martes, 16 de noviembre de 2010

Día XXVIII

Son las cuatro de la tarde cuando comienzo a escribir el Blog, en este martes dieciséis de noviembre. Llevamos un día soleado aunque por lo que he escuchado, esta misma tarde empezarán a llegar otra vez las nubes que volverán a dejarnos agua en los próximos días, tal vez incluso ya en las próximas horas. Os aconsejo que mejor no miréis las previsiones que a día de hoy tenemos de aquí a una semana, porque alguno podría deprimirse viendo lo que se nos viene encima: tiempo otoñal, casi invernal, en estado puro.

Esta noche volvió a repetirse el pequeño subidón de fiebre que había experimentado el día anterior. Fue más o menos a la misma hora, sobre las tres y media de la madrugada, cuando desperté con la sensación de escalofrío, sólo que esta vez no esperé a ver cómo evolucionaba el tema sino que directamente me tomé el paracetamol. Eso hizo que si bien a las cinco tuviera 37,8 de temperatura, para cuando desperté de nuevo a las siete, la fiebre había prácticamente remitido. Lo cierto es que luego me encontraba tan bien en la cama que seguí durmiendo hasta cerca de las nueve y media, cuando decidí que era buena hora para levantarse a desayunar y tomar toda la medicación que me toca por la mañana. A esa hora la fiebre había desaparecido completamente. Y así sigue a estas horas que os escribo.

Llamé de todas formas a mediodía al hospital para informar sobre el tema, de modo que pudieran valorar este nuevo episodio febril junto con el de ayer, y ahora se muestran totalmente convencidos de que la fiebre tiene que estar relacionada exclusivamente con la propia enfermedad, descartando que pudiera ser por la aplasia o por una infección, que en realidad fue lo primero que desecharon.

La hematólogo me confirmó además que ella es partidaria por este motivo de comenzar cuanto antes con el segundo ciclo. Creo que es de la misma opinión que yo en el sentido de que esperar ahora, podría conducirnos nada más que a darle ventaja a la enfermedad para que vuelva a hacerse fuerte, si es que hubiéramos conseguido debilitarla en parte en este primer ciclo, algo que no podemos todavía saber. Las cifras sanguíneas es cierto que ahora no son muy boyantes, pero parece improbable que vayan a mejorar por esperar más tiempo, pudiendo incluso empeorar, y de todos modos las defensas, siempre críticas a la hora de tomar una decisión así, se encuentran en unos niveles que pueden hacer que soporte este segundo ciclo sin más riesgo añadido del que el propio tratamiento implica en circunstancias como las que ahora me encuentro.

Hemos quedado el jueves después de mi visita al hospital para hablar del tema y confirmarlo todo, pero si no hay novedad, sería muy probable que este mismo domingo quedará ingresado para sin más dilación comenzar el lunes con la quimioterapia. Serían unos cuatro o cinco días de ingreso dependiendo de mi evolución. Y luego como en este primer ciclo, habría que visitar periódicamente el hospital para ir poniéndome un poco de “gasolina” según se fuera necesitando.

No estoy nervioso, sino que en realidad creo que me encuentro hasta más relajado, porque de verdad que pienso lo mismo que la hematólogo. Sé que va a ser duro, no sabemos cómo reaccionaré a este segundo ciclo, pero siento que no podemos permitirnos perder ni un día. Luego sólo nos queda confiar en que la estrategia haya sido la correcta y que pueda acercarnos al objetivo más inmediato que ahora mismo podemos tener en mente: estar en disposición cuanto antes para un segundo intento de trasplante. Pero para llegar ahí todavía queda tiempo, así que mejor seguir con nuestra filosofía: paso a paso.

