lunes, 8 de noviembre de 2010

Día XX

Son las seis menos cuarto de la tarde en este lunes ocho de noviembre, cuando comienzo a escribir el Blog. Llevamos un día lluvia y viento que da miedo salir a la calle. Yo no tengo ese problema porque ahora cuando me muevo lo hago siempre como es lógico en coche. Con lo fatigado que ando por la dichosa anemia apenas podría caminar doscientos metros.

Esta mañana hemos estado en el Hospital de Día. Los resultados no han mostrado ninguna mejoría salvo en las defensas, algo por otra parte lógico si tenemos en cuenta las inyecciones de Neupogen. La verdad es que me esperaba empezar a remontar esta semana. Para el miércoles tengo otro control y ya veremos si para entonces vemos algún avance.

De momento hoy volvía a tener la hemoglobina muy baja, con lo que me han transfundido dos bolsas de sangre. Además, también me han puesto otra de plaquetas. Así que para cuando nos fuimos del hospital eran las tres menos cuarto. Se hace verdaderamente pesado.

A estas horas que os escribo tengo 37,8 de temperatura y paños fríos por la cabeza. Tomé un paracetamol hace una hora y media que confío en que haga pronto efecto. De momento es lo peor que llevo, la dichosa fiebre. Pero bueno, lo mismo que con el resto habrá que esperar que vaya desapareciendo.

Puede que haya influido la noche que pasé ayer, que no fue demasiado buena. Desperté un montón de veces quizás por los nervios de tener que volver hoy al hospital.

Lo mejor del día sin duda ha sido la comida, en la que he podido degustar unos gnocchi espectaculares, aunque sin embargo a mi mujer no le dieron más. En realidad a ella nunca le ha gustado este tipo de pasta hecha con patata. Menos mal que el resto sí que le encanta porque si no íbamos a tener muchos problemas, ¿no creéis?

Con los gnocchi he vuelto a recordar aquellos meses de Agosto en Grottaminarda, el pueblo de mi padre en el sur de Italia. En realidad todo el mundo la conoce por Grotta. Su nombre al parecer deriva de un montón de grutas que había por la zona. Mis abuelos tenían su casa –que ahora se mantiene deshabitada- en la Via Tratturo. Según siempre me han contado, fue la primera casa que se edificó en aquella calle. Ahora como podéis suponer hay otras muchas. En realidad no queda un solar por edificar. Pero la mayoría son casas unifamiliares, de dos plantas por lo general, como la de mis abuelos. Cuando estábamos allí nos quedábamos siempre en la planta de arriba. Me encantaba subir y bajar por la escalera exterior y asomarme desde allí al gallinero, algo que a veces ponía de los nervios tanto a mis padres como a mis abuelos.

Detrás de la casa había un pequeño huerto donde había un poco de todo: tomates, pimientos, uva, lechuga, lo típico. Y pegada a ella en uno de los lados al que se podía acceder tanto desde la calle como desde el huerto, tenía mi abuelo su taller de trabajo en el que se mantuvo activo por lo menos hasta los ochenta y tantos. De joven se había dedicado a hacer ruedas para carros, pero más tarde, que es de lo que tengo recuerdos, hacía contenedores para grano aprovechando para ello bidones de aceite, gasoil u otros líquidos. Les cortaba primero la parte de arriba, les colocaba unas asas y finalmente les hacía una tapadera. Me encantaba ver a mi abuelo dándole al martillo sobre el yunque. Y como cualquier niño os podéis imaginar que luego yo trataba de imitarle.

Desde la casa de mis abuelos hasta la de mis tíos que vivían en la misma calle, no habría ciento cincuenta metros. Me pasaba un montón de horas en su casa escuchando las historias de mi tía, que tenía para dar y tomar –en su mayoría cotilleos a veces inapropiados para un niño-, y charlando con mis primos. Pero curiosamente no solía irme con ellos a dar mis paseos por el pueblo, sino que lo hacía con mi tío. Subíamos hasta lo conocíamos como Il Paese –el país- y que no era otra cosa que el centro. Aquello no suponía tampoco mucho caminar, apenas un kilómetro todo lo más. Y allí en plena plaza, en frente de la fontana –la fuente- nos tomábamos el famoso gelato al limone. Creo recordar que costaban algo así como quinientas liras, unas cincuenta pesetas al cambio.

Los helados como a cualquier crío eran mi pasión, y otro de mis favoritos eran los granitta –los granizados-, también de limón. Mi abuelo me daba muchas veces cien liras con los que yo corría a la tienda que teníamos justo al lado de casa, para comprarme uno. Él me repetía siempre que eran los mejores porque sólo eran acqua e lemone, niente più -agua y limón, nada más-.

