martes, 28 de mayo de 2013

Nadaya (00.05.17)


No importa lo alta que sea una montaña: sin duda existirá una cima que poder coronar

Son las diez en punto de la mañana de este lluvioso –una vez más- martes veintiocho de mayo cuando comienzo a escribir el Blog. Aprovecho que Nadaya aún no se ha despertado, aunque en cualquier momento lo hará, por lo que seguramente este post sea escrito como quien dice “por capítulos”. Hoy me acompaña la música de una jovencita italiana de apenas diecisiete años y que fue ganadora de un concurso de jóvenes talentos y que ahora ha sacado su primer single inédito ya que hasta el momento se había dedicado a versionar canciones tan conocidas como My Heart Will Go On, The Power Of Love, Don’t Cry For Me Argentina, The Winner Takes It All o Unchained Melody, por citar algunas. En mi opinión estamos ante la nueva Laura Pausini y si no, al tiempo.

Por lo demás estos días están transcurriendo con la tranquilidad de saber que nada menos que hasta el día veinte del próximo mes no tendré que pasar por la Unidad. ¡Casi nada! Lógicamente esto es el mejor indicio de que las cosas están yendo bien. Si me hubieran dicho esto hace unos meses ni me lo hubiera creído. Bueno, en realidad tendré que volver por el hospital un poco antes, pero porque me han citado para la revisión bucondental el día siete, nada que ver “con lo mío”. Mis plaquetas como os dije en el último post ya están cerca de la normalidad y esto hace posible que me puedan meter mano sin muchas contemplaciones a la boca y hacerme la correspondiente limpieza bucal sin miedo a los posibles sangrados.

Desgraciadamente la suerte de la que ahora mismo estoy disfrutando no es igual para todos. Esta semana recibí la triste confirmación de algo que me temía desde hace tiempo. Y es que la historia no es nueva para mí: notas de repente la ausencia de una persona con la que coincidías muy a menudo por la Unidad, y que las últimas veces que habías visto no la habías encontrado muy bien. Te quedas preocupado pero luego no te atreves a preguntar cuando de repente ya no la ves nunca. Hasta que te llega la noticia: no lo ha superado. Y fue hace unos meses y no te enteraste siquiera. Y te quedas de piedra, sin palabras. Y te vuelven a la cabeza esas mismas preguntas que un soldado se hace en plena batalla cuando ve caer a un compañero: ¿por qué él? Porque al final esto no es más que una maldita batalla en la que estamos metidos y en la que luchamos sin saber si algún día encontraremos la paz.  

Pero a pesar del dolor, en esta tragedia emerge la enorme entereza y solidaridad de quien más la sufrido en sus carnes: la persona que hasta el último momento acompañó al enfermo. Sobrecoge y es de admiración el que ahora se ofrezca en primera persona a dar apoyo psicológico a aquel que pudiera necesitarlo y que pudiera estar pasando por lo que ella pasó. Lo ha hecho a través de una carta a nuestra asociación, Astheha, y en la que además recalca la conducta absolutamente encomiable de todo el personal de la Unidad de Trasplante durante esos duros momentos hasta el desenlace final.

Lo cierto es que como podéis imaginar este tipo de noticias me dejan bastante tocado, pero por duro que sea, al final tienes que intentar abstraerte y seguir adelante, seguir luchando en la batalla. En mi caso ya os he dicho en alguna ocasión que muchas veces sacas fuerzas de donde no las hay porque no quieres ni imaginarte lo que supondría para quienes te rodean el que un día pudieras ser tú quien les faltara. Es una sensación extraña pero que te hace no arrojar nunca la toalla. Como os digo, tras unos días en los que a veces te produce mayor dolor el intentar mostrar una sonrisa que llorar, no queda otra que mirar por la ventana, ver que de nuevo luce el sol, y sonreír. La vida es demasiado hermosa para renunciar a ella, aunque a veces, por desgracia, eso no esté de nuestra mano. Un fuerte abrazo… “y mañana más”.

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