viernes, 21 de enero de 2011

Día XCIV

Son las cuatro y media de la tarde de este viernes veintiuno de enero cuando comienzo a escribir el Blog. Afuera las nubes que pasan, de vez en cuando dejan que entre ellas se cuele algún rayo de sol, no demasiados la verdad. Hace además un día tirando a fresco. Dentro la temperatura es mucho más agradable, unos veintidós grados, y en mi portátil suena Bob Dylan. Contrastes.

Esta mañana he estado por el Hospital de Día. La estancia no ha sido ni más larga ni más corta de lo habitual, sino que más o menos se ha ajustado a la media: entrada a las ocho y cuarto y salida justo siete horas después. Hoy ha sido mi hermano quien me ha acompañado y quien luego se ha quedado a comer conmigo. Ahora lo tengo entretenido viendo una película mientras yo me dedico a esto que tanto que me gusta: escribir.

De la analítica realizada esta mañana todavía no se pueden sacar conclusiones sobre la eficacia del tratamiento, pero los resultados son los que son y no mienten. Por una parte la hemoglobina ha alcanzado los diez puntos, algo que desde mi recaída nunca se había producido. Por otro lado los neutrófilos siguen aguantando las embestidas del medicamento con lo que tampoco hoy tendremos que recurrir a las inyecciones de Neupogen. Y por último las plaquetas, siempre tan reacias a aumentar, aunque sin grandes alardes, sí que han subido también un poquito.

Podemos afirmar así que a la espera de ver la evolución en las próximas dos semanas, que serán realmente las importantes, el tratamiento al menos lo que sí ha logrado es por el momento estabilizar la enfermedad, y por qué no decirlo, parece incluso que pudiera estar ganándole terreno. Lo que ha ganado sin duda para mí son unas semanas de tranquilidad en las que me he encontrado muy bien en todos los aspectos. Ahora no queda más que confiar en que cumpla con su cometido hasta el final.

Para el fin de semana no tengo grandes planes. Lo fundamental es distraerme y descansar de cara al lunes que toca volver de nuevo al hospital, pero sin descuidar tampoco mis sesiones en la cinta de andar. Creo que me han venido muy bien a la hora de mejorar mis analíticas. Bueno, ahora que lo pienso sí que tengo algún plan. Para empezar tengo que encargarme de una buena retahíla de postres que se han acumulado en la nevera y que no podría perdonarme jamás si alguno de ellos se echara a perder. Os cuento: antes de ayer mi mujer había preparado un flan de bizcocho y miel para ir “tirando” estos días. Luego ayer cuando subimos a Quintes a comer con mis suegros nos encontramos con una remesa de arroz con leche a la que por supuesto no podíamos negarnos. ¡Cuál sería nuestra sorpresa cuando al llegar más tarde a casa, en la meseta de la cocina teníamos una tarta de manzana hecha por mi madre! Pues para completar el panorama gastronómico esta mañana mi tía nos ha subido unos flanes de huevo recién hechos. De verdad que yo creo que se están confabulando para ver si cuanto antes recupero mi peso ideal. Y a fe que lo van a lograr como sigan así.

Siguiendo con la comida, es probable también que hoy o mañana tenga la suerte de probar algún oricio. Las mareas han comenzado y mis suegros no perdonan una, así que creo que alguna docena habrá por ahí para catarlos y no olvidarme de este modo de su sabor. ¡Qué sabor! Reconozco que siempre me daba un poco de pereza lo de ir a pescar oricios. Pero al final creo que era de los que mejor lo pasaba, sobre todo cuando me ponía el traje de neopreno y me tiraba al agua. En pleno invierno o principios de primavera el agua está que corta, pero apenas sientes nada con el traje. Lo que sí sientes cuando sales de ella y caminas de vuelta todo el pedrero es que apenas te quedan fuerzas para darte una ducha y sentarte a la mesa a dar cuenta de la pesca. En realidad para ser sinceros, pescar, lo que se dice pescar, yo no pescaba nada en comparación con lo que hacía el primo de mi mujer quien también se metía con traje. Por cada oricio que yo pudiera agarrar él agarraba media docena, y eso tirando por lo bajo. Pero bueno, como digo yo lo pasaba genial. Y no digamos ya una vez en casa cuando las botellas de sidra empezaban a descorcharse y a morro, cada uno con la suya, íbamos comenzando con nuestro festín que se prolongaba hasta bien entrada la tarde. Ir a pescar oricios; otra de las cosas que añoro. Casi, casi tanto como comerlos.

Bueno, por hoy viernes es suficiente. Voy a poner el agua a hervir para prepararme un té con limón. Disfrutad de este fin de semana, que lo tenéis seguro bien merecido. Un fuerte abrazo… ”y mañana más”.

3 comentarios:

  1. Uuuuuuuhm que buenos los oricios, aquí no suele haber y los del mediterraneo no tienen el mismo sabor.
    Buen fin de semana y espero que seas comedido a la hora de ingerir tantos postres
    Muchos besinos

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  2. Yo echo de menos los oricios de esta época, que están buenísimos, igual que un poco después los dulces de carnaval, frixuelos y casadielles. Es de las cosas que más echo de menos, porque en Málaga no hay nada parecido a ese sabor tan intenso a mar. Besitos, y disfruta.

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  3. menudo festin, desde luego no te puedes quejar de como tu familia cuida tu alimentacion.


    !!!que buenos los oricios!!!! este año quique y yo hemos decidido pescar oricios nos hemos sacado la licencia y hemos ido un par de veces pero debia de ser muy pronto aun pues no vimos ni una pua de oricio.

    volveremos a intentarlo pescar no pescamos pero al menos nos lo pasamos bien.

    cuidate mucho y el año que viene iremos de pesca juntos

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