quede de nuevo, aunque dependerá también de cómo me encuentre, porque en realidad, si no fuera por lo del estómago, que al final es lo que es, ahora que me han quitado esta mañana la última bolsa de quimio, no debería tener ningún problema en plan náuseas o vómitos; así que como la primera noche, podría dormir perfectamente solo. De hecho ya me han retirado incluso la primera de las vías, manteniendo las otras dos, una para los medicamentos, y la tercera para las plaquetas y sangre. Así que cada vez me encuentro más cómodo a la hora de poder moverme. Bueno, dejaré que sea mi madre la que decida. Y sé bien cuál sera su decisión.

Lo que volvieron anoche a inyectarme fue una dosis de Eprex, que si recordáis, es la EPO que se meten los ciclistas para subir su hematocrito. Había hablado al mediodía con mi médico la posibilidad de hacerlo, ya que lo de las transfusiones tiene el inconveniente de que sube los niveles de ferritina, que ahora mismo en mi caso, están por encima de lo normal, lo cual no es bueno. Así que vamos a ver si con este chute de EPO podemos contribuir de una forma menos nociva a que suba mi nivel de hemoglobina. En principio no pondré nada más que una a la semana.

Por el tema de la tripa apenas desayuné un té con unas galletas tostadas, y ahora para comer, tampoco es que comiera demasiado: un poco de puré de fabas –no creo que fuera muy apropiado en mi estado actual- y lenguado a la plancha. Me han traído esta tarde un nuevo té con limón, pero a mí me da la sensación de que todavía me revuelve más que me ayuda. A ver si para la cena consigo asentar un poco el estómago, que menuda centrifugadora que tengo ahí dentro.

Y nada, que ahora me estoy entreteniendo una vez más con algo de tenis. Nadal en estos momentos está jugando su tercer partido del Masters, en este caso contra Berdych, y por lo que estamos viendo en este todavía primer set, la cosa no va a ser sencilla, aunque seguro que al final acabará imponiéndose el rodillo mallorquín. Lo que no había visto yo en mi vida era a Nadal tan mosqueado con una decisión arbitral, que es cierto que había sido totalmente errónea en su contra. Aunque bueno, para eso el que era un genio era el insuperable McEnroe.

Antes, viendo el telediario, me hizo mucha gracia una noticia; fue en Antena3. Comentaban que se estaba extendiendo una moda entre los famosos para en lugar de acudir al dentista para tener la sonrisa más perfecta del mundo, ahora lo hacían porque querían tener alguna imperfección como tener los dientes ligeramente separados, al estilo Madonna, o al de la inigualable Brigitte Bardot. Me hizo como digo mucha gracia porque yo siempre he tenido bastante complejo por mis dientes separados, aunque nunca me decidí a colocarme un aparato de ortodoncia para remediarlo, y ahora me veo ya un poco viejo para ello. Pero claro, si además de buenas a primeras me dicen que voy a estar a la moda… En fin, que de verdad que a veces esto de las tendencias, pues eso, que dan un poco la risa. Y eso es lo importante: que con dientes separados o con ellos en perfecta alineación interplanetaria, luzcamos la mejor siempre de nuestras sonrisas, que es la que no muestran los dientes, sino la que ofrece nuestro corazón.

Bueno, vamos a ver si tenemos una tarde tranquila dentro de lo posible. En breve llegará mi hermano a hacerme compañía hasta que llegue luego mi mujer… Está todo perfectamente sincronizado. Confío en que el próximo Blog pueda ya escribíroslo como un rey desde mi sofá. Sea desde donde sea, os envío un fuerte abrazo con mis deseos de un feliz fin de semana para todos,,, “y mañana más”.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Día XXXVII

Son las cuatro y cuarto de la tarde cuando comienzo en este jueves veinticinco de noviembre a escribir el Blog. Hoy de nuevo está siendo un día bastante variable en lo climatológico. Justo ahora desde mi habitación estoy viendo pasar unas nubes negras, pero que de momento no están dejando caer lluvia. Y por detrás de ellas, vienen unos claros por los que un tímido sol quiere asomar.

Anoche tocaba la tercera noche en el hospital, y quizás hasta ahora fue la peor de todas. Hacia las once comencé a sentir que me dolía el estómago por lo que fui al baño y a partir de esa vez, fueron repetidas las visitas a mi "amigo" Roca hasta que conseguí más por cansancio que por otra cosa, dormirme a eso de las dos de la mañana. Creo recordar que en el primer ciclo también la quimio me había afectado a la tripa, pero de todos modos lo vigilaremos para descartar que pueda ser una gastroenteritis de tipo vírico. Hoy a media mañana parecía que el tema se estaba solucionando pero de nuevo esta tarde da la impresión querer volver a las andadas. Espero que me deje descansar esta noche.

Después de la noche larga que había tenido, lo que tocaba era una mañana relajada y tratando de recuperar algo de sueño. Fue lo que hice. Mi madre llegó cerca de las nueve para darle el relevo a mi hermano que de este modo pudo irse a desayunar y a descansar, que falta le haría después de la noche que le di. Ahora a las cuatro acaba de llegar de nuevo y estará conmigo hasta que mi mujer llegue de trabajar. Esta noche será mi madre la que la pase conmigo.

La médico hoy pasó casi a mediodía y estuve con ella hablando largo y tendido. En principio la idea es darme el alta el sábado. El ciclo de quimio se acaba mañana por la noche, porque no contaba con que al concluir el que tengo veinticuatro horas puesto, hay que añadir una bolsa de otro medicamento durante doce horas, con lo que finalizaremos todo hacia las once de la noche. Bueno, tampoco me molesta demasiado. Creo que incluso agradezco pasar un día más para así irnos más tranquilos a casa con la tranquilidad de saber que todo está bien.

Me comentó que para esta tarde pondríamos una nueva bolsa de sangre y una de plaquetas, aunque los valores no es que estén demasiado mal: más por precaución que otra cosa. Las defensas de momento siguen aguantando. La de sangre hace apenas media hora que la acabo de poner, mientras que ahora espero a que lleguen con la de plaquetas. Para mañana creo que tengo programadas otras dos transfusiones. Luego el sábado, según lo que saliera el analítica que me harán, decidirán sobre la marcha.

Lo bueno es que me ha comentado también que su intención para la semana que viene si no hay contratiempos que lo impidan, es que únicamente venga un día al hospital. Piensa que con eso tendré suficiente. Por mí encantado porque lo de venir al hospital es lo que más noto que me desgasta.

No comí demasiado, y eso que he solicitado dieta astringente para no forzar demasiado el estómago. Comí así algo de sopa y un poco de pescado con dos pedacitos de manzana asada como postre. Lo suficiente para sobrevivir.

Vamos a ver si pasamos una tarde igualmente tranquila y si lo del estómago poco a poco se va estabilizando. De momento, estoy viendo en Teledeporte el partido de tenis entre Federer y Soderling. Creo que para esta noche hay otro, el de Ferrer contra Murray. Servirá para pasar el rato.

Bueno, no os escribo más que además se me está acabando la batería del portátil. Esto me recuerda a la excusa que poníamos cuando queríamos cortar una llamada desde una cabina telefónica y decíamos aquello de que se nos estaban acabando las monedas. ¿Os acordáis de que hubo una época donde utilizábamos las cabinas telefónicas? Por ahí se ve alguna como vestigio del pasado cual monumento de la antigua Roma. En fin, que lo dicho, un fuerte abrazo… “y mañana más”.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Día XXXVI

Son las cuatro y cuarto de la tarde de este miércoles veinticuatro de noviembre, cuando comienzo a escribir el Blog. Un día en el que de nuevo estamos disfrutando de un tiempo algo variable, aunque casi podríamos decir que han predominado por momentos los claros a las nubes. Eso sí, para mañana que a nadie le pille con el pie cambiado: se anuncia la llegada de un frente polar que nos hará buscar en el armario nuestro más preciado abrigo. Yo de todos modos no tendré problemas porque en esta habitación en la que me encuentro felizmente alojado no bajo de los veinticuatro grados.

La segunda noche en el hospital fue un poco más movida que la primera, pero tampoco puedo decir que fuera mala. La sorpresa me la llevé poco antes de echarme cuando me anunciaron que el ciclo que habíamos puesto de doce a tres de la tarde, era cada doce horas, lo que significaba que tenían que volver a ponérmelo desde la medianoche hasta las tres de la madrugada. No me hizo ni pizca de gracia porque en primer lugar, eso me iba a dejar de nuevo enganchado a dos máquinas durante tres horas, pero sobre todo, porque significaba que si con suerte no había alarmas de por medio, lo que sí estaba garantizado es que a las tres la máquina sonaría para indicar el fin del ciclo, o sea, una faena a esas horas. Como es algo que se repetirá tanto hoy como mañana, hemos acordando ir adelantando progresivamente los ciclos de este medicamento, de modo que hoy al mediodía ya me lo han puesto a las once y media, y para esta noche intentarán colocármelo sobre las diez y media, con lo que el ciclo concluiría más o menos coincidiendo con la hora a la que vienen a cambiarme sueros y así únicamente me tendrían que despertar una vez. Si al final es sólo organizarse.

Aparte de este pequeño contratiempo, como digo ya solucionado, o eso espero, nos tocó –mi hermano estuvo de sufridor conmigo esta noche- despertar en unas cuantas ocasiones. La máquina del ciclo de veinticuatro horas se puso un poco tonta a partir de las cinco de la mañana, y hasta que consiguieron que funcionara de forma continua, tuvieron que entrar varias veces cada vez que saltaba la alarma. Además una de las vías que tenía puestas se acodó, con lo que no dejaba pasar el fluido por ella, así que tuvieron que quitármela y cogerme una nueva para que así pudiera seguir entrando la medicación. No es la mejor forma sin duda de comenzar la mañana.

Como a las ocho estábamos bastante cansados los dos, alargamos el levantarnos. A mí el desayuno me llegó como de costumbre a las ocho y cuarto de la mañana, pero lo tuve en la bandeja hasta cerca de las nueve, hora a la que decidí poner un pie a tierra.

