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Son las nueve menos cuarto en este jueves, segundo del quinto ciclo, cuando comienzo a escribir el Blog. Esta noche ha sido bastante buena y habré dormido más de siete horas, con lo que estoy listo para afrontar una nueva jornada a las puertas del fin de semana.

Ayer tuve otro día muy bueno. De hecho no tuve absolutamente ninguna molestia salvo las propias del bochorno que está haciendo esta semana, y que a veces te hace tener la sensación de estar en una sauna. Intento mantener las ventanas abiertas en todas las habitaciones, pero apenas se consigue con esto bajar uno o dos grados a lo sumo la temperatura, y al final, lo que no baja nunca es la humedad que es realmente lo que te hace sudar como un pollo.

Nada más acabar de desayunar, me puse de inmediato con el blog, puesto que como mi padre tenía que hacer unas cosas a media mañana, habíamos decidido anticipar nuestro paseo a primera hora, pero quería tener el blog listo antes de irme. De este modo, a las nueve en punto estábamos ya caminando por el parque. A esa hora la temperatura era de unos diecinueve grados pero la sensación era de algo menos. Dimos nuestra habitual vuelta, un poco más rápido que en días anteriores, y antes de las diez ya estaba de nuevo en casa.

Me entretuve entonces escribiendo el otro blog –el mundialista-, y que ayer como no podía ser de otra forma, dedicaba en buena parte a comentar la clasificación para cuartos de España. Cuando acabé, llegó la hora de revisar el correo y de echar un vistazo a las principales noticias del día por Internet. No penséis que esto último me lleva poco, porque puedo estar tranquilamente una hora y media o más leyendo la prensa, entre diarios generales y deportivos, tanto nacionales como italianos. Además en muchos casos, me dedico donde es posible, a escribir comentarios sobre lo que leo, aunque soy consciente de que la gente ni los mira, sino que simplemente se limita a insertar el suyo. Yo en cambio me divierto leyendo las disputas que se forman entorno a cualquier noticia, y que acaban inexorablemente siempre reducidos a lo mismo: “tú no tienes ni idea, yo lo sé todo”. Y eso en el mejor de los casos…

Después de dar cumplida cuenta a un buen plato de fabes con su segundo incluido, es lógico imaginar cómo seguí la tarde. Para entonces había llegado mi mujer quien se quedaría después de comer a trabajar en casa. Mientras ella trabajaba yo estaría durmiendo una hora larga. ¡Una señora siesta!

Como no había partidos que ver en la tele, ya que tanto ayer como hoy son jornadas de descanso en el mundial, me encontraba un poco perdido y sin saber muy bien qué hacer hasta que llegara la hora de nuestra sesión de juegos de mesa. No tardé demasiado en solucionarlo, conectándome por Internet al partido de tenis que Nadal disputaba en ese momento en Wimblendon, donde poco antes, había quedado eliminado Federer.

Justo al acabar el partido de tenis –con la victoria de Nadal como era de esperar-, llegó el duelo al Parchís. Después de mi exhibición el día anterior frente a mi padre, tenía curiosidad por saber si mi suerte sería la misma, y desde el principio pude comprobar que incluso había mejorado. ¡Qué paliza! Sin embargo, después de cenar, llevado por la euforia, cometí el error de aceptar una partidilla rápida al Chinchón y ahí hubo también paliza, pero en este caso en mi contra.

Nos sentamos entonces a ver una película, que con el Mundial, hacía un par de semanas por lo menos que no veíamos ninguna. Elegimos Alicia en el País de las Maravillas, de Tim Burton. Para quien no lo haya visto decir que no es una nueva versión del clásico, sino que en realidad es como si fuera una segunda parte con Alicia volviendo ya adolescente al mismo mundo subterráneo en el que había estado de niña. Muy entretenida, bien realizada y como era de esperar, con un Johnny Deep sensacional en el papel de El Sombrerero.

Entre la peli y luego leer todavía un rato, para cuando apagué anoche la luz serían las doce y media. Otro día que había pasado.

Hoy ha amanecido como ayer, entre nubes y niebla, aunque también es fácil que de nuevo acabe por despejar a media mañana. Espero que no me pille demasiado el sol cuando salga a caminar entonces. Y mientras escribo estas líneas, os prometo –me prometo- una cosa: “y mañana más…”