domingo, 22 de diciembre de 2013

Nadaya (01.00.11)

No existe la envidia sana como no existe un enfermo sano
(Schino)
Son las cinco y cuarto de la tarde de este domingo veintidós de diciembre cuando comienzo a escribir el Blog, desde Quintes, al tiempo que en la tele el Getafe acaba de marcarle el segundo gol al Barcelona. Sorprendente: apenas en diez minutos los azulones les han clavado dos goles a los catalanes. A ver si resulta que el verdadero Gordo de Navidad va a caer en Getafe esta tarde.
De la Lotería de Navidad, que es lo típico de lo que todo el mundo hablará durante el día de hoy y el de mañana, deciros que si hubo años donde apenas rascaba nada, en esta ocasión, ha sido menos que nada. Yo en este caso soy sincero: de envidia sana, nada de nada. Lo mío es pura envida, de la más perversa; la que siento al ver a toda esa gente celebrando que de buenas a primeras les ha llovido una pequeña fortuna. ¿Qué le voy a hacer? ¿Seré una mala persona por eso? Tal vez, pero yo soy así, y lo reconozco. Y en cuanto a lo del famoso dicho “que haya salud” en mi caso lo dejaré en un “virgencita, virgencita, que me quede como estoy”. Por cierto, lo mismo que reconozco que me equivoqué este año con la terminación del gordo, que como sabéis acabó en seis en lugar de en dos como yo había pronosticado, en veintidós para ser exactos había dicho. ¿Casualidad que aun así en el Gordo, el 62246, fuera ahí escondidito en medio precisamente el veintidós? Tal vez mi visión predictoria esté un tanto bizca.
Pero bueno, siguiendo con mi intención de transmitir algo de espíritu navideño en este post en vísperas ya de la Nochebuena y el día de Navidad –aunque ya veis que no se me da nada bien-, os propongo en primer lugar el enlace musical que os llevará a la portada del nuevo álbum –con música de fondo- de un artista italiano, Mario Biondi, bastante peculiar él, y que ha publicado un recopilatorio con versiones de famosas canciones navideñas. Y es aquí donde vuelvo a pecar de mi síndrome de Mr. Scrooge –ya sabéis, el de Cuento de Navidad de Charles Dickens-, porque no es que sea yo –ni haya sido nunca- de muchos villancicos. Realmente para mí entrar de un tiempo a esta parte en un centro comercial cualquiera y estar escuchando machaconamente villancico tras villancico es casi un martirio. Si al menos fueran los que cantaba Manolo Escobar… Esto último por supuesto es broma. Que ya sería como para echar a correr.
La cuestión es que yo creo que en ocasiones nos obligamos a nosotros mismos a ser felices por el mero hecho de que “toca serlo”; porque sí, porque es Navidad. Luego no es de extrañar lo que el otro día leía en un viejo artículo sobre las cenas navideñas, y es que las mayores broncas familiares se dan en Nochebuena. Por no hablar de que durante estas fechas se dan los mayores índices de urgencias hospitalarias por los abusos que todos cometemos estos días.
Yo soy de los que piensa que cualquier día es bueno para celebrar lo que sea, pero siempre que te apetezca y no por obligación. Así que si aceptáis me humilde consejo: haced lo que más deseéis hacer y que nadie ni nada os imponga nada. Pero también pensad una cosa: tal vez, aunque os dé pereza o lo que sea, algo que no hagáis hoy lo podríais echar en falta hacer mañana.
Otro clásico de estas fechas son los cientos de mensajes y felicitaciones que recibes en tu mail o móvil para que pases unas muy felices fiestas con sus mejores deseos para el próximo año. Puede ocurrir que estés así brindando con tus amigos o sentado a la mesa con tu familia, y la mayoría de los presentes están más enganchados al dichoso móvil que disfrutando del momento con quienes están. ¿No es un poco absurdo? Yo, este año, con la excusa de que como sabéis perdí mi móvil, no podré recibir Whatsapps, pero tampoco enviarlos. Y realmente ya tenía pensado enviar estrictamente a aquellas personas a las que para mí son importantes, pero ahora no podré ni eso, porque muchos de mis contactos se fueron al limbo. Si estás leyendo estas líneas, puedes estar seguro de que tú ibas a ser una de ellas si tenía tu número, y si no lo hubiera tenido, vayan desde aquí igualmente mis mejores deseos, sinceros, y no por que “toca hacerlo”.
Y mientras el Barça le acaba de dar la vuelta al partido –tres golitos de Pedrito-, deciros que como me esperaba la semana que viene voy a tener que pasar por Oviedo para que me administren las inmunoglobulinas de rigor. Iré concretamente el viernes. No había tampoco excesiva prisa por acudir a la cita y por eso decidí dejarlo para el final de la semana.
Por lo demás, deciros que estos últimos días me encuentro aceptablemente recuperado del estómago, aunque eso sí, a base de tomar Codeisán. La prueba de fuego serán estas próximas comidas y cenas festivas, aunque intentaré no pasarme.
De todos modos anoche ya tuve un primer “ensayo”. Y es que me fui de cena con mi primo Roberto, el padrino de Nadaya, que sin dudas y como ya os dije en más de una ocasión, y no es por hacerle la pelota, es la persona que más moral me insufla y más me hace reír cada vez que hablo con él por teléfono, así que os podéis imaginar si como anoche, estábamos él y yo mano a mano, “quemando” la noche gijonesa. Aunque no estemos los dos para “quemar” muchas cosas. Yo a lo sumo, sería como una cerilla humedecida…
Pero eso, que nos fuimos a cenar como marqueses y después nos fuimos a tomar algo a un par de locales cercanos al restaurante, uno de ellos, el famoso Varsovia de Gijón, local de moda donde los haya y que a partir de la una se transforma en una auténtica locura de gente. Gente además de todas las edades y perfiles de lo más variopinto. En ese sentido fue curioso y gracioso encontrarnos por un lado a cuatro chicas que no llegarían a los treinta, y que llamaban la atención por su enorme atractivo –las cosas como son, que uno no por viejo se vuelve ciego-, y por otro lado, a cuatro señoras más próximas a los setenta que a los sesenta, tomándose cada una de ellas ¡un gin tonic! De verdad que sentí ganas de hacerme una foto con ellas. No con las primeras: ¡con las segundas! Yo de mayor quisiera ser como ellas.
Poco más que deciros en este post, que en realidad tenía pensado escribir mañana, pero que por una vez hago caso de lo de “no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.  Que mañana además seguro que será un día de preparativos y más preparativos para Nochebuena. De verdad que os deseo lo mejor a todos y no quiero dejar la ocasión para enviar un fortísimo abrazo a los miembros de la Unidad que durante estas próximas fiestas estarán ahí, dando el callo, y sobre todo a esos pacientes a los que les tocará mimar muy especialmente. Mis aislamientos e ingresos nunca coincidieron con fechas especiales como las navidades, pero entiendo que tiene que ser todavía más duro.
Y esa es la suerte y fortuna que tengo que apreciar como el mejor de los Gordos que me pueda haber tocado: el de estar con la gente que más me quiere, aunque haya días en los que yo no corresponda como debiera ese amor. Y por supuesto, la felicidad de ver a Nadaya crecer y crecer, dando cada día más “guerra”, pero aquí sí que podemos decir que “es lo que toca”. Y que no falte.

Con el Barça goleando ya al Getafe –no hay milagro navideño- os envío un fuerte abrazo, muy felices fiestas… “y mañana más”.

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