Hoy el día está resultando relativamente tranquilo. Hemos puesto la quimio –a estas horas estoy ya únicamente con el ciclo de veinticuatro horas-, y en estos momentos estoy viendo el partido de tenis entre Berdych y Roddick. Para por la noche además del partido de Champions del Barcelona, tenemos el encuentro que enfrentará a Nadal contra Djokovic. Probablemente me incline por esta opción. Bueno, dejaré que mi hermano –que ya que se sacrifica quedándose esta noche conmigo otra vez- también opine, para que no diga que no lo trato bien.

Esta mañana lo que no me tocó fue realizar analítica –será mañana-, pero no por eso me libré del pinchazo. A media mañana vinieron a tomarme una muestra por si fuera preciso mañana realizarme alguna transfusión, bien de hematíes, bien de plaquetas. Es algo que tampoco entiendo mucho, porque vamos, más conocida y fichada que tienen que tener mi sangre… pero entiendo que son protocolos que tienen que seguir y respetar.

La médico pasó temprano pero apenas nos dijo nada nuevo, salvo para reiterarnos que ella tiene toda la intención del mundo de mandarme para casa en cuanto sea posible. En teoría la quimio se acaba el viernes por la mañana, así que quién sabe, lo mismo el finde lo disfruto ya en casa. De todos modos no quiero hacerme ilusiones con ello, y mentalmente sigo concienciado en que será el lunes cuando con toda probabilidad me den el alta. Lo importante es estar bien.

La comida hoy no estuvo nada mal –por algo la había escogido yo mismo ayer entre las dos opciones que me dieron-: una menestra de verduras de primero y una pechuga de pollo, de tamaño generoso, de segundo. Quizás lo más flojillo fue la manzana asada de postre, que no tenía mucho por donde coger. Para esta noche si no recuerdo mal me había pedido una sopa de verduras de primero con una tortilla de patatas de segundo y un arroz con leche de postre. Suena bien sobre la carta. A ver qué menú me ofrecen para mañana.

Después de la comida estuve reposando un poco mientras escuchaba la radio, aunque ya a las cuatro llegó otra vez mi madre, quien me había acompañado durante la mañana, y será ella quien esté conmigo hasta que llegue mi mujer cuando salga de trabajar y que a su vez se quedará hasta que aparezca mi hermano para la noche. Esto parece una carrera de relevos.

No penséis que os habéis librado de mis historias de juventud, que en cuanto esté de nuevo en casa y tenga algo más de tiempo -y en especial de inspiración- para escribir, volveré a la carga. No sé por qué hoy me acordaba de cuando me regalaron mi primera videoconsola de juegos, una Atari. ¡Aquello era la bomba para aquellos tiempos! He buscado por Internet y he encontrado que aquel modelo era la Atari 2600. Fue la primera videoconsola en utilizar cartuchos de videojuegos y se vendieron de ellas más de cincuenta millones de unidades. Ahora ves aquellos juegos y la verdad que te causan un poco de sonrojo, pero éramos niños y nuestra imaginación suplía con creces la ausencia de calidad y realismo, imposibles por aquel entonces. Por cierto, que no eran ni mucho menos nada baratos los juegos de marras: mil duros que nos costó el juego del Phoenix que después de mucho llorar, conseguimos que mis padres nos compraran. Recuerdo que mis primos tenían otra videoconsola igual en su casa, sólo que ellos, para ir cambiando con nosotros, decidieron añadir a la colección de juegos comunitaria otro mítico título de la época, el Missile Command. Luego no sé quién de los dos compró uno de los pitufos, que tenía mucha gracia, y que ya tenía unos gráficos bastante dignos. Yo creo que si me pongo a pensar seguro que hasta recuerdo aquella musiquilla tan simpática que tenía el juego.

Después de aquella consola Atari, que todavía está por casa, lo siguiente que entró en mi casa fue una SuperNintendo64, así que pensad si pasó tiempo. Y si os digo las veces que jugaría con ella, lo mismo me valen los dedos de la manos. En realidad nunca he sido un gran loco de las videoconsolas de juegos. Hace un año y pico le regalé la Wii a mi mujer, y después de los primeros meses donde sí que jugamos con cierta frecuencia, en especial con el WiiFit ahora la verdad es que lleva bastante tiempo en el dique seco.

Bueno, que os había dicho que otro día os hablaría de mis cosas, y al final me he liado yo mismo. Ahora lo que toca es la merienda que acaba de entrar por la puerta, con unas galletitas de contrabando, y después a pasar lo mejor posible la tarde. Un millón de abrazos… “y mañana más”.

martes, 23 de noviembre de 2010

Día XXXV

Son las cuatro y media de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog en este martes veintitrés de noviembre. Hoy el día en lo climatológico ha sido bastante variable: estamos teniendo en general bastante día nublado, donde ha caído algo de lluvia, pero donde también el sol se ha dejado entrever a ratos. Día otoñal donde los haya por tanto.

Anoche pasé mi primera noche de ingreso en el hospital. Al final, dado que sólo era para comenzar a hidratarme con suero, decidimos que nadie se quedara a dormir conmigo. Bastante es que tenga que aguantar yo las noches interminables de hospital, con gente entrando y saliendo cada poco, para que tenga que estar alguien conmigo sin necesidad. Hoy como hemos comenzado ya con la quimio, y por si pudiera sentirme mal por la noche o necesitara de cualquier ayuda adicional, será mi hermano quien pase por esta "maravillosa" experiencia. Pero bueno, él es un poco como yo, que se despierta con la misma facilidad con la que se vuelve a dormir. Si no aquí te volverías loco.

Así que ayer después de cenar ya en el hospital, mi mujer se despidió de mí para ir a casa a hacer lo propio, y me quedé entonces viendo tranquilamente el partido de tenis que jugaban Nadal y Roddick. Un partido bastante entretenido y que me tuvo enganchado desde las nueve que comenzó hasta pasadas las once y media, que fue cuando por fin Nadal pudo imponerse después de tres sets al norteamericano. Aun así, todavía estuve leyendo media horita antes de apagar la luz. De todos modos a la una iban a entrar ya por primera vez a cambiarme el suero, así que no tenía excesiva prisa por dormirme.

A partir de esa hora como digo, más o menos cada dos horas entraron a cambiar algo. Y a las cinco y cuarto de la mañana vinieron a hacerme la analítica. Ahora entiendo cómo se sienten los ciclistas cuando los despiertan a esas horas para un control antidoping. Lo que sí es cierto es que estás tan dormido que el pinchazo apenas si lo sientes.

A las siete luego empieza toda la parafernalia de medir la tensión, temperatura, etc., etc. A las ocho para mi sorpresa vinieron ya con la intención de cambiarme la cama –normalmente suelen venir bastante más tarde- y a las ocho y cuarto tenía el desayuno delante de las narices. Nada más acabarlo decidí echarme otro ratito a ver si conseguía recuperar algo de sueño antes de comenzar con el tratamiento. Apenas conseguí quedarme adormilado porque sobre las nueve y media llegó mi madre para hacerme compañía durante la mañana. Aproveché entonces para caminar algo por la habitación, con mi palo de peregrino a cuestas, ese compañero inseperable que me sigue allá donde voy.

La médico llegaría a verme sobre las once para comentarme que según los análisis sigue todo más o menos estable, aunque es cierto que las defensas han subido, algo por otra parte lógico habida cuenta de las inyecciones de Neupogen que habíamos puesto los últimos cinco días. Pero bueno, la verdad es que después de no transfundir ni hematíes ni plaquetas desde el jueves pasados, estar igual creo que hasta lo podemos considerar como una buena noticia. Mejor ver siempre la botella medio llena, ¿no?

Hacia mediodía llegó la enfermera encargada de colocarme toda la parafernalia para el tratamiento. Son dos máquinas de quimio las que tengo conectadas pues son dos los medicamentos que de forma simultánea me administran. Una la tengo enchufada durante tres horas, para lo cual hemos tenido que coger una nueva vía, mientras que la otra es que la que tendré de continuo las próximas setenta y dos horas. Un poco rollo pero es lo que toca.

La comida dentro de lo que cabe no estuvo mal: fabada con almejas –dos concretamente, y claramente identificadas- y de segundo carne guisada con zanahoria y cebolla de guarnición. Ha tenido gracia que esta tarde han venido a preguntarme el menú que quería para mañana. Te dan dos opciones para cada plato y eliges según tu gusto. Ni en un restaurante de tres estrellas…

Después de comer estuve escuchando la radio y entonces sí conseguí dormir unos veinte minutillos interrumpidos por la alarma de una de las máquinas que en ese momento por lo que fuera, dio error. Es algo que suele pasar con relativa frecuencia, y os podéis imaginar la gracia que te hace cuando esto ocurre a altas horas de la madrugada cuando estás en el mejor de tus sueños.

Hace nada que ha finalizado la bolsa de las tres horas, así que por lo menos me han desenchufado una de las máquinas y vuelvo a estar unido a un único palo, y no a dos como antes, con lo que ya puedo moverme otra vez libremente por la habitación, o al menos, mientras dure la batería que lleva la otra máquina, y que le permite estar desenchufada unas dos horas más o menos.

Como veis, resulta todo un poco engorroso pero te acabas acostumbrando. Son tres días de sueros, quimio y cables, pero luego si todo va bien, te puedes ir para tu casa tranquilo, y sobre todo, con la sensación de que has cubierto un nuevo paso.

Para lo que queda de tarde intentaré distraerme a base de ver un poco de tenis –ahora mismo Federer está barriendo a Murray-, merendar, caminar un poco más, jugar con el ipad, internetar, ver con mi hermano el partido del Madrid contra el Ajax y leer unos cuantos capítulos más del libro que empecé el otro día, el de La Traición de Roma. Así que casi que no voy a tener tiempo para hacer tantas cosas.

Bueno, vamos a ver cómo toleramos este primer día de quimio, que de momento podemos decir que va bien. Un montón de abrazos para todos… “y mañana más”.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Día XXXIV

Son las dos y media cuando comienzo a escribir el Blog, en este lunes veintidós de noviembre. El día ahora mismo está bastante desapacible: lloviendo, con viento y sobre todo con una bajada de temperaturas que todavía irá a más en los próximos días. Los aficionados a la nieve seguro que se estarán frotando las manos ante el inminente inicio de un temporada que promete ser buena.