En realidad, si miro cómo ha ido este primer ciclo, y a falta de que concluya esta cuarta semana, diría que ha sido bastante mejor de lo que me imaginaba al inicio, si obviamos las fiebres que tuve a finales de la segunda semana y principios de la tercera. Es verdad que las visitas al hospital han resultado bastante tediosas y que por culpa de las dichosas plaquetas tengo los brazos llenos de moratones, pero aparte de eso apenas he tenido otros efectos secundarios. No me he pesado desde hace tiempo pero diría que no he perdido nada de peso, puesto que he mantenido mi apetito intacto durante todo este tiempo. Quizás lo único que he comenzado a perder sobre todo en estos últimos días ha sido de nuevo el pelo. Me hace gracia, no sin cierta carga de esa ironía tan propia en mí, de cuando tras el trasplante la gente se congratulaba al ver cómo poco a poco iba recuperando mi pelo. Yo les decía entonces que aquello no me preocupaba lo más mínimo y que lo importante no era lo que se veía por fuera sino lo que hubiera dentro. Sé que lo decían con la mejor de las intenciones porque era su forma de decirme que me veían realmente bien y cada vez más recuperado. Pero por desgracia, el tiempo ha hecho que esas palabras que yo les decía cobrarán todo su sentido. Sin embargo, de igual modo les digo hoy: no os preocupéis, porque del mismo modo que hoy vuelve a caerme mañana volverá a crecer y esta vez sí será de forma definitiva.

Cambiando de tema, ayer por la noche comencé la temporada navideña en lo que a dulces se refiere. Mi padre, a petición mía, me había comprado una caja de polvorones de La Estepeña, y anoche decidí que era un buen momento para estrenarla. ¡Qué buenos que están! Recuerdo cuando era un crío las panzadas que me metía a base de polvorones en cuanto llegaba la época. ¿Y quién no se mataba por los roscones de vino que venían en los surtidos? A mí, junto con los polvorones, lo que más me gustaba era el turrón de chocolate, el de toda la vida, el de Suchard. Llegaba a comerme más de media tableta del tirón, y no comía más por miedo a que me riñeran mis padres. Del resto me encantaban también las almendras rellenas, de las que primero daba cuenta de las láminas de oblea que las envolvían para luego devorar su interior. Si os soy sincero puede que lo que menos me entusiasmara –no digo que no los comiera- fueran los típicos turrones duro y blando. Pero bueno, al final caía un poco de todo: mazapanes, peladillas, frutos secos… Mi madre preparaba siempre un enorme revuelto con el que llenaba una bandeja que colocábamos en el salón y que mi hermano y yo nos encargábamos de saquear a diario.

Bueno, esta noche os prometo que disfrutaré de otro polvorón –tal vez dos- y ya veremos cuándo le hinco el diente también al primer panettone, otra de mis debilidades. De momento os envío un afectuoso abrazo… “y mañana más”.

3 comentarios:

  1. Hola Fili: A por el segundo ciclo. Con los polvorones y resto de dulces navideños seguro que afrontarás este segundo ciclo con ánimo. Me alegra leer que hablas de relajación, y que los nervios han quedado aparcados. Paso a paso cada vez estás más cerca del trasplante. Creo que llegados a este punto, podrías retar a Moo a una partida de parchís: seguro que hoy le ganas, je,je. Espero que la fiebre te otorgue un poco de tregua y puedas dormir un poco mejor. HONOR Y FUERZA.

    ResponderEliminar
  2. Uhm!! de esa bandejita con frutos secos variados me acuerdo yo perfectamente. Ahora, a mí ni polvorones ni peladillas ni turrones. Yo me quedo con les casadielles! qué riquísimas están; y con la suerte de que las tres Moreno las hacen a cual mejor.
    Vamos a por ese segundo ciclo cariño!!
    Miles de besos

    ResponderEliminar
  3. Aquí también hemos inaugurado la época de los mantecados. Porque en Andalucía no se comen polvorones sino mantecaos, que es el nombre real que tienen. Los polvorones son en realidad una especialidad diferente de los mantecados, que se llaman asi porque se hacen con manteca. Esto lo aprendí en Antequera, un lugar donde también hacen mantecados muy famosos aunque no tanto como los de Estepa. En Antequera, se compran los mantecaos en las monjas de clausura, que te los venden a través del torno, sin verlas, sólo escuchas su voz, dejas el dinero, gira el torno y llegan tus mantecados artesanales. Están buenísimos. La verdad que cuando llega Navidad, lo que menos me como son mantecaos porque esos ya ha caído en este mes de Noviembre y principios de diciembre.
    Nosotros ya tenemos la despensa llena de turrón, y chocolates varios. Nos queda el tema alcohol, que si bien no somos mucho de licores fuertes, en Navidad siempre apetece algún anisín o similares. Pero bueno, todavía queda un mes para las fiestas. A por el ciclo con todo el ánimo que puedas. Un polvorón al día da energía puede ser una buena terapia ;-)
    Besos y mucho ánimo, lo estás haciendo genial, en mi humilde opinión no se puede hacer mejor.

    ResponderEliminar