domingo, 15 de abril de 2012

Génesis MMXII (Quinquagésimus Quintus)

Déle 20 gramos de antiestamínico, puede salvarle la vida porque si no se calla, la mato
(Dr. House - House)

Son las cinco menos cuarto de la tarde de este lluvioso a más no poder, domingo quince de abril, cuando comienzo a escribir el Blog. Hoy no sólo ha sido lluvia, sino que hemos tenido también una buena ración de granizo que a primera hora de la mañana, ha llegado incluso a crear una capa de manto blanco en pleno Gijón.

Supongo que no hace falta ni que os diga que hoy se cumplen cien años del hundimiento del Titanic. Los actos conmemorativos de una tragedia que costó la vida a más de mil quinientas personas, llevan produciéndose toda la semana. Y por supuesto no han faltado las series o documentales recreando aquel viaje maldito que un 10 de abril de 1912 partiera en su viaje inagural desde Southampton (Inglaterra) con destino a Nueva York, pero que sólo cuatro días más tarde, a las 23:40 del 14 de abril, colisionara con un iceberg al sur de las costas de Terranova, hundiéndose a las 2:20 de la mañana del 15 de abril.


Respecto a mi día en concreto, a las siete estaba despierto y me dediqué a seguir leyendo el libro que os había mencionado de El Hombre que se Convirtió en Dios, de Gerald Messadie. Cada capítulo que leo me atrapa más en la narración de los hechos que rodearon a la vida de Jesucristo. Como os dije, no es para nada un libro defensor de ninguna ideología o religión, sino una novela histórica que en mi caso, me está sirviendo para descubrir aspectos de aquellos tiempos que desconocía. Tiene un ritmo que engancha lo que hace que devores las páginas.

A las ocho estaba desayunando, a las nueve viendo la Fórmula 1 en el sofá de mi salón -mal los Ferrari como era de esperar- y a las diez y media acabando de ver en la carrera ya en el Hospital. Tocaba la tercera y última sesión de quimio y todo ha ido conforme lo previsto. En realidad ha sido incluso más rápido que ayer, de modo que apenas dos horas y media después ya estaba rumbo a Quintes adonde llegué poco antes de las dos.

Allí me esperaba todo un homenaje en la comida. Este fin de semana han matado a un cerdo -no me refiero por Dios a ningún entrenador que todos conocemos sino a un animal porcino-, y he podido degustar manjares que en estos tiempos están al alcance de muy pocos: unos filetes de adobo acompañados de picadillo cien por cien natural, nada que ver con lo que puede comprarse en la mejor de las carnicerías. La ocasión lo merecía, así que cayeron un par de culines de sidra.

Ahora acabo de levantarme de reposar -eufemismo para referirme a una siesta en toda regla- y estoy ya con la tele puesta para ver cómo se da la tarde futbolera. De lo de ayer en el Bernabéu decir que es una pena que el Sporting no haya jugado del mismo modo durante toda la temporada. Hasta sólo quince minutos de la finalización del partido tuvimos al que creo va a ser campeón de Liga contra las cuerdas. Lamentable el comportamiento de algunos jugadores blancos y en especial de su entrenador, pero ya no nos pilla a nadie de sorpresa. En fin, que mientras haya esperanza, aunque fuera un mísero uno por ciento, hay que seguir luchando. Quien no se rinde acaba venciendo. Eso es algo que puedo asegurar por experiencia.

Os dejo que empieza la segunda parte de los partidos que comenzaron a las cuatro y se me enfría el té -rojo con limón en esta ocasión-. Para mañana tengo que volver a pasar por el hospital para hacer un control de cifras por si hubiera que añadir un poco de gasolina. Realmente me encuentro tan bien que pienso que no será necesario. Un fuerte abrazo... "y mañana más".

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