Anoche volví a dormir de forma aceptable. Tenía mis dudas porque a última hora del día había estado un poco más nervioso de lo habitual por lo del ingreso de esta tarde. Sin embargo me distraje leyendo un rato antes de apagar la luz, y de este modo, pude descansar hasta las nueve de esta mañana. Además por segunda noche consecutiva no he tenido fiebre. A ver si es cierto eso que dicen que no hay dos sin tres.

Después de desayunar volví a repetir mis rutinas habituales: revisar correo, caminar y sobre todo ir preparando las cosas que llevaré al hospital. En principio me llevaré todo mi “arsenal” tecnológico: portátil, iPad, iPod, PSP… Y luego en otra bolsa me llevaré además del neceser con lo indispensable, unos libros, algo de ropa y algunos caprichillos para acompañar al desayuno, entre otras cosas.

Ahora mismo acabo de comer, que estoy seguro que en los próximos días una de las cosas que más echaré de menos serán estas comidas en casa de mis padres. Entre lo regularcilla que es la comida de los hospitales, y que tu apetito nunca es el mismo, seguro que perderé algún kilo que otro en esta semana. ¡Ya habrá tiempo para volver a recuperarlos!

Hablando de comer, lo que más me está dando la lata estos dos últimos días es una dichosa muela que noto que roza con la lengua. En realidad no es la muela, sino la cápsula que tengo cubriéndola. Me da la sensación de que tal vez se haya inflamado un poco la encía y eso hace que la sienta contra la lengua al comer, al beber o incluso simplemente al hablar. Espero que no se complique con la quimio y que desaparezca del mismo modo que ha aparecido. El problema es que lógicamente ahora, con las defensas justas y sobre todo con las plaquetas en mínimos, no es ni mucho menos el mejor momento para andar revolviendo por la boca. Así que será cuestión de aguantar -controlarlo eso sí- y confiar en que no vaya a más.

Como podréis entender hoy no me apetece demasiado escribir. Quieras o no, el saber que tienes que volver al hospital para seis o siete días como mínimo, no es algo que te haga sentir feliz ni que te genere ganas de ponerte a dar saltos de alegría. Pero es lo que hay que hacer, y tenemos que tomarlo como es: un paso más en nuestro camino hacia el objetivo final. De todos modos, también os confieso que mi estado anímico es muchísimo mejor que cuando estuve ingresado en este primer ciclo que ahora concluye. Este mes que ha pasado, en ese sentido, me ha ayudado mucho a la hora de poner la cabeza un poco más en orden.

Vamos a confiar en que lo mismo que ese primer ciclo, este segundo transcurra de la mejor forma posible, empezando desde mañana que será cuando comience de nuevo con la quimioterapia. Esta tarde simplemente me tomarán una primera vía por la que empezar a hidratarme y prepararme para el tratamiento.

Un fuerte abrazo a todos… “y mañana más”.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Día XXXIII

Son las siete de la tarde de este domingo veintiuno de noviembre cuando comienzo a escribir el Blog, justo al acabar el partido del Sporting, donde hemos vuelto a perder -uno a cero en Pamplona-, con lo que nos salvamos de entrar en descenso únicamente por diferencia de goles, pero ya con los mismos puntos que el Málaga, que es ahora quien marca el inicio de la zona de puestos que te envían a Segunda. Queda mucha liga por delante, lo sé, pero las vibraciones que transmite este equipo no son buenas.

Anoche dormí bastante bien. De hecho me he llevado una agradable sorpresa al comprobar que ni de madrugada ni después por la mañana, me ha subido la temperatura. Es cierto que sigo tomando los corticoides, pero también los tomaba los días anteriores y siempre necesitaba de al menos un paracetamol diario para esa subida puntual de fiebre que como digo, hoy no se ha producido. Así que habré podido descansar en total unas ocho horas desde las doce que apagaría la luz más o menos, hasta las nueve y algo que me levanté, porque con todo, desperté unas cuantas veces.

Lo que acabé anoche fue el libro de Las Legiones Malditas. Quería acabarlo antes de ingresar mañana en el hospital para así llevarme conmigo enterito para leer el tercer libro de la trilogía, La Traición de Roma. Otras ochocientas páginas por delante. El argumento de esta tercera entrega se centra en cómo paulatinamente el Senado de Roma, a través de Catón, un personaje oscuro y enemigo acérrimo del gran general Escipión y protagonista principal en los tres libros, consigue que éste poco menos que pase de héroe de Roma a villano. Ya en aquellos tiempos la política demostraba su capacidad de engañar y confundir a todo un pueblo.

Esta mañana después del desayuno y del tiempo que habitualmente dedico a la lectura del correo electrónico y la prensa online, estuve caminando un buen rato por casa. Hoy he llegado a las setenta vueltas a mi particular circuito, lo que podríamos traducir en algo más de dos kilómetros. Ahora en cuanto acabe con el Blog me moveré otro poco antes de la cena, aunque no tanto. Además tengo pendiente la partida de Parchís diaria, y lo primero es lo primero.

Por la mañana estuvimos también, o más correctamente tendría que decir que estuvieron mis padres, entretenidos elaborando la pasta que luego íbamos a comer a mediodía. Con la harina de sémola que me envió mi primo hicimos así la pasta de forma totalmente casera. Luego la pasamos por la machinetta de la que os había hablado en otra ocasión, y que previamente mi padre había limpiado a conciencia, obteniendo así unas láminas rectangulares que finalmente volvimos a pasar por los rodillos que las cortan de modo que obtienes unas inigualables tagliatelle. Así que os podéis imaginar que fue una comida por todo lo alto, porque no hay pasta que sepa mejor que la elaborada en casa, fresca al cien por cien. Ha sobrado un poco pensando en utilizarlo como guarnición para esta noche, acompañando a un pescado.

Después de la comida apenas si eché una pequeña siesta de media hora previa al partido del Sporting. Tampoco quería dormir demasiado porque si no, esta noche, unido a los nervios lógicos de saber que mañana ingreso, seguro que iba a costarme más coger sueño, y necesito descansar, que luego en el hospital la verdad es que duermes mal y poco.

Así que lo dicho, mañana toca irse para Cabueñes hacia media tarde. De este modo comeré todavía en casa y tendré tiempo para preparar todos mis bártulos. A ver si no tengo demasiados problemas con la conexión del módem USB y puedo seguir manteniéndoos informados a diario. Espero que sí.

Bueno, os dejo para que aprovechéis los coletazos de este fin de semana y confío en que para el próximo, pueda seguir contándoos mi día a día, pero de nuevo desde casa. Simplemente me queda enviaros un sincero abrazo… “y mañana más”.

sábado, 20 de noviembre de 2010

Día XXXII

Son las cinco y media de la tarde de este lluvioso y desapacible sábado veinte de noviembre cuando comienzo a escribir el Blog. Acabo de regresar de Quintes donde hemos subido para comer y celebrar así en familia el cumpleaños de mi suegro. La verdad es que ha sido genial estar otra vez por allí, aunque el día no me permitiera siquiera asomar la nariz a la puerta de casa. Hemos disfrutado de una fantástica comida como todo buen cumpleaños se merece, con tarta incluida, e incluso hubo sesión de Parchís, donde por cierto, me impuse. Ahora sólo espero no tardar tanto en regresar como esta vez, lo cual sería muy buena señal.

Anoche volví a dormir bastante bien, aunque también influyó lo suyo el que estuviera leyendo hasta cerca de la una y media de la mañana. He dejado el libro de Las Legiones Malditas "temblando", a falta de unas pocas decenas de hojas para su conclusión, pero con el desenlace de la batalla ya decidido. No os cuento el libro, aunque bueno, al que le guste un poco la historia conocerá esa famosa Batalla de Zama y cómo acabó para unos y para otros. Así que para cuando apagué la luz estaba muerto de sueño. Luego desperté un par de veces, a las cinco y a las seis y media. En ésta última como comprobé que mi temperatura quería comenzar a subir un poco, al igual que hiciera el día anterior, opté por no darle ese placer y tomarme un paracetamol, con lo que seguí durmiendo tan ricamente hasta casi las diez y media. A esa hora por supuesto me levanté sin rastro alguno de fiebre.

El resto de la mañana fue de lo más llevadero. Lo único fue que apenas tuve tiempo para hacer algo de ejercicio. Habrá que compensarlo un poco esta tarde aunque ya me he tomado la libertad al volver de Quintes, de subir hasta el piso de mis padres por las escaleras. Quería probar qué tal me encontraba y francamente no me ha costado lo más mínimo llegar al cuarto. Una buena señal sin duda.

Lo que queda de día se plantea como jornada futbolera al máximo, con nada menos que tres partidos por la tele que comenzarán ahora a las seis con el Villarral Valencia, luego seguirán a las ocho con el Almería Barcelona, para concluir a las diez con todo un Real Madrid Athletic. ¡Ah!, para mañana ya me he comprado el Osasuna Sporting, aunque si os soy sincero, me da que me arrepentiré de haberlo hecho. Tengo ese presentimiento. Espero equivocarme y que nos den una agradable sorpresa. Un empate no estaría mal.

Ahora cuando bajábamos en coche, lloviendo a más no poder, nos acordábamos mi mujer y yo de la cantidad de veces que estando así el tiempo, salíamos igualmente un día sí y otro también cuando llegaba el fin de semana. Quienes nos conocen saben bien que no quedábamos un día en casa ni aunque diluviara o hiciera un frío como para que se resguardaran hasta los pingüinos. Pero bueno, ya habrá tiempo de recuperar todos estos fines de semana metidos en casa, aunque son ciertamente un montón si te paras a pensarlo. Casi ni me acuerdo de la última vez que cené fuera o me tomé una copilla de noche. Probablemente coincidiera con el viaje que hicimos a Madrid en marzo pasado a ver al Sporting. Recuerdo muy bien que estaba en la grada viendo el partido con unos escalofríos que de aquella atribuía a un catarro o una gripe, o a simple cansancio acumulado, aunque llevara ya con esos mismos síntomas unas cuantas semanas. De hecho cuando llegamos al hotel después de cenar tenía treinta y ocho de fiebre. ¡Qué lejos estaba yo de pensar lo que de verdad me estaba ocurriendo! Visto con la perspectiva que nos da el tiempo, me doy cuenta de la suerte que en el fondo tuve, porque durante todos esos meses no me privé de nada hasta el mismo día del ingreso: de salir, de viajar, de comer, de beber… Y con las defensas como las tenía por aquel entonces, aquello era como jugar a la ruleta rusa. Al final va a ser cierto eso que dicen que a veces la ignorancia es el mejor aliado contra los peligros.