Hoy que hace un día tan horrible me acuerdo también de las espectaculares tormentas de verano que caían en Grotta de vez en cuando. Daban miedo, sobre todo los rayos y los truenos, principalmente porque no había un solo pararrayos en todo el pueblo y porque para hacerlo más divertido siempre había quien te recordaba a alguno que había sido atravesado por un rayo. Recuerdo que alguna vez llegué incluso a meterme debajo de la cama del pavor que me causaban aquellos rayos cayéndonos encima. Pero como todas las tormentas de veranos, duraban una hora, no más, luego volvía la calma, hasta el día siguiente, porque normalmente solían ser tres o cuatro días seguidos.

Aun así y a pesar de que por la noche refrescaba un poco –no dejábamos de estar a unos cuantos cientos de metros sobre el mar- por el día cuando cascaba era insoportable. Por algo todo el mundo que podía se quedaba encerrado en casa de dos a cuatro, reposando o durmiendo la siesta. Era algo que yo llevaba muy mal porque como niño que era, no soportaba lo de echarme a dormir la siesta. Así que alguna vez intenté darme una vuelta a esas horas, pero casi siempre me volvía al poco tiempo o me refugiaba en casa de mis tíos porque se hacía de verdad imposible vagar por la calle. Además de que estaba todo cerrado. Ni siquiera tenía abiertos los bares donde solía jugar a las máquinas de marcianitos, otro de los pasatiempos con los que me entretenía durante el día.

Las últimas veces que fui, ya más mayor, sí que hice algunos amigos con los que iba a jugar a fútbol sala y me tomaba luego alguna birra con ellos. Tendría veintipocos. La última que estuve fue hace tres años y la verdad es que me duele llevar tanto tiempo sin ver a mi familia.

Bueno, otro día os cuento más, como las travesuras que mi hermano y yo hacíamos en el gallinero que antes os comentaba. Mi abuela estaba como loca con nosotros porque decía que por nuestra culpa las gallinas luego no ponían huevos. La verdad es que teníamos aterrorizadas a las pobres gallinas.

Ahora voy a ver si pongo el termómetro, mi fiel compañero. Un abrazo y… “y mañana más”.

6 comentarios:

  1. Hola cariño!!

    Esperamos a que el miércoles se animen tus globulillos rojos y plaquetas! seguro que empiezan a remontar.
    Mientras tanto, a controlar esas décimas que no te dejan tranquilo.

    Pobres gallinitas! con lo ricos que están los huevitos de casa!

    Miles de besos

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  2. Hola Fili: Te estás volviendo viejo muy viejo, las cosas antiguas solo las sacamos a relucir los "abueletes" y para contárselas a los nietos, batallita tras batallita, sabes que yo soy el inverso tuyo, tú, 37 y yo, 73, el otro día no se me ocurre más que escribir sobre mi segunda vivienda de cuando nací, lo recuerdo por haberlo oído infinidad de veces, era una vara de hierba que oficiaba de refugio para cuando venían los aviones, un biberón, un chupo, y el azucarero, yal menor ruido de la aviación al habitáculo de la vara, 15 o 20 personas de las dos viviendas cercanas, vaya por Dios siempre me lío, si solo quería decirte que ayer jugó el Sporting, el Madrid, el Barcelona, Fernando Alonso sigue optando al título y que en motociclismo ¡Porca Miseria! menudo repaso le dimos a los trasalpinos con el Rosi incluido, saca tu segundo pasaporte y airéalo bien, con él, puedes sacar pecho. Saludos P.S.

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  3. Hola Fili,

    Me encantan las historias sobre Grottaminarda. Estoy ansiosa porque nos cuentes más cosas de tu pueblín.

    Sigue así Fili!!!

    Honor Yy Fuerza!!!

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  4. da gusto leerte... me encanta como escribes... casi que me paseo por tu pueblo de ensueño... prontin veras esos globulinos , plaquetas y demás comparsas subir y volveras a disfrutar... animo y cuida ese termometro de mercurio que ya quedan pocos

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  5. Hola Pipín! Antes o después habrá que ir a conocer 'il tuo paese'...A ver si la 'fontana' es igua que la imagino, y si 'la granita al limone' está tan buena como dices :)

    El tema del gallinero, prefiero oirlo de tus historias!!!!! :):):)

    Besín!

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  6. Qué recuerdos tan tiernos e interesantes. Es el reflejo de una vida de pueblo tan diferente al norte de España... es mucho más mediterráneo, se parece a la vida de verano de aquí. Todo está cerrado en verano hasta las 6 de la tarde, y a partir de esa hora comienza la fiesta.
    De todas maneras, tu afirmación de " a mi mujer no le dieron más" es totalmente asturiana.
    Esa expresión la decía yo muchísimas veces, no me da más... con ese acentín... Pero dejé de decirla en cuanto empecé a ver las caras de extrañeza de los demás que no entendían qué les estaba diciendo. Muy muy gijonuda es esa expresión :)
    Besos y deseo que la fiebre te deje en paz.

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