miércoles, 3 de noviembre de 2010

Día XV

Son las once menos cuarto de la mañana, en este miércoles 3 de noviembre, cuando comienzo a escribir el Blog. El día ha amanecido entre nubes y claros, pero en general, parece que vamos a poder disfrutar del buen tiempo.

Ayer os comentaba el día un tanto revuelto que había tenido en el Hospital de Día durante la mañana. Una vez más parece que se hace bueno el dicho de que a perro flaco todo son pulgas, porque por la tarde comencé a sentir que esas decimillas de más que también os citaba, iban en aumento. Hay además una franja horaria crítica, entre las seis y las ocho de la tarde, que es cuando me da el subidón mayor, pero aun así, si os soy sincero, cuando puse el termómetro a las ocho no pensaba ver los treinta y ocho grados que marcaba la pantallita digital. No me encontraba tan mal como para tener esa temperatura.

¿Qué hacer? El protocolo a seguir es siempre el mismo: si tienes treinta y ocho grados o más, tienes que ir al hospital para que te realicen analíticas, placas, te controlen la fiebre y eventualmente te administren antibióticos. Se trata de descartar que exista infección alguna o de contrarrestarla si fuera necesario.

Sin embargo, en mi estado de aplasia, acudir al hospital por urgencias es un riesgo que conviene valorar, y más si teníamos en cuenta que esa misma mañana había estado realizando analíticas en las que en principio, no se había visto infección alguna. Por lo tanto parecía lógico pensar que la fiebre podía deberse única y exclusivamente a la propia aplasia, y mi esperanza era la de no tener que subir al hospital y simplemente tratar de bajar la fiebre con paracetamol. Me producía una angustia tremenda el verme otra vez ingresado y dentro de mí sentía como una especie de rechazo a que esa posibilidad pudiera hacerse real. Era puro miedo.

La decisión como es lógico no la podíamos tomar nosotros porque sí. Afortunadamente, mi prima Rocío, enfermera de primera, tiene "línea directa" con mi hematóloga –son amigas-, y se encargó de contactar con ella y plantearle la situación. Para nuestra tranquilidad ésta confirmó lo que nosotros pensábamos -o más bien lo que deseábamos escuchar-: nada de subir al hospital si el único síntoma era la fiebre. Tomaría un paracetamol de 1g y esperaría a ver si la fiebre bajaba. A las ocho horas volvería a tomar la temperatura, y en caso necesario, tomaría otro paracetamol.

Así lo hice, y la verdad es que el paracetamol una vez más hizo su efecto casi de forma inmediata, porque apenas una hora después me encontraba mucho mejor y con ganas casi hasta de sentarme a ver los partidos de la Champions. No lo hice; me apeteció más echar una partidilla al Parchís con mi mujer, a la que por cierto gané, a pesar de tener todavía alguna décima. Yo creo que ayer sí que me dejó ganar...

Para cuando nos fuimos para la cama a las diez y media la fiebre había remitido por completo. Sin embargo hacia las tres de la mañana, justo siete horas después de haber tomado el paracetamol, me desperté con bastantes escalofríos. Puse el termómetro y de nuevo me había subido algo la temperatura, aunque sin llegar a los treinta y ocho. Aun así tomé el paracetamol, de modo que en poco más de media hora me encontraba descansando plácidamente. De hecho creo que hoy ha sido uno de los días en los que mejor he dormido desde hacía tiempo.

Esta mañana de todas formas lo primero que hemos hecho es hablar de nuevo con la hematólogo. Me ha pedido como medida de precaución que añada unos antibióticos de refuerzo a los que ya estoy tomando. Algún día os voy a transcribir la lista de medicamentos que estoy tomando a diario, porque de verdad que es digna de conocer. Debo ser el cliente número uno de la farmacia, por delante incluso de cualquier jubilado de esos que salen de las farmacias con bolsas llenas de medicamentos como el que viene del supermercado.

Además hemos cambiado la cita que teníamos para el viernes y la hemos adelantado para mañana jueves. Me harán las analíticas habituales además de realizar algún que otro cultivo para descartar de forma definitiva cualquier infección. Mientras, durante el día de hoy, vigilaré la fiebre y en caso de que ésta vuelva a subir, tomaré paracetamol. Si no me hace falta mucho mejor.

Como veis, y ya tendréis muy claro después de tantos blogs, así es mi vida y la de que quienes me rodean: siempre con la mosca detrás de la oreja. Y aunque te vas haciendo fuerte –ellos más que yo- nunca te acostumbras a este estado de permanente vigilia, que se ha acentuado desde lo de la recaída. Por eso trato de disfrutar y de aprovechar los momentos como ahora en los que me encuentro bien, porque sencillamente no puedo apostar cómo estaré dentro de seis horas. Y digo trato porque no siempre lo consigo. Eso es algo en lo que todavía tengo que mejorar.

Viendo la de agujas y pinchazos que me ha tocado padecer en estos últimos meses, a veces me sonrío al pensar el pavor que me daban las agujas de niño, o más concretamente las inyecciones. Recuerdo que de aquella existía el practicante. Seguro que muchos os acordáis de aquella figura maquiavélica: el practicante. Curioso nombre para quien en cierto modo practicaba el "sacrificio" de cientos de niños a los que ponía las inyecciones que previamente el médico de turno -impasible ante tus lloros para que te recetara comprimidos en lugar de una inyección-, entregaba a tu madre a través de la fatal receta.