Bueno, os dejo que me toca ponerme la inyección de Neupogen y luego merendar un poco. Disfrutad del sábado, un fuerte abrazo… “y mañana más”.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Día XXXI

Son las cuatro de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este viernes diecinueve de noviembre. Estaba plácidamente hasta hace bien poco durmiendo la siesta pero una llamada de teléfono me provocado una siesta interruptus. Esto en mi casa era algo que no me pasaba, porque me cuidaba muy mucho de apagar el móvil y quitar el sonido al fijo, pero aquí en casa de mis padres el fijo que no se puede insonorizar. Habrá que desconectarlo directamente la próxima vez y así se acabó el problema.

Lo peor es que si ya de por sí despierto de mal humor de la siesta, cuando encima me la cortan a la mitad, ni os cuento. En fin, aprovecharé para escribir el Blog y seguro que en cinco minutos se me habrá pasado el mosqueo. Un poco de música relajante ayudará también a ello.

Anoche dormí bastante bien, aunque esta mañana desperté a eso de las seis con algunos síntomas que me hicieron entender que la fiebre quería darme los buenos días; así que preferí no comprometer las primeras horas del día, me tomé un paracetamol y seguí durmiendo como si nada. Para cuando me levanté pasadas las nueve apenas superaba los 37 con lo que quedaba claro que había evitado con éxito una de esas crisis que a diario me dan, y que tanto me incomodan. Punto para mí en esta ocasión.

La mañana por lo demás ha transcurrido tranquila. Primero me he dedicado como de costumbre a responder a los correos que se me van acumulando, y a ponerme un poco al día leyendo los periódicos online. Luego estuve jugueteando con el Ipad hasta que llegó la hora del ejercicio diario. Hoy he subido a sesenta vueltas, lo que si mis cálculos no se alejan mucho de la realidad, representarían unos 1800 metros aproximadamente. Parece mentira que uno pueda llegar a caminar tanto sin salir de casa, ¿no? Bueno, y sin tener un palacio, claro, que por supuesto no es el caso. Esto me ha venido a la cabeza por la dichosa boda que nos están metiendo estos días por las narices del heredero a la corona inglesa. Puedo imaginarme el “caserón” al que se irán a vivir los futuros consortes.

Bueno, siguiendo con mi agenda del día, después del ejercicio llegó la hora de la ducha, que aproveché para echar después un poco de Trombocid por los brazos, a ver si consigo bajar un poco los renegrones de cara a la próxima semana. No os había comentado que la primera intención de la hematólogo era colocarme una especie de catéter central unido a un reservorio para evitarme los pinchazos en los brazos, pero vamos, le dije que mientras tuviera venas en las que colocar vías, que ni se me pasaba por la cabeza lo del reservorio. Creo que es una posible fuente de infección innecesaria y otra cosa no, pero venas tengo todavía para no tener que recurrir a algo que aunque mínimamente, no deja de ser un procedimiento invasivo, con los consiguientes riesgos de infección. En fin, ya veremos para el futuro, pero creo que por esta ocasión he librado. Sería importante que mis plaquetas espabilaran de una vez porque con ello los moratones desaparecerían, pero está claro que a corto plazo esto va a ser complicado porque volveremos a la aplasia y será como volver a empezar. Lo único es que tal vez en esta ocasión la médula quede algo ya más limpia del linfoma, lo que le permita aun estando todavía muy tierna como está, producir en mayor cantidad plaquetas.

Al mediodía comí un buen plato de pasta con su rollo de carne de segundo. Me he puesto las botas y de verdad que creo que lejos de perder peso, he ganado algo en este mes que llevo en casa de mis padres. Además sigo complementando mi dieta con algún caprichillo que de vez en cuando me doy, como ayer con unos mazapanes después de la cena o con unas marañuelas para merendar.

¡Ah!, no quiero que se me olvide para que luego no penséis que os oculto mis derrotas: anoche mi mujer me dio una buena paliza al Parchís. El consiguiente rebote que me pillé es la prueba más fehaciente de que mi estado mejora día a día. Después de cenar estuvimos viendo una película que echaban por Antena3, Hollywood, departamento de homicidios, con Harrison Ford. Yo como siempre compaginé el ver de reojo la película -que ya había visto hace tiempo- con seguir leyendo mi libro de romanos.

Hoy por la mañana no sé a cuento de qué, mientras caminaba y escuchaba música, me vino a la cabeza cuál había sido mi primer concierto de música al que había asistido en mi vida. Y la verdad es que fui incapaz de recordarlo. Lo cierto es que de chaval en mi pandilla no éramos mucho de ir a conciertos. De aquella nos iba más ir al cine, cuando todavía existían los clásicos María Cristina y Robledo. O lo mismo es que a Gijón no venían grandes grupos que nos llamaran la atención o que se ajustaran a los gustos que teníamos a aquella edad. Más tarde sí que me aficioné a los grandes conciertos y así pude ver por ejemplo a los Rolling en aquella gira en la que Gijón era la única cita española. Fue un 22 de Julio, día de mi cumpleaños. Lo mismo que luego vi a Bruce, a Bon Jovi, y a otros tantos que pasaron por aquí, como aquel concierto genial de Bryan May en el teatro Jovellanos. El no haber podido ver a Queen en directo –mi grupo favorito de siempre- con Freddie vivo ha sido una de mis grandes frustraciones. En parte lo superé yendo a Londres a ver en HydePark la actuación que los dos componentes de Queen, Bryan May y Roger Taylor, junto con Paul Rodgers como cantante, dieron en la capital inglesa. Recuerdo que la fecha inicial fue justo el sábado siguiente al que se produjeron los atentados en Londres. Eso hizo que se cancelara el concierto y se aplazara una semana. Afortunadamente no tuvimos problemas con los billetes de avión y una semana después estábamos viéndolos en directo. Fue fantástico. Luego repetimos cuando vinieron a Madrid, al Palacio de los Deportes, en el 2008. Precisamente en Madrid, y en el mismo recinto, presencié mi último concierto hasta la fecha, el de Eros Ramazzotti. Fue el día de San Valentín de este año, cuando la enfermedad sin yo tener la menor idea, estaba ya presente.¡Un momento!, ahora que caigo: no fue el de Eros, fue el de Fito&Fitipaldis en Gijón a finales del mismo mes de Febrero. Bueno, da igual: ahora no me queda más que confiar en curar para cuanto antes volver a disfrutar del placer de un buen concierto en directo.

Bueno, que por este Blog ya ha estado bien. Además es viernes y seguro que tenéis un montón de planes, así que no os entretengo más. Disfrutad del finde… “y mañana más”.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Día XXX

Son las cuatro de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este jueves dieciocho de noviembre. Hoy está siendo un día marcado por lo irregular del tiempo: tan pronto está lloviendo como luce el sol. Lo único que se mantiene estable es la temperatura, que apenas si ha pasado de quince grados.

Esta noche he vuelto a tener fiebre, lo que hizo que me despertara sobre las cuatro de la mañana. Tomé el paracetamol de rigor consiguiendo así que mi temperatura bajara para cuando a las siete y media tuve ya que levantarme para subir al hospital. Al menos puedo estar contento con que durante el resto del día la fiebre no dé signos de vida. Algo es algo.

A las ocho en punto estábamos en el Hospital de Día. Me tomaron la vía de la que en primer lugar extrajeron la sangre para su posterior análisis. Luego la espera se hizo un poco larga –aproveché para desayunar y dormitar un poco, que falta me hacía- hasta que sobre las diez y media mi mujer pudo subir a hablar con los médicos. Éstos le confirmaron que la situación sigue más o menos estable. Las defensas no han crecido, pero tampoco han descendido, lo que es de agradecer. De todos modos me han recetado nuevas inyecciones de Neupogen para intentar subirlas un poco más, como medida de seguridad de cara a mi ingreso para el segundo ciclo. Por otra parte sí que los hematíes parecen haber ascendido después de la bolsa de sangre que me transfundieron el lunes, así que han estimado que hoy no era necesario ponerme una nueva bolsa. Lo que sí que hemos tenido que poner como siempre ha sido la bolsa de plaquetas. Éstas siguen muy bajas pero tampoco se puede esperar otra cosa teniendo en cuenta las circunstancias. Así que al final, como sólo puse plaquetas, acabé relativamente pronto, de forma que poco más tarde de las doce estaba de nuevo tranquilamente en mi casa jugueteando con el Ipad. Es que estoy un poco enganchado a un par de juegos que me descargué la semana pasada y es superior a mí no pasarme un buen rato al día jugando a ellos.

Nos han confirmado por otra parte que mi ingreso será el próximo lunes por la tarde, es decir, que se ha retrasado un día. Por una parte lo agradezco porque esto me permitirá si no hay novedad, pasar el fin de semana en casa. Que tenía yo mis dudas de cómo iba a arreglármelas para ver el partido del Sporting el domingo, ya que en el hospital no hay wifi y el módem USB como ya os comenté cuando estuve ingresado la última vez, va faltal. No entiendo cómo en los tiempos que corren, algo tan básico como que haya red inalámbrica en las plantas, todavía no haya llegado al Hospital de Cabueñes. Creo que sería un servicio que muchos pacientes agradecerían. Mucho más que tener una televisión plana, que a parte de costar un riñón cada día, la mayoría de las veces ni miras para ella.

