Día 28

Hoy me he levantado después de una noche bastante aceptable, con mis habituales despertares a eso de la una y media, cuatro y seis y cuarto de la mañana, cuarto de hora arriba o abajo. Luego ya cuando se levanta mi mujer me quedo un todavía un ratito en la cama para ver si vuelvo a coger sueño aunque sea una horita más, pero la mayoría de las veces –como en el caso de hoy- desisto si no logro de forma inmediata y opto por levantarme. La verdad es que nunca he sido de esas personas a las que les encanta estar en la cama "retozando" después de haber despertado. Yo en cambio siempre he sido de los que apenas abro un ojo salto de la cama como si fuera a llegar tarde a la cita más importante del mundo. Y no hago excepción ni con los fines de semana.

El día de ayer volvió a ser prácticamente perfecto. Probablemente la quimio en estos últimos días de su primer ciclo, apenas esté ya actuando, para dar tiempo además a que se recuperen un poco las defensas antes del siguiente “chute”. Esta hipótesis mía, parecía corroborarla el hecho de que ayer el estómago estuvo un poco agitado durante la mañana, como si los antibióticos que hasta ahora tan bien se habían portado, hubieran decidido adueñarse al fin de mis tripas. De todos modos la cosa no pasó a mayores, así que ni en ese sentido puedo decir que mi estado haya empeorado.

Cuando acabé de desayunar, lo primero que hice –como es norma en mí- fue ponerme con el Blog diario. Quizás a alguien pueda parecerle rutinario pero son esas rutinas las que te comprometen a hacer algo y de este modo te haces más disciplinado con todo. La disciplina en un proceso de curación tan largo como puede ser este es fundamental; y como si fuera un músculo, conviene ejercitarla para mantenerla en forma, siempre que se tenga ocasión. Así que no sólo con el Blog, sino con otras cosas, intento ser muy disciplinado –caso más obvio el de la higiene- y nunca descuidarme.

Mi padre sigue encantado con el Youtube. ¡Menudo descubrimiento! Ayer se pasó casi toda la mañana viendo fragmentos de aquellas míticas películas de vaqueros dirigidas por Sergio Leone, y donde Clint Eastwood daba sus primeros pasos como actor. Supongo que es hereditario, porque yo sigo viendo la escena del duelo final en La Muerte Tenía Un Precio con la música de fondo de Ennio Morricone y se me ponen los pelos de punta. La habré visto cientos de veces.

Pero como no sólo de Youtube vive el hombre –en este caso mi padre-, y no es plan que se pase tantas horas delante del ordenador, le ofrecí el "honor" de pasarme un poco la aspiradora por la casa. En el fondo ya digo que lo hago por su bien, para que no castigue demasiado los ojos, y de paso, haga algo de ejercicio. No penséis tampoco que yo me quedé de brazos cruzados en el sofá todo el tiempo. De vez en cuando me levantaba para inspeccionar cómo iba el trabajo y darle instrucciones. Los papeles de jubilado y trabajador –aunque de baja- parecían así cambiados por momentos.

Después de la comida a la una y media y de un pequeño y merecido reposo, esperé a que llegara mi madre. Como ella no quería ser menos que mi padre, y a éste le faltó tiempo para contarle que me había pasado la aspiradora, mi madre se empeñó en que le tocaba fregarme suelos de cocina y baño, además de las ventanas. Así que ya veis: tengo a mis padres de asistentes de limpieza. En el fondo sé que lo hacen no sólo por mí, sino también por mi mujer, que de este modo podrá tener un fin de semana un poquito más relajado que en los últimos donde prácticamente se los pasó fregona y gamuza en mano. De todos modos seguro que algo habrá que limpiar igual, porque nada hay más cierto que la frase que dice “es increíble la cantidad de polvo que se acumula en una casa sin hacer nada”.

Por la tarde retomé mis caminatas por la cinta, pero de forma muy suave, para ir cogiendo de nuevo poco a poco el ritmo. Lo había además consultado esta misma semana con mi médico y tal y como me imaginaba, me indicó que era muy saludable que me moviera un poco; siempre acorde a las sensaciones que tenga en cada momento, claro está.

Seguimos con el campeonato de Chinchón y Parchís, donde ayer, volví a triunfar en ambas disciplinas. Son rachas. ¡Pero cómo me gusta ganar! Siempre he sido muy competitivo para todo, así que es por eso que tantas veces equiparo esto que ahora estoy pasando a un partido, una batalla, una carrera… cualquier cosa donde pueda visualizar una victoria, mi victoria.

Ayer sentí un poco de tristeza porque esta semana debería haberla pasado junto con mi mujer en Amsterdam y Bruselas, para donde ya teníamos los billetes comprados. La idea era pasar unos cuantos días en casa de mi primo y su novia en la capital belga, y aprovechar para asistir al concierto que daba justo ayer mi cantante italiano favorito, Vasco Rossi. Como me comentaba mi primo por mail, habrá un montón más de oportunidades en el futuro para ir a verles; y será por conciertos…

Por la noche, después de cenar, nos vimos Up, una entrañable película de animación donde un anciano se embarca en una increíble aventura para cumplir con el sueño de su vida. Si tenéis la oportunidad no dejéis de verla. Pero os advierto que entre risas, alguna lagrimilla también se os podría escapar. La música también ayuda a ello. A ver si busco luego la partitura por Internet.

Hoy la mañana ha amanecido como en los últimos días, con el sol escondido tras las nubes. Sin embargo, ayer hacia media tarde, el sol dio un paso al frente y hasta el oscurecer quedó una tarde espléndida. Tantos rayos de sol que me enviáis cada día sin duda surgieron su efecto. Y mientras escribo estas líneas, os prometo –me prometo- una cosa: “y mañana más…”