viernes, 5 de noviembre de 2010

Día XVII

Son las cinco menos cuarto de la tarde en este viernes, cinco de noviembre, cuando comienzo hoy a escribir el Blog. El día está bastante nublado y por lo que se ve, las lluvias volverán a acompañarnos durante el fin de semana y no nos dejarán hasta el jueves o el viernes que viene. Lo peor además es que vendrán acompañadas de una importante bajada de temperaturas. Toca abrigarse.

Por el momento hoy estoy teniendo un día bastante tranquilo. Esta mañana a primera hora tenía como sabéis cita en Cabueñes para una nueva transfusión de plaquetas. Previa a la misma realizamos la pertinente analítica que según luego nos comentó la médico, parece mostrar una tímida mejoría que pudiera guardar relación con que mi cuerpo está empezando poquito a poquito a recuperarse de la aplasia. De todos modos es todavía pronto para poder afirmarlo a ciencia cierta, y habrá que esperar como mínimo hasta el próximo lunes para confirmarlo.

Lo importante es que no ha habido ningún problema para que me volviera a casa, y que de este modo, si no tenemos sobresaltos –que no tiene por qué haberlos- pase el fin de semana en casa.

La fiebre por desgracia ahí sigue, pero si en efecto comenzara a salir de la aplasia, debería ir también remitiendo. Hoy al llegar del hospital a eso de las dos, tenía cerca de treinta y ocho, pero también es verdad que no había tomado paracetamol desde ayer a medianoche. Tomé así un comprimido de un gramo antes de comer y en apenas tres cuartos de hora como por arte de magia ya me había bajado por debajo de los treinta y siete. Es curioso: es como si tuviera dos tipos de fiebre. Una que me da sin apenas sentir ningún escalofrío previo y que como viene se va al poco de tomar el paracetamol, y otra que me deja mucho más hecho polvo, con muchos escalofríos mientras me está subiendo y a la que le cuesta mucho más bajar aunque tome la misma cantidad de paracetamol.

Hoy la gran sorpresa me la llevé al llegar a casa. Mi padre me había puesto sobre aviso en el coche al bajar del hospital, al comentarme que habían llegado un montón de paquetes que pesaban un quintal, y que por lo que había podido ver, parecía que se trataba de pasta. Se pensaba que había sido yo quien la había comprado en una más de mis compras por Internet, pero en este caso se equivocaba. ¿Pasta? ¿Quién podía enviarme pasta? Sólo podía haber una persona capaz de hacerlo: mi primo Roberto, el que vive en Bruselas. Precisamente el otro día le había estado comentando por mail una tienda que había visto en Internet en la que podías adquirir pasta italiana en plan delicatessen. Así que fijo que se le había iluminado ahí el chip y ni corto ni perezoso decidió enviarme un cargamento con el que sobreviviría a un ataque nuclear. Y es que no sólo hay pasta de multitud de variedades; hay también tomate, harina y sémola para hacer nuestra propia pasta en casa, rissoto, gnocchi –un tipo de pasta que se elabora con patata-, vamos, lo que se dice el sueño de cualquier italiano que se precie de serlo. ¡Más de treinta quilos de pasta! Ya le he dicho medio en broma que se ha equivocado de destinatario a la hora de hacer semejante regalo, porque hoy es precisamente el cumpleaños de su hermano. Otro artista.

No tendría espacio en este blog para contaros todas las aventuras que Roberto y yo hemos vivido desde niños. Bueno, y no tan niños. Pero recuerdo con especial cariño todos los días que pasábamos por el barrio a nuestro aire, haciendo siempre algo distinto. La verdad es que a veces lo pienso y esa vidilla de barrio que hacíamos los niños creo que es algo que se ha perdido. Antes el barrio era como una prolongación de nuestra casa. Nuestras madres nos dejaban vagar de aquí para allá porque sabían que en el barrio estábamos seguros. También es cierto que nosotros éramos en ese sentido bastante responsables y ni se nos ocurría salirnos de “nuestro territorio”.