Así que como os digo ingresaré el lunes, lo que significa que comenzaremos con el tratamiento el martes. Si todo fuera bien, podrían incluso darme el alta para el próximo fin de semana, pero de eso ya habrá tiempo para hablar, que nunca se sabe cómo pueden ir las cosas. Lo principal es que la quimio funcione y si luego me da pocas molestias y me permite además volver pronto a casa, mejor que mejor.

Cambiando de tema, ayer por la noche después de cenar estuve viendo el partido amistoso de España contra Portugal, aunque la segunda parte la vi ya en la cama mientras al mismo tiempo leía mi libro de Las Legiones Malditas. Del partido hubo varias cosas que no me gustaron. La primera, y sobre la que entiendo que pueda haber opiniones diversas, fue la nueva camiseta de la selección española. Me parecía mucho más bonita la que lucieron en el Mundial que ésta que ahora han estrenado, y que pienso que es más por aprovechar el tirón para vender más camisetas que por otra cosa. La segunda fue el que a pesar de ser un partido que buscaba promocionar la candidatura conjunta de España y Portugal de cara a organizar el Mundial del 2018, sirvió para mostrar el tremendo pique que hay entre ambos países y el pasotismo del público luso que dio la espalda al partido con una asistencia al mismo ciertamente mediocre. Y la tercera, por supuesto tiene que ver con el resultado. Partiendo de la base de que los partidos amistosos son eso, amistosos, esto no significa que en cada uno de los que ahora juegues te caigan un saco de goles. Hay una imagen que salvaguardar y el peso de llevar una estrella en la camiseta obliga a no hacer ridículos como el de Argentina o el de ayer. Insisto que lo que cuentan son los partidos oficiales, pero hay un mínimo nivel que exigir a un campeón del mundo y que ayer no pudimos ver. Ahora ni se debe magnificar la derrota ni caer tampoco en el pasotismo como si no pasara nada, porque a fuerza de perder amistosos uno puede llegar a incluso a acostumbrarse a ver la derrota como algo normal, y lo que es peor, que los jugadores se acostumbren a ella y que los rivales que se enfrenten a España en el futuro lo hagan con menos respeto del que se merece la actual campeona de Europa y del mundo.

Para lo que queda de tarde la verdad es que no tengo grandes planes que digamos, como podéis imaginar. Más o menos lo que suelo hacer siempre: sobre las cinco y media me tomaré mi merienda -antes tengo que acordarme de poner la inyección de Neupogen-, luego caminaré unos treinta minutos, que es lo que tardo en dar las cincuenta vueltas a mi circuito, más tarde veré algún documental interesante que puedan echar por la tele y si se tercia, echaremos un Parchís antes de la hora de la cena. Últimamente vamos alternando victorias con derrotas, así que no sabría decir quién de los dos está en racha, si mi mujer o yo. Después de la cena –hoy toca una sopa calentita de primero y una sabrosa tortilla de patatas hecha con huevos caseros- en función de lo que echen por la tele tal vez veamos alguna peli, y si no, a seguir con el libro. Quiero acabarlo antes de ingresar el lunes porque es un poco pesado para llevarlo al hospital. Me quedan apenas doscientas páginas de las ochocientas largas que tiene, así que creo que no me costará finiquitarlo para el lunes.

Bueno, ahora toca seguir cogiendo fuerzas hasta ese día. Tengo cuatro jornadas por delante para aprovecharlas y disfrutarlas al máximo. Por hoy me despido de vosotros; un abrazo… “y mañana más”.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Día XXIX

Son las cinco de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este miércoles diecisiete de noviembre. Acabo de despertar de una buena siesta, pero ahora mismo casi me encuentro más cansado que antes de dormirla; es curioso. De todas formas es algo que me ocurre siempre y por eso sé que está sensación irá desapareciendo. Al final mi cuerpo agradecerá esta hora larga de descanso que ha tenido.

Fuera está lloviendo de lo lindo. Ya os comentaba ayer que por delante nos venía una semana plagada de agua y sin que sirva de precedente, parece que los pronósticos han acertado en esta ocasión. Lo peor quizás sea la bajada de temperatura. Habrá que abrigarse bien mañana para ir al hospital, no vayamos a pillar un catarro.

Esta noche fue un poco distinta a las anteriores. Dormí del tirón hasta pasadas las tres y luego no desperté de nuevo hasta las cinco. Esperaba volver a tener fiebre como me había ocurrido el lunes y el martes, pero para mi sorpresa me encontraba perfectamente. Me volvía a dormir feliz por lo que parecía una mejoría en mis condiciones, pero al despertar a las siete me encontré una vez más con que la temperatura me estaba subiendo. Aguanté hasta las ocho antes de levantarme a desayunar y tomar la medicación y me volví a la cama para ver si simplemente con los corticoides en una hora o dos a lo sumo, la fiebre podría desaparecer. No fue así, de modo que las diez tenía casi 38. Aun así no me encontraba del todo mal; supongo que he creado hasta una pequeña tolerancia a la fiebre. Decidí recurrir entonces a mi fiel paracetamol que en apenas una hora ya había cumplido la mitad de su cometido. A las doce la fiebre había desaparecido por completo. Y a las tres, con los corticoides trabajando a pleno ritmo, mi temperatura apenas superaba los 36 grados. Si se repite lo de todos estos últimos días lo normal será que no vuelva tener fiebre hasta esta madrugada, lo que me da un respiro para hacer cosas con relativa normalidad durante el día. De hecho esta misma mañana antes de comer volví a caminar mi tanda de media hora por casa. Esta tarde después de la merienda trataré de repetirla. Si al final ingreso este domingo quiero llegar dentro de mis posibilidades lo más en forma posible, porque luego serán unos cuantos días sin apenas moverme. No es fácil hacerlo cuando estás conectado a un gotero veinticuatro horas al día y con cantidad de bolsas al mismo tiempo. Y tampoco hay mucho espacio por donde caminar.

Hoy por la mañana estuve hablando con mi doctora de la Unidad de Trasplante. Tenía que preguntarle por la posibilidad de que mi hermano pudiera vacunarse contra la gripe como el resto de mi familia, y si no había inconveniente para ello de cara al futuro trasplante. Me comentó que por supuesto no había ningún problema, ya que además no parece probable que el trasplante vaya a ser algo que acometamos a corto plazo. Me preguntó qué tal estaba y me dio muchos ánimos de cara a este segundo ciclo que está convencida pasaré con la misma solvencia con la que he superado el primero. Bueno, ojalá tenga razón, aunque lo verdaderamente importante no es ya tanto que las molestias sean las menos posibles, que por supuesto se agradece, sino que la quimioterapia cumpla con su cometido.

Para este segundo ciclo la combinación de medicamentos no será la misma que utilizaron en el primero. En este tipo de tratamientos de segunda línea, lo que hacen es alternar buscando que esa variación pueda resultar aún más efectiva que si utilizaran siempre la misma combinación. En realidad tampoco hay garantías de que lo que emplearon la primera vez no fuera más efectivo de lo que ahora van a aplicarme, pero tampoco las hay a la inversa. En fin, que son protocolos que se siguen en todos los pacientes y no hay que darle más vueltas. Si es así es porque se ha demostrado que es la mejor solución en la mayoría de los casos. Luego, en un hipotético tercer ciclo, volveríamos a los medicamentos ya utilizados en el primer ciclo. Creo que funciona más o menos así el tema.

Aparte de la fiebre matutina el resto del día me he encontrado muy bien, sin molestias de ningún tipo. He comido un buen plato de lentejas, con una hamburguesa de carne con su guarnición de cebolla y verduras como segundo plato. De postre, como casi todos los días, he dado cuenta de un buen cuenco de fruta cocida. Creo que estas comidas van a ser lo que más echaré en falta cuando esté ingresado. Tendré que pensar en llevar conmigo como la última vez algún “suplemento” de contrabando. Una posibilidad pueden ser esos polvorones de los que os hablaba ayer, por ejemplo. Espero que este Blog no lo lean mis médicos, no vayan a cachearme luego al entrar en la habitación.

Estaba ahora viendo en la tele a través del canal de la Nacional Geografic un documental sobre el Triángulo de las Bermudas y me acordaba de cómo me gustaba –y en realidad veo que me sigue gustando- todo lo relacionado con lo desconocido o inexplicable. Yo creo que cuando tenía unos trece o catorce años me apasionaba ya todo lo relacionado con los OVNIs, los fantasmas, o con cualquier cosa para la que no hubiera explicación lógica aparente. Esos temas producían en mí una doble sensación mezcla de miedo hacia aquellos fenómenos paranormales pero también de emoción y curiosidad. Recuerdo que llegué a coleccionar una enciclopedia –de cuando uno las iba comprando a fascículos- sobre todo aquello. La dirigía un tal Jiménez del Oso. ¿Os suena? Seguro que sí, a quién no. Ya veis lo friqui que puedo llegar a ser para algunas cosas. No os resultará por tanto raro el que os confiese que ExpedienteX fue para mí algo así como una serie de culto, aunque también reconozco que dejé de verla en las últimas temporadas porque aquello ya no tenía ni pies ni cabeza y se había transformado casi en un culebrón.

Lo de coleccionar y coleccionar libros y DVDs –primero cintas de VHS- ha sido otro de mis vicios de siempre. Si no lo hago más no es por falta de ganas, sino por una simple cuestión de espacio. A veces pienso que podría sacar un buen pellizco por alguna de ellas en Ebay, pero rápidamente desecho la idea. Les tengo demasiado cariño, y eso que tengo algunos libros o películas todavía envueltos en su plástico original. Puede que sufra una extraña variante del síndrome de Diógenes, que me lleva a acumular cosas sin sentido. En cualquier caso no deja de ser una "dolencia" de lo más entretenida y divertida, al menos para mí. Quizás mis padres y mi mujer tengan otra opinión al respecto.

