domingo, 21 de noviembre de 2010

Día XXXIII

Son las siete de la tarde de este domingo veintiuno de noviembre cuando comienzo a escribir el Blog, justo al acabar el partido del Sporting, donde hemos vuelto a perder -uno a cero en Pamplona-, con lo que nos salvamos de entrar en descenso únicamente por diferencia de goles, pero ya con los mismos puntos que el Málaga, que es ahora quien marca el inicio de la zona de puestos que te envían a Segunda. Queda mucha liga por delante, lo sé, pero las vibraciones que transmite este equipo no son buenas.

Anoche dormí bastante bien. De hecho me he llevado una agradable sorpresa al comprobar que ni de madrugada ni después por la mañana, me ha subido la temperatura. Es cierto que sigo tomando los corticoides, pero también los tomaba los días anteriores y siempre necesitaba de al menos un paracetamol diario para esa subida puntual de fiebre que como digo, hoy no se ha producido. Así que habré podido descansar en total unas ocho horas desde las doce que apagaría la luz más o menos, hasta las nueve y algo que me levanté, porque con todo, desperté unas cuantas veces.

Lo que acabé anoche fue el libro de Las Legiones Malditas. Quería acabarlo antes de ingresar mañana en el hospital para así llevarme conmigo enterito para leer el tercer libro de la trilogía, La Traición de Roma. Otras ochocientas páginas por delante. El argumento de esta tercera entrega se centra en cómo paulatinamente el Senado de Roma, a través de Catón, un personaje oscuro y enemigo acérrimo del gran general Escipión y protagonista principal en los tres libros, consigue que éste poco menos que pase de héroe de Roma a villano. Ya en aquellos tiempos la política demostraba su capacidad de engañar y confundir a todo un pueblo.

Esta mañana después del desayuno y del tiempo que habitualmente dedico a la lectura del correo electrónico y la prensa online, estuve caminando un buen rato por casa. Hoy he llegado a las setenta vueltas a mi particular circuito, lo que podríamos traducir en algo más de dos kilómetros. Ahora en cuanto acabe con el Blog me moveré otro poco antes de la cena, aunque no tanto. Además tengo pendiente la partida de Parchís diaria, y lo primero es lo primero.

Por la mañana estuvimos también, o más correctamente tendría que decir que estuvieron mis padres, entretenidos elaborando la pasta que luego íbamos a comer a mediodía. Con la harina de sémola que me envió mi primo hicimos así la pasta de forma totalmente casera. Luego la pasamos por la machinetta de la que os había hablado en otra ocasión, y que previamente mi padre había limpiado a conciencia, obteniendo así unas láminas rectangulares que finalmente volvimos a pasar por los rodillos que las cortan de modo que obtienes unas inigualables tagliatelle. Así que os podéis imaginar que fue una comida por todo lo alto, porque no hay pasta que sepa mejor que la elaborada en casa, fresca al cien por cien. Ha sobrado un poco pensando en utilizarlo como guarnición para esta noche, acompañando a un pescado.

Después de la comida apenas si eché una pequeña siesta de media hora previa al partido del Sporting. Tampoco quería dormir demasiado porque si no, esta noche, unido a los nervios lógicos de saber que mañana ingreso, seguro que iba a costarme más coger sueño, y necesito descansar, que luego en el hospital la verdad es que duermes mal y poco.

Así que lo dicho, mañana toca irse para Cabueñes hacia media tarde. De este modo comeré todavía en casa y tendré tiempo para preparar todos mis bártulos. A ver si no tengo demasiados problemas con la conexión del módem USB y puedo seguir manteniéndoos informados a diario. Espero que sí.

Bueno, os dejo para que aprovechéis los coletazos de este fin de semana y confío en que para el próximo, pueda seguir contándoos mi día a día, pero de nuevo desde casa. Simplemente me queda enviaros un sincero abrazo… “y mañana más”.

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