miércoles, 29 de diciembre de 2010

Día LXXI

Son casi la una de la tarde de este miércoles veintinueve de diciembre cuando comienzo a escribir el Blog. El día está bastante nublado y para nada tiene que ver con el que ayer tuvimos ocasión de disfrutar, pero bueno, por lo menos no está demasiado frío y no tiene pinta de llover. Ahora mismo el termómetro que tengo puesto por fuera en la ventana de la cocina marca doce grados. ¡Ayer habíamos llegado a los dieciséis!

Esta noche he dormido de lo lindo. Igual tuvo que ver la película que vimos antes de echarnos, Toy Story 3, que me hizo dormir como a un niño feliz con sus juguetes. Lo cierto es que nos echaríamos hacia las doce y esta mañana me levanté cerca de las diez. Nada mal. Con el cuerpo tan descansado no fue raro que me hiciera casi cuarenta minutos en la cinta mientras veía por la tele el descenso de esquí de Bormio, en Italia, una prueba espectacular en la que los esquiadores alcanzan velocidades cercanas a los 125 kilométros por hora. A semejantes velocidades no es raro que más de uno acabe en el hospital como ocurrió ayer durante los entrenamientos de la prueba.

Hoy es uno de esos días que yo denomino de transición, o al menos, así han comenzado y espero que continúen así. Son días en los que apenas tienes ninguna molestia, te encuentras bien, y en los que quizás estés más pensando o pendiente de lo que pueda venir en los siguientes. Mañana como sabéis tenemos consulta en Cabueñes y además de hacer la correspondiente analítica, tal vez nos digan alguna cosa más sobre cuándo empezaremos con el nuevo tratamiento, si es que en Farmacia finalmente lo aprueban. Como os decía ayer, no sé por qué me da que mañana no sabremos todavía nada y habrá que esperar un poquito más. Aun así el resultado de la analítica me interesa mucho para conocer mi estado actual, sobre todo de cara a planificar algo o no para Nochevieja.

Recuerdos de pasadas nocheviejas os podría contar un montón. Desde las primeras cuando era muy niño y mis padres nos llevaban a mi hermano y a mí a dormir a casa de mis abuelos en Ciaño mientras ellos se iban al baile con mis tíos, pasando ya luego por las que celebrábamos todos juntos en casa porque todavía no teníamos edad para salir, y estábamos horas y horas viendo en la tele el típico programa de después de las uvas. ¿Cuándo fue por cierto lo del “despiste” de Sabrina mientras cantaba aquello de Boys Boys? ¿En el 87? No ha llovido ni nada.

Después, con los diecisiete o tal vez dieciocho ya cumplidos, vinieron las fiestas a las que iba con mis amigos. La primera recuerdo que fue en el Club de Golf. Tras esa vinieron algunas muy sonadas, como la que medio Gijón recuerda en el Rocamar donde acabamos todos los que fuimos hasta las rodillas por el barro. Sin embargo, fue empezar a salir con la que ahora es mi mujer, y dejamos de ir a fiestas para irnos de bares. Y la verdad es que lo pasábamos siempre genial. Todos los amigos quedábamos en un local más o menos una hora después de tomar las uvas –a veces nos juntábamos más de veinte- y allí montábamos una fiesta hasta que a lo mejor hacia las cuatro decidíamos ya cambiar de sitio. Y por supuesto casi nunca faltaban los churros con chocolate para cerrar la noche. Aunque tampoco os creáis, que no éramos de estar hasta el amanecer ni mucho menos, al menos en los últimos años. Es más, algún sábado tonto nos enredábamos hasta más tarde que en Nochevieja.

Bueno, pues espero que aprovechéis este día como yo: para recuperar fuerzas, quemar un poco los excesos del pasado fin de semana, e ir calentando motores para el que se avecina. Un fuerte abrazo…“y mañana más”.

1 comentario:

  1. Hola Fili: Mañana Dios dirá, pero hoy también te encuentro muy bien, y eso es lo importante. Como siempre, que mañana sea breve y bueno. En cuanto a Noche Vieja, en los últimos 10 años he optado por un pueblín del Oriente de Asturias, que se llama Vidiago ¿Lo conoces? Conocí allí a una moza que cada año me convence para volver, ja, ja, y así será siempre que podamos. Un abrazo. HONOR Y FUERZA

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