Bueno, mañana a ver si no se nos hace muy pesada la estancia por el hospital. Espero que todo vaya más rápido que la última vez y que por supuesto, siga todo más o menos igual. Y es que a estas alturas no espero mejorías milagrosas por lo que me conformo simplemente con que no haya tampoco un empeoramiento en mis parámetros sanguíneos y condiciones generales. Como siempre os mantendré informados. Un fuerte abrazo… “y mañana más”.

martes, 16 de noviembre de 2010

Día XXVIII

Son las cuatro de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este martes dieciséis de noviembre. Llevamos un día soleado aunque por lo que he escuchado, esta misma tarde empezarán a llegar otra vez las nubes que volverán a dejarnos agua en los próximos días, tal vez incluso ya en las próximas horas. Os aconsejo que mejor no miréis las previsiones que a día de hoy tenemos de aquí a una semana, porque alguno podría deprimirse viendo lo que se nos viene encima: tiempo otoñal, casi invernal, en estado puro.

Esta noche volvió a repetirse el pequeño subidón de fiebre que había experimentado el día anterior. Fue más o menos a la misma hora, sobre las tres y media de la madrugada, cuando desperté con la sensación de escalofrío, sólo que esta vez no esperé a ver cómo evolucionaba el tema sino que directamente me tomé el paracetamol. Eso hizo que si bien a las cinco tuviera 37,8 de temperatura, para cuando desperté de nuevo a las siete, la fiebre había prácticamente remitido. Lo cierto es que luego me encontraba tan bien en la cama que seguí durmiendo hasta cerca de las nueve y media, cuando decidí que era buena hora para levantarse a desayunar y tomar toda la medicación que me toca por la mañana. A esa hora la fiebre había desaparecido completamente. Y así sigue a estas horas que os escribo.

Llamé de todas formas a mediodía al hospital para informar sobre el tema, de modo que pudieran valorar este nuevo episodio febril junto con el de ayer, y ahora se muestran totalmente convencidos de que la fiebre tiene que estar relacionada exclusivamente con la propia enfermedad, descartando que pudiera ser por la aplasia o por una infección, que en realidad fue lo primero que desecharon.

La hematólogo me confirmó además que ella es partidaria por este motivo de comenzar cuanto antes con el segundo ciclo. Creo que es de la misma opinión que yo en el sentido de que esperar ahora, podría conducirnos nada más que a darle ventaja a la enfermedad para que vuelva a hacerse fuerte, si es que hubiéramos conseguido debilitarla en parte en este primer ciclo, algo que no podemos todavía saber. Las cifras sanguíneas es cierto que ahora no son muy boyantes, pero parece improbable que vayan a mejorar por esperar más tiempo, pudiendo incluso empeorar, y de todos modos las defensas, siempre críticas a la hora de tomar una decisión así, se encuentran en unos niveles que pueden hacer que soporte este segundo ciclo sin más riesgo añadido del que el propio tratamiento implica en circunstancias como las que ahora me encuentro.

Hemos quedado el jueves después de mi visita al hospital para hablar del tema y confirmarlo todo, pero si no hay novedad, sería muy probable que este mismo domingo quedará ingresado para sin más dilación comenzar el lunes con la quimioterapia. Serían unos cuatro o cinco días de ingreso dependiendo de mi evolución. Y luego como en este primer ciclo, habría que visitar periódicamente el hospital para ir poniéndome un poco de “gasolina” según se fuera necesitando.

No estoy nervioso, sino que en realidad creo que me encuentro hasta más relajado, porque de verdad que pienso lo mismo que la hematólogo. Sé que va a ser duro, no sabemos cómo reaccionaré a este segundo ciclo, pero siento que no podemos permitirnos perder ni un día. Luego sólo nos queda confiar en que la estrategia haya sido la correcta y que pueda acercarnos al objetivo más inmediato que ahora mismo podemos tener en mente: estar en disposición cuanto antes para un segundo intento de trasplante. Pero para llegar ahí todavía queda tiempo, así que mejor seguir con nuestra filosofía: paso a paso.

En realidad, si miro cómo ha ido este primer ciclo, y a falta de que concluya esta cuarta semana, diría que ha sido bastante mejor de lo que me imaginaba al inicio, si obviamos las fiebres que tuve a finales de la segunda semana y principios de la tercera. Es verdad que las visitas al hospital han resultado bastante tediosas y que por culpa de las dichosas plaquetas tengo los brazos llenos de moratones, pero aparte de eso apenas he tenido otros efectos secundarios. No me he pesado desde hace tiempo pero diría que no he perdido nada de peso, puesto que he mantenido mi apetito intacto durante todo este tiempo. Quizás lo único que he comenzado a perder sobre todo en estos últimos días ha sido de nuevo el pelo. Me hace gracia, no sin cierta carga de esa ironía tan propia en mí, de cuando tras el trasplante la gente se congratulaba al ver cómo poco a poco iba recuperando mi pelo. Yo les decía entonces que aquello no me preocupaba lo más mínimo y que lo importante no era lo que se veía por fuera sino lo que hubiera dentro. Sé que lo decían con la mejor de las intenciones porque era su forma de decirme que me veían realmente bien y cada vez más recuperado. Pero por desgracia, el tiempo ha hecho que esas palabras que yo les decía cobrarán todo su sentido. Sin embargo, de igual modo les digo hoy: no os preocupéis, porque del mismo modo que hoy vuelve a caerme mañana volverá a crecer y esta vez sí será de forma definitiva.

Cambiando de tema, ayer por la noche comencé la temporada navideña en lo que a dulces se refiere. Mi padre, a petición mía, me había comprado una caja de polvorones de La Estepeña, y anoche decidí que era un buen momento para estrenarla. ¡Qué buenos que están! Recuerdo cuando era un crío las panzadas que me metía a base de polvorones en cuanto llegaba la época. ¿Y quién no se mataba por los roscones de vino que venían en los surtidos? A mí, junto con los polvorones, lo que más me gustaba era el turrón de chocolate, el de toda la vida, el de Suchard. Llegaba a comerme más de media tableta del tirón, y no comía más por miedo a que me riñeran mis padres. Del resto me encantaban también las almendras rellenas, de las que primero daba cuenta de las láminas de oblea que las envolvían para luego devorar su interior. Si os soy sincero puede que lo que menos me entusiasmara –no digo que no los comiera- fueran los típicos turrones duro y blando. Pero bueno, al final caía un poco de todo: mazapanes, peladillas, frutos secos… Mi madre preparaba siempre un enorme revuelto con el que llenaba una bandeja que colocábamos en el salón y que mi hermano y yo nos encargábamos de saquear a diario.

Bueno, esta noche os prometo que disfrutaré de otro polvorón –tal vez dos- y ya veremos cuándo le hinco el diente también al primer panettone, otra de mis debilidades. De momento os envío un afectuoso abrazo… “y mañana más”.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Día XXVII

Son las cinco y veinte de la tarde en este lunes quince de noviembre, cuando comienzo a escribir el Blog. El día está siendo un poco inestable en lo que al tiempo se refiere, con lluvias ocasionales y un fresquito que te recuerda que el verano va quedando atrás en el olvido.

Esta noche dormí regular, más que nada porque me desperté a las cuatro con una sensación de escalofrío por mi cuerpo que no presagiaba nada bueno, como así fue. A las cinco tenía 38 de fiebre. Me sorprendí bastante porque como sabéis desde que había empezado con los corticoides apenas si tenía unas décimas de febrícula por las mañanas al levantarme, pero nunca más había llegado a tener fiebre; y menos de madrugada. Decidí entonces recurrir a mi ya olvidado paracetamol y la verdad que cumplió con su cometido porque además de hacerme sudar de lo lindo, para cuando me levanté a las siete y media, la fiebre había descendido a los 37.

El resto del día de momento no ha habido más subidas de temperatura -gracias supongo a los corticoides- pero espero que este pico de fiebre que he sufrido esta noche, no vaya a ser servir de tónica para los próximos días. Confiemos en que haya sido una protesta puntual de la enfermedad, ahora que estamos dándole de nuevo donde más le duele.

Por la mañana a las ocho y cuarto estábamos en el Hospital de Día para realizar la analítica y ver en función de ésta, qué transfusiones pudiera necesitar. Hoy ha ido todo lentísimo, hasta el punto de lograr que llegara a exasperarme con tanto retraso. Y es que hasta tres horas después de sacarme la sangre no me colocaron la primera bolsa, la de plaquetas. Luego todavía tuve que esperar por la de hematíes, y para acabar, me pusieron el antibiótico por vena. El resultado fue que para exactamente lo mismo que había realizado el viernes, mientras que en aquella ocasión a las doce y cuarto estaba en casa, hoy he llegado pasadas las tres. Creo que podéis entender que para alguien que hace tiempo que se cansó de estar por los hospitales, el pasarse siete horas metido en uno de ellos, no es que sea la forma mejor de comenzar la semana.

Además tampoco los resultados de los análisis es que hayan sido como para subirme la moral. Las defensas se mantienen en similares valores a los que tenía el viernes, es decir, que han detenido su crecimiento, mientras que plaquetas y hemoglobina siguen sin remontar el vuelo. Realmente me esperaba escuchar algo mucho más halagüeño pero no ha sido así. Tampoco me ha quedado claro si esto es lo que puedo ya esperarme de aquí al inicio del próximo ciclo –que tampoco sé cuándo comenzaré- o si aún en esta próxima semana podría haber alguna mejoría. Casi me conformo ya con que no haya empeoramiento. Pero es ese permamente sentimiento de que las cosas parece como si se comportaran casi a libre albedrío, sin un patrón claro de conducta, lo que me hace estar a veces de muy mal humor. Necesito poder ser yo quien controle a la enfermedad y una y otra vez veo que es ella la que dicta las normas.

En fin, que la única noticia buena que he recibido hoy es que con todo, no tendré que volver al hospital hasta el jueves. Intentaré aprovechar al máximo estos dos próximos días para seguir recuperándome tanto a nivel físico, pero también mental. El segundo ciclo, aunque sin fecha definitiva, está cerca, y con él habrá que volver a pasar una semana ingresado en el hospital, de modo que para afrontarlo con garantías de éxito, tengo que estar con mi estado de ánimo en niveles máximos.

