sábado, 17 de septiembre de 2011

Génesis Día 78

Son las nueve y cuarto de este diecisiete de septiembre cuando comienzo a escribir el Blog, en un día que ha amanecido soleado y a estas horas ya con cierto calorcillo en Segovia. ¿En Segovia? Pues sí, porque ahora mismo estoy sentado en una de las habitaciones del hotel Tryp Nayade que forma parte del complejo residencial Los Angeles de San Rafael, en El Espinar, provincia de Segovia. ¿Que cómo diantres he venido a parar aquí? Tranquilos, que ahora os lo explico.

Resulta que durante estos días se reunía aquí todo el personal de la empresa para la que trabajo -o ahora que soy pensionista tal vez debería decir trabajaba-. Y ayer se concluía el encuentro con una cena. Así que dado que mi estado estos días era francamente bueno, y que me sentía fuerte como hacía tiempo que no me sentía, me planteé la posibilidad de dar una sorpresa a mis compañeros acercándome hasta este lugar, por supuesto con el consentimiento de los médicos, que más que poner reparos, me animaron a ello.

Hablado con mi jefe, éste se mostró si cabe más ilusionado que yo mismo por esa posibilidad abierta. Y de este modo lo pusimos todo en marcha en el más absoluto de los secretos. El plan era muy sencillo y salió a la perfección: para empezar yo salí ayer de Gijón con el tren Alvia que une Gijón hasta Alicante, y que en una de sus paradas se detiene en Segovia. Fueron cinco horas y media de viaje pero muy cómodas y que para nada se hicieron pesadas. Partí a las dos de la tarde y de esta forma a las siete y media ponía pie en Segovia, donde un compañero, un gran amigo, venía a recogerme. Sólo él, el jefe y otras poquísimas personas de la oficina de Gijón sabían lo que estábamos maquinando.

De ahí a llegar a mi habitación fue casi como rodar una peli de acción. El propósito lógicamente era aguantar la sorpresa hasta la misma hora de la cena y con todos sentados ya en el restaurante, por cierto, el mejor de Segovia, José María, famoso como a nadie podrá sorprenderle por su magnífico cochinillo.

Así que después de esquivar todos los obstáculos posibles para evitar ser visto, llegué a mi habitación con el tiempo justo para ducharme y ponerme guapo para lo que prometía ser una velada muy emotiva, como resultó ser. Y mientras todo el grupo partía en bus hacia el restaurante, yo volvía a irme por separado en coche unos minutos después de su marcha del hotel.

Afuera en el restaurante nos esperaba mi jefe, quien entró en primer lugar en el salón que teníamos reservado, y con su habilidad natural para promover este tipo de situaciones, de repente anunció ante el estupor de todos quién iba a entrar por la misma puerta que él acababa de cruzar... Y así fue.

No puedo describir lo que sentí al abrazar uno a uno a todos mis compañeros, a la mayoría de los cuales llevaba sin ver desde hacía año y medio. No hay palabras para una emoción tal. Decir que me sentía el tipo más feliz del mundo sería quedarme corto.

Como no podía ser de otra manera la cena transcurrió como todas las que yo recordaba y por las que guardo gran cariño. Hay un fuerte vínculo entre todos nosotros, como en una gran familia, y eso se nota, se respira. Una de las anécdotas que me tocó protagonizar fue que bajo la supervisión del propietario del restaurante, hice los honores con un plato en mano, de partir al estilo tradicional el cochinillo. Creo que no se me dio del todo mal, culminando el rito como manda la tradición lanzando el plato contra suelo haciéndolo mil añicos.

Y después de la cena lo normal en estos casos: vuelta al hotel donde teníamos un salón bar a nuestra disposición. Y ahí la noche se hizo larga, para unos más que para otros. Entre los primeros lo confieso, me incluyo. Cinco horas y media en tren para estar con mis amigos lo merecían. Eso sí, que nadie tema: la mayoría del tiempo la pasé sentadito y no bebí otra cosa que no fuera cerveza sin.

Tengo que deciros también que esta noche he dormido de maravilla, pero con todo, a las ocho y media ya estaba desayunando. No quiero tampoco cambiar mis horarios, aunque supongo que esta noche estaré algo cansado. Pero eso no me va a quitar para a las seis, estar primero en El Molinón para respaldar a mi Sporting, que hoy tendrá un hueso muy duro de roer: el Valencia.

¿Que cómo vuelvo? Bueno, eso algo que tenía ya también planeado, aunque los "afectados" no lo supieran hasta ayer mismo cuando ya me encontraba en Segovia. Lo cierto es que justo hoy -a estas horas estarán de camino- vuelve Mónica con mis suegros de su estancia por Benidorm. Así que cuando ayer por la noche hablamos, le pregunté no sin cierto aire de niño que ha cometido una travesura, si tendrían inconveniente en hacer una parada técnica en Segovia... Tengo que decir que después de la pequeña riña por mi correría, merecida y esperada, Mónica comprendió que algo como lo de ayer es sin duda la mejor de las medicinas y un estímulo inmensurable para seguir luchando y avanzando en mi recuperación. ¡Si encima llevo un regalo para casa! Mis compañeros me obsequiaron con una botella de champagne, Möet Chandon, rosè, para que así lo celebre con ella como se merece, cuando mis restricciones en el consumo de alcohol sean más permisivas de lo que ahora mismo lo son. Gracias Mónica por saber estar siempre a mi lado, aunque a veces haga estas locuras.

Y por supuesto gracias a todos los que ayer lograron que me sintiera como si este año y medio en realidad sólo hubiera sido un suspiro en el tiempo. Un beso a todos.

Y a vosotros, mis fieles lectores, familia y amigos, sólo desearos que paséis un magnífico fin de semana. Un fuerte abrazo a todos... "y mañana más".

2 comentarios:

  1. menuda pasada Fili, y hoy al molinón, la cosa marcha. Ánimo campeón.

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  2. Sinceramente de todas las cosas que has hecho desde el diagnóstico, esta es la menos loca de todas. Creo que definitivamente estás pasando al otro lado, y ese es el camino a la curación, cuando se empieza a disfrutar de las cosas a pesar de los pesares (siempre que el cuerpo de tregua por supuesto) y a aprovechar al máximo cada segundo en el que estemos "medio bien". ¿Qué te va a pasar en Segovia que no te pueda pasar en casa? Pues por lo menos tu cabeza ha estado lejos de ese sofá un rato, has recibido energía positiva de tus compañeros y eso TAMBIÉN CURA. Asi que dile a Mónica que no riña tanto y que cuerpo y mente van de la mano... igual que ella necesitó un descanso tu vas a necesitar unas cuantas locuras como estas para sentirte otra vez tú... BESOTES!!! Ojalá tu cuerpo de tregua para muchas como estas...

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