Me acuerdo por ejemplo que hubo una temporada en la que mi primo y yo nos dedicábamos a recoger por el barrio cajas de madera, de las que se utilizan para la fruta. Había justo debajo de mi casa una tienda de ultramarinos donde el dueño luego nos las compraba a una o dos pesetas según el tamaño. Con la "fortuna" que sacábamos con aquel mercadeo, al final del día, nos íbamos al quiosco de enfrente del antiguo cuartel de soldados y nos comprábamos un buen flash congelado, de los que casi no te cabían en la boca de lo anchos que eran. Costarían a quince pesetas cada uno, así que podéis echar números. No era mal negocio para unos niños.

Mucho ha cambiado el barrio para los que llevamos ya treinta y cinco años viviendo en él. En ellos se fueron la cárcel, ahora hogar del pensionista, o el cuartel, ahora centro de salud. Pero también con ellos llegaron la iglesia de San Nicolás de Bari o las Piscinas. O la cantidad de supermercados que ahora tenemos, cuando antes teníamos que bajar hasta el Los Tulipanes que había enfrente a la cafetería Reconquista, en el barrio de La Arena.

Me acuerdo especialmente de los soldados. ¡Cuántas veces mientras estábamos en el colegio los oías subir por General Suárez con sus típicas canciones! Y el ruido que los tanques hacían con sus ruedas de oruga en el asfalto. Recuerdo también que muchos días, coincidiendo con nuestra salida del colegio, nos quedábamos delante del cuartel esperando a que arriaran la bandera a los acordes de la trompeta. Aquello nos fascinaba y creo que como a la mayoría de los niños hubo un tiempo en el que incluso de mayor quería ser militar. Luego lo que cambian las cosas, ni hice la mili, por ser italiano. Es más que probable que no la hubiera hecho ni aunque no lo hubiera sido.

Bueno, espero que tengáis un buen fin de semana y que podamos disfrutar de la victoria el domingo de mi Sporting y de Ferrari. Pero eso será el domingo, porque recordad que antes… “y mañana más”.

4 comentarios:

  1. Seguro que se la robabáis de la trastienda para luego revendérselas. La Mafia de El Coto. :)

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  2. hola titto pippo y compañia
    o deberia decir hombre del tiempo, que por lo que te entendí para el proximo sin de semana libramos de agua no?
    la fiebre todavía seguirá ahí pero a tí se te siente mas animado, ya empizas un poco con con la mezcla de cuentame y aquellos maravillosos años.
    sea como sea nos algramos de sentirte mejor, aunque igual me equivoco y estás tan jod... como ayer pero espero y quiero imaginarte que no
    Hace tiempo que no nos hablabas de gastronomia tienes un poco abandonado eso platos detallados de los platos que te comías y de los bizcochos, debe ser que ya no los comes con tanta gana
    Un abrazo

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  3. No me lo puedo creer!! esta fiebre es peor de lo que yo pensaba!! mi primo halagando la labor de Paz Fernández y anteriormente Tinín por mejorar los barrios de Gijón!! jijijijijiji , sin comentarios posteriores por favor....
    El lunes seguro será un buen día cariño; y el finde con los cuidados de toda la piña que te queremos, seguro que no va a ser malo, ya verás.

    Un millón de besinos

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  4. El barrio... eso ya no existe... ahora sólo existen los centros comerciales y los parques, siempre vigilados con adultos. Los niños siempre van a todos lados con sus padres o familiares. Nunca están solos. Evidentemente debe ser asi dadas las circustancias de las vida actual, pero por eso los niños son tan dependientes. No toman decisiones, siempre están bajo nuestra vigilancia y siempre son niños, aún cuando tienen 25 años...
    Cosas de la vida moderna.
    Por cierto, menudo regalazo, vaya panzada de pasta que os vais a meter... qué rico!!!

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