Bueno, para mañana os prometo volver a contaros alguna cosilla o simplemente algún recuerdo de tiempos atrás. Hasta entonces me despido de vosotros con un fuerte abrazo… “y mañana más”.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Día XXVI

Son las cuatro y cuarto de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este domingo catorce de noviembre. Hace apenas media hora que se esfumó el sueño de Ferrari de lograr con Alonso un nuevo título para sus vitrinas. Una pena porque realmente antes de tomarse la salida, parecía algo más que factible. Sin embargo todo lo que fue bien en las últimas carreras, en ésta ha ido mal. En cualquier caso hay que estar satisfechos con un subcampeonato por detrás del que sin duda era el mejor coche de la parrilla, el RedBull. Vamos a ver si el Sporting a las siete logra aliviar en parte este pequeño fiasco. Me parece que eso va a ser todavía más complicado.

Por lo que a mí se refiere, esta noche he dormido relativamente bien. Para empezar aguanté del tirón hasta las tres de la mañana sin despertar, casi un récord, aunque también es cierto que había apagado la luz sobre las doce y media. Sigo muy enganchado al libro que leo cada noche, Las Legiones Malditas, segundo de la trilogía dedicado a Publio Cornelio Escipión. Luego, a partir de las tres, sí que volví a despertarme casi de forma constante cada tres cuartos de hora o una hora a lo sumo, más que nada porque se me reseca bastante la garganta, lo que hace que cada poco tenga que echar un traguillo de agua. Al final sí que conseguí de nuevo hacia las siete dormir seguidas otras dos horitas para despertar pasadas las nueve, hora a la que ya decidí levantarme a desayunar

Me di un buen homenaje con el desayuno, pensando en que mañana me toca subir al hospital y tendré que conformarme con comer cualquier cosa una vez me saquen la sangre y a la espera de que comiencen a enchufarme en vena lo que necesite. Calculo que como poco será el antibiótico y las plaquetas. Ya veremos si necesito también sangre. De ello dependerá el que tal vez decidamos irnos si no mañana, sí el martes, para nuestra casa.

Después, estuve leyendo un poco la prensa para ponerme al día de lo que hoy nos esperaba en lo que a lo deportivo se refiere, y bueno, de paso para leer también alguna otra cosa más general sobre otros temas, que a veces es mejor no leer, porque con algunas cosas uno no sabe ya si tomárselas a chiste o dejar que te hierva la sangre. Sin duda mejor lo primero que lo segundo.

Realicé mi entrenamiento matutino por casa. Hoy fueron nada menos que cuarenta vueltas al circuito, para lo que invertí unos veintiocho minutos. Me sentí bastante bien al acabar y para nada cansado, así que creo que en este sentido voy recuperando también las fuerzas. Antes de comer, completé la sesión con un nuevo ejercicio improvisado y sencillo: me dediqué a subir y bajar el escalón del baño cien veces con el objetivo de fortalecer aún más las piernas, un poco atontadas después de tantos días sin casi moverme. Ahora por la tarde, antes de que empiece el partido del Sporting, trataré de hacer una segunda tanda de ejercicios.

Luego llegó la hora del inicio de la carrera. Vi las primeras vueltas en el salón para ver después la parte central de la misma en la cocina mientras comía un buen plato de pasta con unos filetes de rollo de carne de segundo. Completé mi "dieta" con una generosa macedonia de fruta cocida. Otra cosa no, pero comer sigo comiendo como si estuviera en mis mejores momentos.

Al igual que en días anteriores la fiebre sigue controlada gracias a los corticoides. Sin querer pecar de optimismo, parece además que por las mañanas poquito a poquito las décimas con las que me levanto van bajando. Hoy tenía 37,2 cuando ayer eran 37,3 y el jueves 37,4. A ver si seguimos esa tendencia.

Mañana lo que preguntaremos en caso de que las defensas hayan seguido con su evolución positiva es si podemos permitirnos salir a dar un paseo; sin pasarnos claro. También me gustaría en ese caso poder subir a Quintes un día por semana para comer con mis suegros y aprovechar para darme una vuelta por detrás de su casa, donde me relajo un montón caminando entre los pumares y el resto de árboles frutales que tienen plantados. Pero eso también dependerá del tiempo que tengamos. Las previsiones no es que sean muy buenas, pero cualquiera se fía: hoy daban que llovía seguro y hemos tenido hasta el momento un día fantástico, aunque sí es verdad que bastante más frío que el de ayer.

Bueno, como hoy es domingo me tomaré un descanso en lo que a contaros alguna vieja historia se refiere. Aunque ya que hablamos de domingos, lo primero que se me viene a la cabeza eran las misas en la iglesia de El Corazón de María todos los domingos a las once y media. Era la misa de los niños. Recuerdo que iba con mis padres y con mi hermano, llegábamos como un cuarto de hora antes, y aun así no había casi forma de coger un sitio donde sentarse, así que la mayoría de las veces nos quedábamos en uno de los pasillos laterales, apoyándonos en la pared para estar algo más cómodos. Aunque yo sí podía, intentaba irme con mis primos a la parte de arriba, que era donde más nos gustaba estar. Cuanto más arriba mejor. Luego al acabar la misa nos íbamos dependiendo del tiempo a dar un buen paseo por el Parque de Isabel La Católica o por El Muro, para acabar tomando algo en alguno de los bares de La Arena, antes de volvernos a casa para comer; pasta por supuesto.

En fin, que lo dicho, mañana os cuento más cosas. Hasta entonces me despido de vosotros, disfrutad de lo que queda de fin de semana… “y mañana más”.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Día XXV

Son poco más de las cuatro y media de la tarde en este sábado trece de noviembre, cuando comienzo a escribir el Blog. El sol empieza a perder intensidad en un día en el que los claros han predominado sobre las nubes. Mañana ya veremos, porque se anuncian de nuevo mayoría de nubes con posibilidad de agua. De hecho era algo que se había pronosticado también para hoy, y de momento, nada de nada, aunque todavía le quedan horas a este sábado para hacer buenas las previsiones.

Esta noche he vuelto a dormir de forma bastante irregular. Serían cerca de las doce y media de la noche cuando apagué la luz después de leer un buen rato, pero aun así, pasada la una ya me había despertado por primera vez. Y a partir de ahí prácticamente cada hora u hora y media a lo sumo, me volvía despertar una y otra vez, dirigiendo mi mirada sobre el reloj de la mesita y comprobando lo despacio que estaba pasando la madrugada. A las siete y media estuve tentado de levantarme pero aguanté sin embargo casi una hora más en la cama por no despertar al resto de la casa.

Desayuné fuertemente, como acostumbro a hacer siempre que no tengo que subir al hospital. Hoy fueron un par de tostadas con mermelada junto con un generoso trozo de bizcocho casero que hace mi madre, que es como una bomba energética hecha a base de huevo, nueces y almendras.

Después, esperé mientras veía un poco la tele a que se fueran levantando todos; una vez que lo hicieron, me dispuse a caminar por casa. Fueron otras treinta vueltas a ese circuito por el que recorro el hall, el pasillo, el salón y una de las habitaciones de la casa, y que como ya os comentaba ayer, me suponen unos diecisiete o dieciocho minutos caminando de forma seguida. Esta tarde intentaré llegar a las cuarenta vueltas y de este modo seguir incrementando la intensidad y duración de estos peculiares entrenamientos físicos.

A las once estaba viendo la tercera sesión de entrenamientos libres de F1, pero con las miras en la clasificación que se disputaría a las dos. Al final el resultado logrado por Alonso le acerca más si cabe al Mundial. Parecía que la cosa se ponía fea cuando a falta de pocos minutos el Ferrari del español no pasaba del quinto lugar, pero ese tercer puesto logrado in extremis, con Vettel y Hamilton por delante, pero con Webber en quinta posición, puede valer medio título. De todos modos hay que ser muy cautos y no lanzar las campanas al vuelo puesto que la carrera seguro que se nos hará muy larga. Esperemos poder celebrar en cualquier caso un nuevo título para Alonso y un nuevo título también para Ferrari.

Por lo que respecta a mi estado sigo sin grandes variaciones. Apenas tengo unas décimas por la mañana de fiebre que pronto desaparecen gracias a los corticoides y que me permiten estar como una rosa durante el resto del día. El lunes cuando vayamos al hospital veremos si nos mandan ir reduciendo la dosis, o por si el contrario la mantenemos en vistas ya al nuevo ciclo de quimio. Aparte de esas décimas, lo cierto es que no tengo ninguna otra molestia digna de mención así que podemos decir que esta tercera semana del ciclo ha sido relativamente buena.

La verdad es que lo que me gustaría sería que para la próxima mis defensas me permitieran poder salir a dar algún pequeño paseo por el parque, como cuando estaba con la quimio antes del trasplante. Creo que el que me dé algo el aire puede venirme muy bien, aunque por supuesto dependerá muy mucho de cómo me encuentre pero también de qué tiempo tengamos. Sería estúpido ir a coger un catarro justo en la última semana previa al ingreso en el hospital. Bueno, lo del ingreso es algo que supongo yo, aunque todavía no me han confirmado nada.

El otro día me recordaba por mail el mayor de mis primos la fantástica colección de cómics de Don Miki que teníamos en casa. No le faltaba razón. Lo de los cómics siempre fue una de mis debilidades y en concreto el Don Miki era un clásico que semana tras semana íbamos comprando todos los viernes. No recuerdo exactamente el número con el que empezamos mi hermano y yo nuestra colección, pero luego pudimos ir consiguiendo los números atrasados hasta que únicamente nos faltó el número uno. ¡Cuál sería nuestra sorpresa cuando un día en la playa vimos a un chico con ese preciado ejemplar que a nosotros nos faltaba! No nos costó sin embargo demasiado convencer a aquel chaval para que nos vendiera su cómic, porque estaba claro que para él no tenía excesivo valor. De este modo teníamos ya la colección completa desde el principio, y seguimos comprando ejemplares hasta que lo dejaríamos allá por el número trescientos. Si mis padres no han hecho limpieza deberían estar todavía todos escondidos y apilados debajo de unos cajones que apenas abrimos. Y si es que no los han devorado las polillas, claro.

