martes, 20 de septiembre de 2011

Génesis Día 81

Cuando son poco más de las ocho y cuarto doy inicio al Blog correspondiente a este martes veinte de septiembre, que hoy sí que nos ha amanecido despejado anticipando lo que puede ser un buen día en lo climatológico. De todas formas esta mañana hacía bastante fresco: el termómetro exterior que tenemos en la ventana de la cocina no superaba apenas los trece grados.

De nuevo he tenido una noche algo intranquila, en cuanto a que me he despertado cada hora, hora y media desde que me acostara a eso de las doce menos cuarto. Intento probar de nuevo con la lectura –por fin he comenzado con El Primer Hombre de Roma-, pero no es que me solucione demasiado. Dormir me duermo relativamente rápido, pero como digo, las interrupciones luego son constantes, hasta que llegadas las cinco o cinco y media de la mañana, me resulta imposible retomar el sueño, así que intento aprovechar ese tiempo de la mejor forma posible, y sobre todo, sin revolucionar la casa.

Ayer al mediodía llamé al HUCA para conocer los resultados de la analítica que habíamos hecho a primera hora, y a falta de confirmación, puesto que me los dieron así un poco de memoria, parece que todo sigue en ligera mejoría. El jueves en la consulta profundizaré más en los detalles que más me interesan. Como también me interesa que me citen ya para la resonancia que tengo en cartera y saber así de una vez por todas la posible afectación real provocada por la úlcera en mi maxilar derecho. Doler como ya os he dicho, no me duele demasiado; sigo comiendo sin problemas –aunque no coja kilos-, pero me preocupa que en cualquier momento la cosa se pueda complicar. Mejor pillarlo ahora que parece que quiere darme un respiro.

El otro día en la cena, surgió como anécdota el número de pastillas que actualmente estoy tomando. Lo cierto es que casi perdí la cuenta al contarlas, así que para hoy, que no tengo gran cosa que contaros, hago para vosotros un pequeño resumen para que os hagáis una idea.

Empiezo por la mañana, todavía en ayunas con un comprimido de Acfol (ácido fólico), que no es sino un tratamiento para paliar el déficit de ácido fólico que aparece en algunos procesos como anemias, tal es mi caso. También en ayunas, pero tanto por la mañana como antes de la cena, le llega el turno al Voriconazol, que es un tratamiento de profilaxis contra los agentes fúngicos, que haberlos haylos, y están ahí agazapados para pillar a cualquier alma cándida con las defensas un tanto bajas.

Ya con el desayuno, vienen unas cuantas más: para empezar se impone proteger el estómago con algo de Omeprazol, que el pobre no dará abasto. Luego llega el Aciclovir (dos los comprimidos, que repito igualmente a la cena), y que como su nombre indica, me defiende contra los principales virus, aunque como también se ha demostrado, no siempre puede con todos.

Y no se acaba aquí, porque todavía me quedan las cuatro pastillas de Magnogene, que simplemente es magnesio para estados carenciales de este mineral. En realidad de Magnogene me tengo que tomar otras ocho (cuatro más en la comida y cuatro en la cena)

Seguimos –que todavía no hemos dejado de desayunar, por si alguien se ha perdido- con el Ursobilane, cuya misión es la disolver los posibles cálculos biliares que pudieran aparecerme. Con el Ursubilane son tres las pastillas diarias, o sea, cada ocho horas.

Cerramos el desayuno pastillero con los corticoides, Prednisona en concreto, y sobre todo con el inmunodepresor Prograf (tacrólimus), que dado que viene presentado en comprimidos de 1mg, y tengo que tomar 3mg cada doce horas, ello implica otras seis pastillas.

La comida es lo más relajado que tengo en cuanto a ingestas de medicina, pues únicamente repito con el Ursubilane y el Magnogene.

Para la noche, estas dos últimas de nuevo se repiten, además del Voriconazol previo ya comentado; luego, de nuevo el Aciclovir, para cerrar con el Septrin Forte (una pastilla) que previene de distintas infecciones de lo más variado, pero con especial vigilancia a la Neumonía por Pneumocystis. Por supuesto sin olvidarme de la ingesta de las tres pastillas del Prograf.

¿Menudo arsenal, verdad? Bueno, y eso sin contar con las típicas pastillas estilo Orfidal, Noctamid, etc, que cada noche intentan ser mis aliadas para dormir algo mejor, pero que raramente lo consiguen.

Y por supuesto tampoco me olvido de la inyección de EPO semanal, ni de las dos inyecciones de Neupogen para reforzar las defensas de cara al tratamiento que empezamos la semana pasada contra el Virus EB.

¿Las habéis sumado todas? Yo lo cierto es que me he perdido… Pero tomaría el doble si hiciera falta. Nunca he tenido aversión a medicarme, y quizás en alguna ocasión haya pecado más por exceso que por defecto. Así que nada, mientras el cuerpo aguante, medicina pa dentro pa que sane… cuanto antes.

Bueno, creo que por hoy he tirado demasiado de mi Vademécum particular. Por cierto, que supongo que sabréis del origen de la palabra vademécum, proveniente del latín vade mecum, o sea, va conmigo, y que en realidad se trataba de una especie de libreta en la que cada uno iba anotando aquellas informaciones básicas para la actividad que realizaba. Puesto que se supone que la persona debía llevarlo siempre consigo, la libreta habría de ser de dimensiones reducidas para que su transporte se pueda realizar con comodidad.

Y ahora sí que os dejo, que en nada me empieza el Italia Rusia del Mundial de Rugby de Nueva Zelanda, que no todo en la vida es fútbol o baloncesto. Un fuerte abrazo para todos… “y mañana más”.

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