Día 26

Hoy me he levantado también un poquito más tarde de lo normal. La razón es que anoche desperté varias veces por culpa de un dolorcillo en el costado, a la altura del pecho. Es curioso porque llevaba un día perfecto y justo a la hora de irme a dormir comenzó a darme fastidio el pinchacito en cuestión. En fin, que con dolor o sin él, mejor o peor, dormí las ocho horas de rigor.

Ayer me levanté con la curiosidad con la que acostumbro ahora a hacerlo: ¿qué día tendremos hoy? Me miré al espejo y me pareció que la jornada al menos amanecía con muy buenas perspectivas. Os voy a contar un pequeño secreto: todos los días, absolutamente todos los días, lo primero que hago nada más saltar de la cama y antes de meterme en la ducha es poner siempre la misma canción, una canción que me recarga como si fuera un chutazo de energía directo a la vena y sobre todo que me motiva para afrontar ese día, y todos los que vengan detrás. ¿Que qué canción es esa? Probablemente os suene un poco extraño o rebuscado, pero os juro que es verdad –los enfermos somos parientes lejanos de los borrachos a la hora de decir siempr la verdad-; se trata de Nessun Dorma, un Aria de Turandot, ópera de Giacomo Puccini e interpretada por el insuperable Luciano Pavarotti. Si no la conocéis o queréis recordarla, no tenéis más que entrar en Youtube y buscar por “nessun dorma Los Angeles 1994”. Dicen que ese día fue cuando Pavarotti ofreció la interpretación más fabulosa que jamás nadie haya podido realizar de esa aria. El final es apotésico, “all’alba vincerò, all’alba vincerò”. Por la razón que sea esta canción se ha transformado en mi particular himno para la victoria en mi batalla. ¡Al alba venceré!

Después de la mencionada ducha y del revitalizador desayuno, llegó ya mi padre a casa. Como veis siguen empeñados en que tenga siempre niñera. En el fondo es algo que agradezco aunque por supuesto haya momentos en los que te apetezca estar solo, pero con irte a tu habitación o al salón, tienes tranquilidad más que de sobra. De hecho ayer, con mi padre en la cocina, yo caí dormido casi una hora en el sofá en el salón, así que para cuando desperté, era casi la hora de la comida. Voy a ver si repito hoy la jugada, porque realmente me vino genial para el cuerpo.

La tarde la continué sin ningún tipo de molestias y sin una sola décima de fiebre, así que me sentía pletórico. Estuve a punto de retomar mis “paseos” por la cinta, pero decidí no forzar la suerte después de los dos días anteriores donde me había notado un poco bajo de fuerzas. Mejor recuperarse bien que ya habrá tiempo de volver a los "entrenamientos".

La novedad de tarde fue que en este caso vino mi madre a hacerme compañía. Así que tuve sesión de Amar en Tiempos Revueltos. Era eso o tenerla por toda la casa gamuza en mano, así que preferí que estuviera tranquila sentada en el sofá viendo el culebrón mientras yo caminaba un poco por el pasillo y de vez en cuando me tiraba en mi cama a ver cómo llovía fuera.

De nuevo mi mujer y yo tuvimos el duelo que mantenemos al Chinchón y al Parchís cuando llegó de trabajar. En este caso las victorias fueron repartidas, pero me estoy empezando a quemar un poco con perder siempre al Parchís. Tengo que mejorar mi táctica. Lo cierto es que esa horita y media de juegos de mesa me distraen mucho y es perfecto para hacer tiempo antes de la cena, aunque antes ayer tocó ver la primera parte del Getafe Sporting. ¡Qué diferencia con el empate cosechado en Málaga! Por fin volvimos a ver a un equipo jugando –o al menos intentándolo- jugar al fútbol. Si hoy se dan una serie de resultados en los partidos que faltan por disputarse, puede que de verdad estos dos puntos conseguidos en Málaga y Getafe signifiquen buena parte de la salvación, a la espera de recibir este sábado al Atlético de Madrid en El Molinón.

La fiebre como comentaba antes sigue sin darme ninguna sorpresa; ni falta que hace. Cruzo los dedos para que se mantenga así hasta el próximo lunes para poder así afrontar la segunda sesión de quimio sin problemas. ¡Qué lento parece que pasa a veces el tiempo! Pero como mi madre siempre me dijo desde pequeño "todo llega, y todo pasa". Pero es lógico que a veces tengamos prisa porque algo llegue, y en este caso, que pase...

Hoy parece que el tiempo nublado y lluvioso -además de frío-, no quiere abandonarnos. Las previsiones hablan de que comenzarán de nuevo a subir un poco las temperaturas aunque el sol tal vez no lo veremos hasta la semana que viene. Yo a cada rayito de sol que fugazmente aparece entre las nubes durante el día, me asomo corriendo a la ventana y pienso que alguno de vosotros es quien me lo envía. Y mientras escribo estas líneas, os prometo –me prometo- una cosa: “y mañana más…”