Con el paso del tiempo me he dedicado a otras colecciones, entre las que destacan todos los libros de Asterix y Obélix, las aventuras de Tintín o la colección completa del Capitán Trueno. Lo que nunca me gustaron fueron los cómics de superhéroes, al estilo Superman, Spiderman o Los Cuatro Fantásticos, por citar algunos. En mi vida compré nada de ese estilo. Sencillamente me parecían demasiado irreales -como si los que yo leía no lo fueran- pero sobre todo, no encontraba ninguna gracia en ellos, que era lo que yo buscaba en un cómic. Bueno, ahora que lo pienso miento; había un superhéroe con el que me tronchaba de risa al leer sus aventuras: el inigualable Superlópez.

Recuerdo por ejemplo que siempre que caía enfermo, lo mejor era que mis padres, o mis tíos cuando venían a verme, me traían un TBO o un cómic de Mortadelo y Filemón –bueno, a veces también me tocaba uno de aquellos kalkitos que tanto nos gustaban a los niños por aquel entonces-. El premio gordo era ya si alguien te regalaba un SuperHumor. Aparte de los agentes de la TIA, que eran y siguen siendo sin duda mis favoritos, en realidad me divertía un montón con cualquiera del resto de personajes salidos de la pluma de Ibáñez: el Botones Sacarino, Pepe Gotera y Otilio, 13 Rue del Percebe, Rompetechos… Aunque también eran geniales alguno de los personajes del otro célebre dibujante de cómics español, Escobar, con sus Zipi y Zape a la cabeza, o con el siempre hambriento Carpanta.

Bueno, que ahora que me han venido a la mente todos aquellos comics voy a ver si encuentro alguna cosilla interesante por Internet. ¡Qué peligro que tengo yo con eso! Lo saben de sobra en casa: tengo el dedo más rápido que un pistolero del oeste a la hora de agenciarme algo por Internet. Pero bueno, uno a veces se aburre y como cualquier persona normal, pues tiene sus vicios para pasar el tiempo. Mañana os cuento, pero hasta entonces me despido de vosotros, y lo dicho… “y mañana más”.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Día XXIV

Son las cinco menos cuarto cuando comienzo a escribir el Blog, en este viernes doce de noviembre. Llevamos un día soleado con una temperatura de lo más agradable que contrasta con el inicio de la semana; y es que hemos vuelto a tener nada menos que veinte grados al mediodía. No me extraña que luego la gente coja los catarros que coge. Con este tiempo es imposible no hacerlo. Mañana por si alguno se ha librado de ellos volveremos a tener lluvias, que continuarán el domingo con un nuevo bajón en el termómetro. De locos.

Esta noche he dormido regular. Parece que es una constante las noches anteriores a tener que visitar el hospital. Despierto un montón de veces y no consigo así dormir del tirón más de una hora y media seguida. Eso luego lo noto durante el día, al andar un poco más bajo de lo normal. Menos mal que una parte de las fuerzas las recupero con una buena siesta, como la que acabo hace nada de regalar a mi cansado cuerpo. La única parte negativa de dormir la siesta es que me levantó siempre de mal humor y con pocas ganas de hablar. Es curioso porque por las mañanas, aunque haya dormido mal, me pasa justo todo lo contrario: me levanto de lo más hablador y casi siempre de muy buen humor y con ganas de comerme el mundo.

Esta mañana subimos al hospital a primera hora para un nuevo control. Eso supuso que como siempre, a las siete y media ya estuviéramos en pie. Mi padre nos sube en coche a mi mujer y a mí y luego él se va a la espera de que le llamemos al acabar para pasar a recogernos. Hoy la estancia en el Hospital del Día fue afortunadamente algo más corta, de modo que a las doce y cuarto estábamos tranquilamente de vuelta en casa.

La analítica sigue mostrando que las defensas, aunque de forma moderada, continúan con su ascenso. Como ya os he comentado en más de una ocasión, parece que este aspecto de la analítica en realidad es al que más atención prestan los médicos y al que más importancia dan, de modo que por el momento están tranquilos al ver cómo mis neutrófilos van progresando. Esto indica que la médula está trabajando y que es capaz de producir defensas por sí misma. Por otra parte, aunque mi nivel de hematíes era aceptable, la hematólogo decidió igualmente añadir una bolsa de sangre a la habitual de plaquetas. Así estaré con "gasolina" recién puesta para tirar sin problemas el fin de semana. Luego el lunes, día en el que tengo que volver, veremos cómo ando. Estaremos entonces en el inicio de la cuarta semana del primer ciclo, y si todo sigue en la misma dirección, es probable que sea la que marque el final del mismo y comencemos a prepararnos para el segundo. No hay que dar tregua a la enfermedad.

En casa de mis padres me encuentro como podéis imaginar muy bien atendido. De hecho diría que no podría estar mejor cuidado. Sin embargo mi intención es al menos pasar los últimos días del ciclo en mi casa. Necesito precisamente un poco más de tranquilidad para prepararme para un nuevo ingreso en el hospital ya que como ocurrió en el primero, tendré que estar unos cuantos días seguidos sometido al tratamiento con la quimio. Luego probablemente tenga que volver a casa de mis padres si mis fuerzas me impiden poder subir las escaleras de mi piso. Eso lo veremos sobre la marcha.

Hablando de coger fuerzas, esta mañana al volver del hospital he dado otro paseo por mi circuito casero. Si ayer fueron veinticinco vueltas hoy he llegado a las treinta para un total de dieciocho minutos. No está mal; supongo que el estado de la pista y el haber puesto las zapatillas con las suelas blandas ha hecho que mejorara mis tiempos de ayer.

Y es que ya estoy -como les ocurrirá a muchos- en clave de F1 ante el fin de semana apoteósico que nos espera por delante. De hecho esta misma mañana en el hospital estuve viendo los primeros libres; los segundos los seguí en casa. Por lo visto hoy en la pista del Yas Marina Circuit de Abu Dhabi, en el duelo esperando entre los dos RedBull y Alonso con su Ferrari, los McLaren podrían interponerse de por medio. Es algo que no me gusta porque sin duda al haber más competencia, resultará más complicado el que Alonso alcance ese segundo puesto que como mínimo necesita para asegurar el título sin tener que mirar cómo quedan el resto de rivales al mismo. Mañana en la clasificación, a las dos de la tarde, se jugarán gran parte de las cartas de cara a la carrera del domingo, puesto que como en la mayoría de los circuitos, las posibilidades de adelantamiento son bastante limitadas. No obstante, tampoco debemos olvidar el hecho de que en los últimos años, siempre que un campeonato se ha decidido en la última carrera, con varios aspirantes de por medio, hemos asistido a auténticos golpes de escena que han dado a unos y quitado a otros. De verdad que la carrera del domingo puede ser de las que haga historia.

Hoy no puedo dejar tampoco de acordarme que tenía una cita con la que por desgracia no voy a poder cumplir. Una despedida de soltero con mis mejores amigos, con mi pandilla, uno de los cuales se nos casa en diciembre. Que nadie se imagine la típica despedida de solteros, que nosotros somos muy tranquilos, pero tampoco voy a desvelar los detalles previstos para esta noche, no vaya a ser que el novio lea esto antes de irse a la fiesta y le chafe la sorpresa. Peor que perderme la despedida de hoy, será el tener que perderme también la boda, pero sé que es inútil lamentarse por algo que no está en tu mano cambiar. Te desgasta en tu interior y no aporta nada positivo.

Cambiando de tema, y volviendo a los deportes, ayer en una noche lamentable, el Sporting cayó en su eliminatoria de la Copa del Rey que le enfrentaba al Mallorca. Es triste ver a un equipo que sale al campo sin la actitud mínima que un partido como el de ayer exigía. Si algo se puede disculpar es la falta de aptitud, más que evidente en muchos de nuestros jugadores como anoche volvió a demostrarse, pero lo que no puede tolerarse en modo alguno es que falle también la actitud, pues entonces el fracaso está asegurado. Y aquí el entrenador tiene gran parte de culpa.

Recuerdo hace muchos años cuando acudía al fondo Este de El Molinón dos horas antes de que se iniciara el partido para poder coger sitio delante de una de las barandillas que había dispersas por el graderío, que era todo de pie, y poder así ver el encuentro mucho más cómodo. Tenía nueve años e iba al estadio acompañado de mi padrino. Todavía tengo guardado ese primer carnet, que era de aquellos de papel acartonado en los que con un perforador a la entrada te iban tickando los partidos a los que ibas acudiendo.

No he podido después de nuestra debacle de ayer, recordar un partido, también de Copa, en este caso frente al Valencia, en el que teníamos igualmente que remontar el uno a cero con el que habíamos caído en la ida. Era la temporada 81/82. La noche era de perros, llovía a mares y en aquella grada todos estábamos calados hasta los huesos. La cosa se puso realmente mal cuando a los pocos minutos el Valencia se adelantó en el marcador. Necesitábamos así dos goles para igualar la eliminatoria –por aquel entonces no existía en Copa lo del valor doble del gol conseguido en campo contrario en caso de empate-. Sin embargo aquel equipo rojiblanco, aun sin Quini, ya traspasado al Barcelona, seguía siendo un equipo con enorme calidad pero sobre todo con un corazón y una fe capaz de lograr lo imposible. Comenzaron así a llegar los goles: uno, dos, tres… La lluvia que seguía cayendo dejó de importarnos porque en el campo estábamos asistiendo también a una lluvia, pero de goles. Nada menos que seis fue los que en esa noche mágica el Sporting le endosó al Valencia, logrando de este modo la clasificación para los octavos de final. Fue un año a la postre en el que por segunda vez lograríamos alcanzar la final, en la que habíamos caído un año antes frente al Barcelona, y en la que por desgracia volvimos a caer frente al Madrid. Quizás el actual entrenador del Sporting desprecie la Copa, pero debería escuchar el sentir de una afición para la que esta competición guarda muy gratos recuerdos, y a la que se ha visto obligada a renunciar desde la llegada del cántabro año tras año.

Bueno, se me olvidaba comentaros antes de acabar que sigo sin fiebre, que no sólo os voy a hablar de ella cuando se porta mal conmigo. Es verdad que he tenido unas décimas esta mañana pero de nuevo el corticoide tomado con el desayuno ha actuado rápidamente. Así que nada, esperemos que sea la tónica de los próximos días. Y ahora sí me despido de vosotros: un fuerte abrazo a todos, buen fin de semana… “y mañana más”.