Mi madre siempre me cuenta la misma anécdota: en una ocasión estaba conmigo dentro de la consulta, estando yo ya preparado para recibir en mis inocentes nalgas la inyección. Para que no me escapara ni me subiera los pantalones ella me sujetaba mientras intentaba entregarle al mismo tiempo al practicante lo que éste le estuviera solicitando. No pudo sin embargo evitar en un determinado momento soltarme, instante que aproveché para salir por piernas de aquella consulta con los pantalones aún bajados. Fuera de ella, mi hermano que esperaba el desenlace me preguntó: ¿pero ya acabaste? Y yo: ¡pues claro! Aquel sentimiento de victoria duró lo que tardó mi madre en salir y meterme otra vez para adentro. Cuando salí de nuevo lo hacía con una nueva inyección en mis carnes.

Bueno, por hoy os dejo. A ver si paso el día lo más tranquilo posible y evitamos sobresaltos, que ya llevamos bastantes. Un fuerte abrazo para todos… “y mañana más”.

5 comentarios:

  1. Hola Filippo: Estos días nos anuncian desde la caja tonta muchos acontecimientos deportivos, así que olvídate de las batas blancas, de las batas verdes, y piensa en la cantidad de futboleros en calzón corto que nos presentarán, además a partir del Viernes tendremos en pista a la Triple “F” Ferrari-+-Fernando, corriendo y Filippo mirando, por cierto ¿Qué fue de aquellas crónicas automovilísticas que nos remitías? Cuando el Ferrari no corría y Fernando se salía en las curvas, tú, nos contabas la miserias, ahora que son todo triunfos nos dejas a palo seco, me recuerdas a un amigo que sin tener ni idea se compró una gaita, nos martirizaba todos los días con el tírala-tírala-tírala, y era necio como un burro, cuando comenzó a medio sonar una cosa parecida al Asturias Patria Querida fue y la tiró, así que ya sabes, retoma eso de La Cabra Loca del Caballo que Sube por la Rampa, o no se escribe así, perdón he mirado y es “La Combriccola del Cavallino” sin Rampante, bueno como ya me lié, te diré que si te encuentras con gracia puedes volver a deleitarnos con tus crónicas y si son ganadoras mejor. Saludos P.S.

    ResponderEliminar
  2. Hola Fili: Claro que entendemos que tengas la mosca de tras de la oreja, y por eso te queremos infundir ánimos para que lo vayas superando. Somos como los escoceses que ayer dejaron Valencia seca de cerveza y alcohol vitoreando a su equipo de forma infatigable durante el partido de Champions. Pues nosotros igual. Ah, dale un beso de mi parte a tu prima Roció, a la que no recuerdo si conocí el día de tu boda. Seguro que es uno de vuestros más sólidos apoyos. Y a escribir Fili, tal y como dice Pedro. Un abrazo. HONOR Y FUERZA

    ResponderEliminar
  3. Fili, consigues siempre sacarme una sonrisa, jajajaj, te imagino correteando con los pantalones por las rodillas en la consulta del maldito practicante. Si te sirve de consuelo, el practicante en mi casa era mi madre, y el verdugo que me sujetaba mi padre. La verdad es que tuve tantas infecciones que si, estoy viva gracias a aquellos pinchazos. Tremendo. Comprendo bien ese sentimiento de angustia a tener que ser ingresado, es una mezcla de miedo y pereza. El día de ayer ha debido ser angustiante. Pero es lo que hay, vivir como todos, no sabiendo lo que va a pasar en 6 horas, solo que mucho más consciente que los demás de esa realidad. Porque... ¿Acaso sabe alguien cómo va a estar dentro de 6 horas? La respuesta es NO. Pero la sensación falsa de que está todo controlado serena a las personas y hace que actúen como si supieran que todo va a ir bien. En tu caso es al revé, eres plenamente consciente de que nada está controlado, de que todo es arbitrario, de que somos una marioneta del destino. Asi que sólo queda pensar que lo bueno nos puede pasar a nosotros, que nos va a pasar, y tirar para delante. Ojalá que sea sin fiebre por supuesto, y disfrutes de todo lo que puedas disfrutar. Un beso fuertísimo, ojalá mañana nos digas que esa maldita fiebre está controlada.

    ResponderEliminar
  4. Hola Pipín!! Esas 'malditas' décimas son normales en un proceso de aplasia como el que sufres...Aparecen y aparecen, pero con paracetamol, paciencia y fuerza desaparecen...La paciencia a veces se esconde, pero fuerza la tienes, y nos los estás demostrando día a día...
    Besinosssssssssssssssssssssssss

    ResponderEliminar
  5. Hola cariño!! lo de escaparse por piernas de la consulta cuando veías al tipo de la bata debe ser de familia, porque yo también lo hice... Bendita pero también maldita penicilina!!

    Esperemos que esas décimas te dejen dormir y descansar.

    Miles de besinos

    ResponderEliminar