jueves, 21 de abril de 2011

Día CLXXXIV

Son las cinco menos cuarto de este Jueves Santo, veintiuno de abril, cuando comienzo a escribir el Blog. Lo hago como ayer, relajado después de una gratificadora siesta, en esta ocasión en Quintes. El día después de amanecer despejado se ha nublado repitiendo una vez más lo acaecido en jornadas anteriores. No sería extraño por ello que acabara cayendo alguna gota. Con todo la temperatura es de lo más agradable, cercana a los veinte grados.

En primer lugar creo que toca dar la enhorabuena a los madridistas después de su victoria de ayer. Esta mañana me he divertido leyendo la prensa de uno y otro bando y por supuesto el punto de vista sobre lo sucedido en Mestalla, y no digamos ya sobre su importancia, era algo así como la noche y el día. En fin, tampoco se puede esperar nada distinto cuando mal llamados periodistas no son sino unos forofos más al servicio de sus colores. Y por cierto, a este paso voy a sustituir al Pulpo Paul después de haber acertado los dos resultados de los enfrentamientos disputados en la última semana.

Por lo demás hoy dimos un agradable paseo por el Parque de Isabel La Católica y el Muro, acompañados por unos buenos amigos que viven fuera y que han venido con su peque a pasar estas fiestas por aquí. Al niño le tengo un especial cariño, porque a sus dos añitos, lleva más tiempo que yo acumulados en hospitales. El sí que es un auténtico campeón, que nos alegra a todos con su sonrisa y sus pequeñas y al mismo tiempo grandes conversaciones. Más tarde, se nos unió otra amiga común, compañera además de curro, con lo que podemos decir que fue una jornada completa en ese sentido.

Fue divertido además, recordar juntos aquellos tiempos de nuestra infancia donde los columpios para niños no contaban con la cantidad de protecciones que llevan ahora. ¿Quién no se jugó la cabeza pasando por detrás o por delante de aquellos columpios de hierro mientras otro niño se balanceaba como un poseso? En Isabel La Católica había, recordamos, una rueda gigante, a la que sólo podían subirse niños mayores de doce años, porque lo cierto es que subirse ya era un peligro y algo reservado para los más valientes. Y no digamos bajarse en pleno meneo... Yo creo que ahora los padres, en contra de lo que a veces podamos pensar, son demasiado protectores. Reconozco que yo sería el peor de todos, porque veo peligros donde muchas veces no los hay.

Volviendo al presente, parece que en esta ocasión la inyección de Neupogen no me ha revuelto tanto, aunque sí me noto un poco más cansado de lo habitual y con un ligero sudor típico de alguna decimilla de más, pero sin importancia. Si notara que la cosa fuera a más con tomarme un paracetamol estaría solucionado.

Y poco más que contaros en este día tan relajado. Que además al estar por Quintes os escribo el Blog desde el teclado táctil del iPad y no veáis lo torpe que soy, que cada poco tengo que retroceder en lo escrito por meter la pata con mis dedos. No estoy hecho para tanta tecnología.

Así que nada, disfrutar de estas minivacaciones... y mañana más.

1 comentario:

  1. Bueno ahora ya no hay aquella enorme rueda abrecabezas, pero hay una gigantesca tirolina que tampoco desmerece. No hay tantos peligros como creemos, en realidad hay muchísimos más pero como no se pueden controlar, hay que confiar un poco en el angel de la guarda. Cuando tiene que pasar, desgraciadamente pasa por mucho cuidado que tengamos los padres. En realidad es ley de vida, los padres protegen para que los niños sean valientes y traten de hacer lo prohibido. La historia de la vida. Un besote. Espero que sigas sin revolturas y demás.

    ResponderEliminar